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Cuando llegó aquí ya se llamaba Roach.<br />
—¿Y Blue? —pregunto. Consigo comerme todo el primer pastelito sin que se me revuelva el<br />
estómago y dejo el plato en el suelo junto a la cama. No quiero arriesgarme a tomar el segundo.<br />
Raven duda apenas un instante.<br />
—Ella nació justo aquí, en el hogar.<br />
—Y le pusisteis el nombre por sus ojos —comento.<br />
Raven se pone de pie de repente y se aparta antes de contestar.<br />
—Eso es.<br />
Se acerca al fregadero y apaga una de las linternas. El cuarto se sume aún más en las sombras.<br />
—¿Y tú? —le pregunto.<br />
Se señala el pelo, negro como el ala de un cuervo.<br />
—Raven —sonríe—. No es que sea lo más original.<br />
—No, lo que quiero decir es. ¿has nacido aquí? ¿En la Tierra Salvaje?<br />
La sonrisa desaparece de pronto como si alguien soplara una vela. Durante un momento, parece casi<br />
enfadada.<br />
—No —responde secamente—. Vine aquí cuando tenía quince años.<br />
Ya sé que no debería hacerlo, pero no puedo evitar insistir en el tema.<br />
—¿Tú sola?<br />
—Sí.<br />
Recoge la segunda linterna, que sigue emitiendo una luz tenue, y se acerca a la puerta.<br />
—¿Y cómo te llamabas antes? —pregunto, y ella se queda inmóvil, de espaldas a mí—. Antes de que<br />
vinieras a la Tierra Salvaje, quiero decir.<br />
Continua quieta unos instantes. Luego se da la vuelta. Mantiene la linterna baja, así que tiene la cara<br />
envuelta en la oscuridad. Sus ojos son dos reflejos desnudos, como piedras negras iluminadas por la luz<br />
de la luna.<br />
—Más vale que te acostumbres cuanto antes —dice, con serenidad pero con firmeza—. Todo lo que<br />
fuiste, la vida que tenías, la gente que conocías son polvo —menea la cabeza y su tono se endurece—. No<br />
hay un antes. Solo hay el ahora y lo que venga después.<br />
Luego sale al pasillo. Se lleva la linterna y me deja en una oscuridad completa. El corazón me late a<br />
toda velocidad.<br />
A la mañana siguiente, me despierto muerta de hambre. El plato sigue ahí con el segundo pastelillo.<br />
Al intentar cogerlo, me caigo de la cama y me golpeo las rodillas contra el frío suelo de piedra.<br />
Hay un escarabajo recorriendo el dulce. Antes me habría dado tanto asco que ya no me lo habría<br />
comido, pero ahora tengo tanta hambre que me da lo mismo. Aparto el insecto de un golpecito, veo cómo<br />
se escabulle por un rincón y me como el pastelillo con avidez, sujetándolo con las dos manos y<br />
chupándome los dedos. Apenas amortigua los gruñidos de mi estómago.<br />
Me incorporo lentamente, apoyándome en la cama. Es la primera vez que me pongo de pie en días, la<br />
primera vez que hago algo más que gatear hasta el barreño que Raven dejó en un rincón para que hiciera<br />
mis necesidades. Agachada en la oscuridad, con la cabeza baja y las piernas temblorosas, soy como un<br />
animal; ya no soy humana.<br />
Estoy tan débil que, al llegar a la puerta, tengo que hacer un descanso, apoyada en la jamba. Me