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y fragmentadas de viejos edificios bombardeados. Pasamos una antigua señal de tráfico, doblada por la<br />
mitad, que antaño marcaba la dirección a Columbia Avenue. En la actualidad, esa calle no es más que<br />
unas placas rotas de asfalto, hierba cubierta de escarcha y una alfombra de diminutas esquirlas de cristal,<br />
convertidas en polvo reflector.<br />
—Aquí es —digo—. Justo aquí.<br />
Echo a correr. La entrada al hogar está a menos de veinte metros, pasando una curva del camino.<br />
Y sin embargo, experimento una sensación obsesiva: una alarma interior que suena en silencio.<br />
Conveniente. Esa es la palabra que gira una y otra vez por mi mente. Es tan conveniente que saliéramos<br />
tan cerca del hogar, es tan conveniente que los túneles nos condujeran hasta aquí…<br />
Demasiado conveniente para que sea una coincidencia.<br />
Aparto la idea.<br />
Doblamos la esquina y lo vemos. Sin más, todas mis preocupaciones desaparecen, barridas por una<br />
descarga de alegría. Julián se detiene, pero yo voy derecha hasta la puerta, renovada y llena de energía.<br />
Casi todos los hogares, al menos los que yo he visto, están construidos en lugares ocultos: sótanos,<br />
bodegas, refugios antiaéreos y cámaras acorazadas de bancos afectados por los bombardeos. Los hemos<br />
poblado como insectos reivindicando la tierra.<br />
Pero este hogar no se construyó mucho después de que terminara la gran campaña de bombardeos.<br />
Raven me contó que fue uno de los primeros, y que sirvió de cuartel general al primer grupo improvisado<br />
de la Resistencia. Ellos buscaron materiales y construyeron una especie de casa, una extraña estructura<br />
hecha de madera, cemento, piedra y metal. El sitio tiene un aire improvisado, una fachada a lo<br />
Frankenstein; es inverosímil que se mantenga en pie.<br />
Y sin embargo, ahí está.<br />
—¿Qué pasa? —digo volviéndome hacia Julián—. ¿Vienes o qué?<br />
—Nunca… No es posible —Julián mueve la cabeza como si intentara despertarse de un sueño—.<br />
Esto no se parece en absoluto a lo que yo me imaginaba.<br />
Podemos construir algo casi a partir de la nada, solo con desechos —recuerdo de pronto que Raven<br />
me dijo casi lo mismo poco después de escaparme, cuando estaba enferma y débil y no sabía si quería<br />
vivir o morir. Aquello fue hace medio año, hace una vida. Durante un segundo, me asalta la tristeza:<br />
pienso en los horizontes que se desvanecen detrás de nosotros, en las personas y los lugares que dejamos<br />
atrás, como si fueran diminutas casas de muñecas que almacenamos y acabamos por enterrar.<br />
Los ojos de Julián un tono eléctrico, reflejo del cielo, se vuelve hacia mí.<br />
—Hasta hace dos años, creía que todo era un cuento de hadas. La Tierra Salvaje, los inválidos —da<br />
dos pasos y de repente, estamos muy cerca—. Tu. Yo. Nunca lo hubiera creído.<br />
Nos separan todavía algunos centímetros, pero a mi me parece que nos estamos tocando. Entre<br />
nosotros hay una electricidad que hace que ese espacio encoja hasta desaparecer.<br />
—Yo soy de verdad —declaro, y la electricidad es como un picor, un brinco nervioso bajo mi piel.<br />
Me siento demasiado expuesta. Todo está demasiado iluminado, demasiado silencioso.<br />
Julián dice:<br />
—No creo. No estoy seguro de que pueda regresar.<br />
Sus ojos están llenos de una profundidad líquida. Quiero apartar la mirada de ellos, pero no puedo.<br />
Siento que estoy cayendo.