Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
niño pequeño. Me dio tanta vergüenza después. Uno de los manifestantes se acercó demasiado al<br />
escenario, donde estaba mi padre. Gritaba algo, pero no entendí lo que decía. Llevaba puesto un<br />
pasamontañas, y un guardia lo derribó con la porra. Curiosamente, recuerdo que oí eso: el chasquido de<br />
la madera contra su rodilla, el ruido cuando se desplomó. Entonces fue cuando mi padre debió de ver la<br />
marca de nacimiento en el dorso de la mano izquierda, como una gran media luna. La marca de mi<br />
hermano. Saltó del estrado hacía el público, le quitó el gorro y… era él. Mi hermano yacía ahí,<br />
paralizado por el dolor, con la rodilla destrozada en mil fragmentos. Nunca olvidaré la mirada que le<br />
lanzó a mi padre. Totalmente serena y también resignada, como… como si supiera lo que iba a suceder.<br />
Finalmente conseguimos salir, la policía nos escoltó hasta casa. Mi hermano iba tendido en la parte<br />
trasera de la camioneta, gimiendo. Yo quería preguntarle si se encontraba bien, pero sabía que mi padre<br />
me mataría. Fue conduciendo todo el camino a casa sin decir una palabra, sin apartar los ojos de la<br />
calzada. No sé que sentiría mi madre. Quizá no mucho, pero sé que estaba preocupada. El manual de FSS<br />
dice que nuestra obligación para con nuestros hijos es sagrada, ¿no? «Y la buena madre solo termina de<br />
dar cumplimiento a sus deberes en el cielo.» —cita en voz baja — Ella quería que lo viera un médico,<br />
pero mi padre no quiso ni oír hablar de ello. La rodilla de mi hermano tenía mal aspecto. Estaba<br />
hinchada, prácticamente como una pelota. Sudaba un montón y sentía muchísimo dolor. Yo quería ayudar.<br />
Yo quería.—le recorre un temblor —. Cuando llegamos a casa, mi padre metió a mi hermano en el sótano<br />
y lo encerró. Pensaba dejarle ahí durante un día, en la oscuridad, para que aprendiera la lección.<br />
Me imagino a Thomas Finerman; la ropa limpia y planchada los gemelos de oro que deben darle tanta<br />
satisfacción; el reloj elegante; el pelo bien arreglado. Puro, limpio, sin tacha, como un hombre que<br />
siempre duerme bien por la noche. «Te odio» pienso en nombre de Julián, que nunca ha tenido la<br />
oportunidad de decir esas palabras, de sentir el alivio que representan.<br />
—Oíamos a mi hermano gritar al otro lado de la puerta. Le oíamos desde el comedor mientras<br />
cenábamos. Mi padre nos hizo estar ahí quietos toda la comida. Nunca lo perdonaré.<br />
La única frase es apenas un susurro. Busco su mano, entrelazo los dedos con los suyos y aprieto. Me<br />
devuelve el gesto.<br />
Durante un rato nos quedamos en silencio. Luego, desde arriba, nos llega un sonido suave que pronto<br />
se divide y se convierte en miles de gotas de lluvia que golpean la acera. El agua se cuela por las rejillas<br />
y resuena en los raíles de metal de las viejas vías.<br />
—Luego, los gritos cesaron — dice Julián con sencillez, y yo me acuerdo de aquel día en la Tierra<br />
Salvaje con Raven, cuando nos turnábamos para enjuagar la frente de Blue mientra el sol salía como una<br />
ola sobre los árboles, aunque hacía bastante rato que Blue se había quedado fría. Julián se aclara la<br />
garganta —. Dijeron que había sido un accidente inesperado; un coágulo de sangre de la herida le había<br />
subido hasta el cerebro. Una posibilidad entre un millón. Mi padre no tenía forma de saberlo. Pero aún<br />
así, yo… —se interrumpe —. A partir de eso, sabes, siempre tuve mucho cuidado. Lo hacía todo bien.<br />
Era el hijo perfecto un modelo para la ASD. Incluso cuando me enteré de que la cura probablemente me<br />
mataría. Era más que miedo —dice, en un torrente apresurado de palabras —. Pensé que si cumplía las<br />
reglas, las cosas irían bien. Eso es lo que tiene la cura, ¿No? No solo por los deliria. Tiene que ver con<br />
el orden. Un sendero para cada uno. Solo tienes que seguirlo y todo irá bien. De eso va la ASD. Eso es él<br />
lo que yo creía, en lo que tenía que creer. Porque si no, solo hay caos.<br />
—¿Le echas de menos? —pregunto.