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Documento completo - SeDiCI - Universidad Nacional de La Plata

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Est E l a Bl a r d u n i (c o m p i l a d o r a)<br />

neana. Tanto en Le testament français como en otras obras suyas, el<br />

autor enfoca ciertos momentos cruciales <strong>de</strong> la Rusia soviética –estalinista<br />

y post-estalinista– <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la perspectiva <strong>de</strong>sgarrada pero lúcida<br />

<strong>de</strong>l intelectual transterrado. Makine, el exiliado, vuelve –hijo pródigo–<br />

obsesiva e incesantemente en los temas <strong>de</strong> sus novelas. Claudio Magris,<br />

narrador y ensayista italiano, sutil pensador entre cuyos intereses<br />

ocupan un lugar central las reflexiones culturales y la meditación<br />

filosófica sobre el arte y el apasionante entramado <strong>de</strong> relaciones que<br />

surgen <strong>de</strong> su ejercicio, consi<strong>de</strong>ra que Trieste, su lugar natal, es una<br />

ciudad <strong>de</strong> frontera en Utopia e disincanto (2001) el autor compara<br />

Trieste con la Dublín <strong>de</strong> Joyce, “la patria ossessiva, intollerabile e indimenticabile,<br />

così necesaria all’esule e al poeta: un grembo materno<br />

da cui si fugge e che si porta dietro”. En Danubio (Magris, 1989) habla<br />

<strong>de</strong> un viaje a través <strong>de</strong> los confines nacionales, pero principalmente a<br />

través <strong>de</strong> los confines culturales, lingüísticos, psicológicos y hasta <strong>de</strong><br />

los internos. Los límites que separan las zonas recónditas <strong>de</strong> la propia<br />

personalidad <strong>de</strong>ben ser atravesados –<strong>de</strong>clara en Utopia e disincanto–<br />

“se si vogliono conoscere e accettare pure le componenti più<br />

inquietanti e difficili <strong>de</strong>ll arcipelago che compone l’i<strong>de</strong>ntità”. Resulta<br />

pertinente, como veremos, relacionar estas observaciones <strong>de</strong> Magris<br />

con aspectos <strong>de</strong>l imaginario makineano, sobre todo en cuanto a la<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una patria inolvidable e intolerable, y la <strong>de</strong> la propia i<strong>de</strong>ntidad<br />

como un archipiélago.<br />

El testamento francés es una espléndida novela cuyo narrador,<br />

evoca <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la adultez –con una nostalgia y un lirismo intensos– los<br />

momentos más significativos <strong>de</strong> su niñez y adolescencia en una Rusia<br />

aún soviética. <strong>La</strong>s crisis, los aprendizajes y los sufrimientos <strong>de</strong><br />

Aliocha, el narrador-protagonista van perfilando los distintos rostros<br />

con que expresa y resuelve las tensiones que asaltan su existencia.<br />

Una existencia que transita entre dos mundos, el <strong>de</strong> su Rusia natal<br />

–real y concreto– y el <strong>de</strong> una Francia soñada y conocida a través <strong>de</strong><br />

los relatos <strong>de</strong> Charlotte, su abuela materna. Y es ese chico frágil e<br />

imaginativo el que se irá metamorfoseando, continuamente asediado<br />

por dos mundos antagonistas: la realidad y la ilusión, lo cercano<br />

y lo distante, la fantasía y la rutina inmisericor<strong>de</strong>. Nuestra intención<br />

es analizar cómo funcionan en el texto esos mundos divergentes y<br />

ver en qué medida la máscara actúa como intermediaria en ciertos<br />

Es c r i t u r a s d E l ot ro En au to r E s d E la l i tE r at u r a f r a n c E s a<br />

procesos <strong>de</strong> cambio protagonizados por los personajes centrales.<br />

Asumimos, entonces, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> máscara como imagen, como metáfora,<br />

como clave <strong>de</strong> lectura <strong>de</strong> algunos núcleos <strong>de</strong> sentido <strong>de</strong> la<br />

novela.<br />

El narrador <strong>de</strong> El testamento francés es Aliocha, nacido en las estepas<br />

siberianas en la era post-estalinista, nieto <strong>de</strong> Charlotte, una francesa<br />

que llegó a Rusia con su familia en los albores <strong>de</strong>l siglo xx. Des<strong>de</strong><br />

la adultez, la voz narrante –impregnada <strong>de</strong> melancolía– registra el vaivén<br />

<strong>de</strong> emociones y sentimientos ya sutiles, ya violentos y contradictorios<br />

<strong>de</strong> su niñez y su adolescencia, escindidas entre su origen ruso y<br />

su obsesión por la mítica Atlántida. Así <strong>de</strong>nomina a Francia, un mundo<br />

evocado para él por su abuela Charlotte durante los inolvidables veraneos<br />

<strong>de</strong> su infancia en Saranza, enclavada en la estepa. Nace, <strong>de</strong> ese<br />

modo, en su interior esa sensación <strong>de</strong> extrañeza, que bautizará como<br />

“el injerto francés”. Esa diferencia que lo marca profundamente y que<br />

transfigura su realidad, escindiéndola, más tar<strong>de</strong> será rechazada por<br />

él. Con la llegada <strong>de</strong> la adolescencia vendrá la pérdida inesperada<br />

y casi sucesiva <strong>de</strong> ambos padres, y los <strong>de</strong>scubrimientos <strong>de</strong>sconcertantes<br />

y a veces dolorosos que acompañan esa edad tan vulnerable.<br />

<strong>La</strong> conjunción <strong>de</strong> todas estas circunstancias lo obliga a una serie <strong>de</strong><br />

movimientos <strong>de</strong> adaptación, no siempre fáciles ni cómodos. Ciertos<br />

pensamientos lo perturban hondamente: “No podía mentirme a mí<br />

mismo, en la profunda maraña <strong>de</strong> pensamientos sin máscara, <strong>de</strong> confesiones<br />

sin ro<strong>de</strong>o –que me hacía a mí mismo–, la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong><br />

mis padres no había <strong>de</strong>jado heridas incurables” (Makine, 1997: 171,<br />

el subrayado es nuestro). Pero a la vez afirma que observa la vida <strong>de</strong><br />

ambos a través <strong>de</strong>l vaho <strong>de</strong> las lágrimas, y que lo que lo conmueve, en<br />

verdad, es el pensar en una generación sufriente, que no disfrutó <strong>de</strong><br />

su juventud. Al analizar la vida <strong>de</strong> sus padres, se <strong>de</strong>spierta en él una<br />

ira imprevista hacia Charlotte, contra su sereno universo francés, contra<br />

“el inútil refinamiento <strong>de</strong> aquel pasado imaginario”. Es entonces<br />

cuando siente emerger en él el amor por Rusia, una Rusia atravesada<br />

por la crueldad y la belleza, <strong>de</strong>spiadada y única. Se entabla en su interior<br />

una lucha feroz entre la conciencia <strong>de</strong> su pertenencia <strong>de</strong> origen<br />

y el incómodo injerto francés. Entretanto el amor a Rusia representa<br />

un <strong>de</strong>sgarramiento permanente; significa, entre otras cosas: “llevar<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí a todos los seres <strong>de</strong>sfigurados por el dolor, los pueblos<br />

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