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Documento completo - SeDiCI - Universidad Nacional de La Plata

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Est E l a Bl a r d u n i (c o m p i l a d o r a)<br />

con precisión para rescatar las figuras privilegiadas <strong>de</strong> su memoria,<br />

quedaba, lo sentía, un escaque vacío, una casilla en blanco”. 157<br />

El ardid contra la disolución y el caos se materializa en la imagen<br />

<strong>de</strong>l tablero <strong>de</strong> ajedrez, símbolo superlativo <strong>de</strong> la organización y <strong>de</strong> la<br />

estrategia mental. Se alu<strong>de</strong> también a la lucha: “En el tablero, como<br />

antes <strong>de</strong> empezar una partida, se hallaban bien alineadas, sombras<br />

heterogéneas que <strong>de</strong> algún modo formaban parte <strong>de</strong> su vida [...] los<br />

rostros <strong>de</strong> un instante y los instantes sin rostros que fueron ráfagas <strong>de</strong><br />

una felicidad impersonal [...]” (1983: 176).<br />

Pero una noche en un sueño aflora un rostro amado y olvidado que<br />

<strong>de</strong>sgarra “la seda sagrada <strong>de</strong>l olvido”. En otro sueño emerge una revelación:<br />

el dueño <strong>de</strong> ese rostro era un pintor, <strong>de</strong>dicado hasta la obsesión<br />

a un cuadro que nunca quiso mostrarle. Explicaba su reticencia<br />

la dificultad para pintar una parcela esencial, aquella <strong>de</strong> don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía<br />

afluir la luz, un cuadrado en blanco. El hombre imagina, entonces,<br />

que la casilla vacía <strong>de</strong> su tablero coinci<strong>de</strong> con esa parcela en blanco<br />

y <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> consagrarse a la búsqueda <strong>de</strong>l cuadro. Tras las huellas <strong>de</strong><br />

la enigmática obra, consigue ubicar a la madre <strong>de</strong>l pintor, la señora<br />

Bergslag, en una casa <strong>de</strong> reposo y se instala allí.<br />

<strong>La</strong> señora Bergslag es una anciana <strong>de</strong> aspecto vagamente juvenil,<br />

por quien vela Alicia, una extraña criatura vestida <strong>de</strong> monja. Alicia es<br />

también una mujer mayor que habita allí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace mucho tiempo;<br />

su “disfraz” monjil le fue consentido como una suerte <strong>de</strong> táctica terapéutica.<br />

<strong>La</strong> madre <strong>de</strong>l pintor con sus tics y sus abruptas reacciones<br />

infantiles es un espejo en el que se reflejan los miedos <strong>de</strong>l protagonista,<br />

que teme que la vejez le arrebate junto con la memoria, los nítidos<br />

contornos <strong>de</strong> su ser. Así, en un momento dado la señora Bergslag<br />

toma el sombrero panamá que él había acomodado sobre sus rodillas<br />

y se lo encasqueta hasta los ojos, riendo: “Él pensó que, <strong>de</strong> arrancárselo,<br />

la Sra. Bergslag no se hubiera inmutado. Más se dijo que, si<br />

empezara a imitarla, la frágil coherencia que le permitía <strong>de</strong>cir yo con<br />

aplomo, corría el riesgo <strong>de</strong> disiparse. Quería morir lúcido, sentir que<br />

se moría, <strong>de</strong>cirse adiós como a un caballero” (1983: 186, el subrayado<br />

es nuestro).<br />

Es muy probable que la elección <strong>de</strong>l nombre Alicia para el personaje<br />

tierno y patético <strong>de</strong> la falsa monja no sea una simple coinci<strong>de</strong>ncia.<br />

157 Cf. “El oro <strong>de</strong> la memoria” en Bianciotti, 1983, p. 175.<br />

Es c r i t u r a s d E l ot ro En au to r E s d E la l i tE r at u r a f r a n c E s a<br />

Acaso Bianciotti quiso aludir así al personaje <strong>de</strong> Lewis Carroll y sugerir<br />

la amenaza latente <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l espejo, ese territorio don<strong>de</strong> la<br />

razón resbala, don<strong>de</strong> acecha al protagonista el peligro <strong>de</strong> la disolución<br />

y <strong>de</strong>l caos. Alicia es la llave <strong>de</strong> la alteridad, <strong>de</strong>l acceso a un secreto<br />

mundo <strong>de</strong>lirante. En efecto, es también junto a Alicia que aparece la<br />

madre <strong>de</strong>l pintor con su espontaneidad infantil e incómoda, con su<br />

<strong>de</strong>sprejuicio, en las fronteras <strong>de</strong> lo irracional.<br />

Por fin, en un momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuido general, el protagonista acce<strong>de</strong><br />

a la visión <strong>de</strong>l cuadro, que estaba oculto en el cuarto <strong>de</strong> la Sra.<br />

Bergslag, cubierto por un lienzo. <strong>La</strong> visión le revela que “en lo alto<br />

<strong>de</strong> la tela, don<strong>de</strong> antaño solía aparecer Dios o su presagio, la luz, no<br />

había más que un cuadrángulo virgen, la realidad <strong>de</strong> la tela embadurnada<br />

<strong>de</strong> blanco” (1983: 199). Entonces, ahora que el tablero <strong>de</strong><br />

su pasado está <strong>completo</strong>, en lugar <strong>de</strong> la paz buscada comienzan a<br />

surgir rupturas, cortes, incoherencias. Y el escaque blanco empieza<br />

a expandirse, aboliendo gradualmente figuras y sonidos, “arrojando<br />

a la noche las figuras queridas, la música, los versos, los colores...”,<br />

<strong>de</strong>sparramando todo el contenido <strong>de</strong>l laborioso tablero. Más aún, en<br />

una brusca epifanía, todo se resuelve en blancura.<br />

En un momento <strong>de</strong> la novela <strong>de</strong> Jeannette Winterson Gar<strong>de</strong>r la<br />

flamme (2006) aparece la siguiente referencia a la memoria: “le passé<br />

fossile est toujours là, qu’on le découvre ou non […] <strong>La</strong> mémoire<br />

n’est pas comme la surface <strong>de</strong> l’eau –trouble ou sereine. <strong>La</strong> mémoire<br />

a <strong>de</strong>s strates”.<br />

<strong>La</strong> llegada a ese centro sagrado <strong>de</strong>l cuadro, vacío, comienzo y fin<br />

<strong>de</strong> la búsqueda, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un recorrido inverso hacia el pasado “fósil”<br />

–a través <strong>de</strong> esos estratos <strong>de</strong> la memoria– se revela como una<br />

trampa <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino, como un <strong>de</strong>scenso hacia el infierno <strong>de</strong> la sinrazón,<br />

en vez <strong>de</strong>l acceso al éxtasis. <strong>La</strong> catástrofe tan temida ha sucedido:<br />

“En el hombre esmerado, sentado en el sillón... no había sino un cuadrado<br />

blanco que se dilataba in<strong>de</strong>finidamente” (1983: 200).<br />

El <strong>de</strong>senlace sugiere que no hay retorno posible, sugiere también<br />

una suerte <strong>de</strong> exilio, el exilio al que conduce toda búsqueda <strong>de</strong> coinci<strong>de</strong>ncia<br />

con el pasado, empresa imposible. Es interesante confrontar<br />

esta temática con la <strong>de</strong> otros relatos <strong>de</strong> El amor no es amado.<br />

“Bagheera”, por ejemplo, es un recorrido ficcional por los recuerdos<br />

<strong>de</strong> niñez y juventud <strong>de</strong> Kipling, narrado en primera persona, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

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