Los imperios perdidos Juan Carlos GarcÃa-Ojeda Lombardo
Los imperios perdidos Juan Carlos GarcÃa-Ojeda Lombardo
Los imperios perdidos Juan Carlos GarcÃa-Ojeda Lombardo
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
puerta, todos los empleados estaban arremolinados en ella. Santiago, por su parte, hizo ademán<br />
de sentarse en una silla lateral. Luís le hizo gestos para que continuara de pie.<br />
Consiguió comunicar con la central. Preguntó a la telefonista de centralita en Madrid, si<br />
podían pasarle con el Sr. Serrano de Auditoria. Las preguntas de Herrera se dejaron oír de forma<br />
lacónica. El diálogo fue breve. Colgó el teléfono y se produjo un espaciado silencio. Por fin, dijo:<br />
“¡Lo siento, me llamó el regional el sábado por la noche a mi casa y me dijo que habían detectado<br />
gravísimas irregularidades en la sucursal! Debía estar aquí a primera hora de hoy y remover todo.<br />
Nada me dijo de tu nombramiento. ¡No se qué más decir!”<br />
Luís, bastante más sereno, dejó correr el tiempo, sin hacer comentarios. Deseaba controlar la<br />
situación. Sabía que, si quería, en sus manos estaban algunas decisiones importantes. La<br />
apuesta de Sevilla era tan fuerte e inconcebible que podía costar algunas cabezas.<br />
Cuando creyó llegado el momento de retomar la palabra, preguntó:<br />
- Dime, ¿alguien más conoce esta barbaridad<br />
- Alejandro me indicó que habían destituido a Mestayer y que detrás, ibas tu. Me habló de<br />
máxima confidencialidad y de lo importante que era que mis compañeros peinaran todos los<br />
recodos económicos de forma rápida y sigilosa.<br />
- Auditores, ¡Valiente partida de cabrones! Sois una piara de cerdos. Cuando he entrado por<br />
la puerta te he visto regodeado en tu poder. Mirando por encima del hombro. Me has<br />
sentenciando antes de entrar porque te crees infalible. Y, sin embargo, con todo tu poder, si<br />
quisiera ahora mismo estarías en la puñetera calle. Y contigo, el gilipollas que te manda. Mañana<br />
estaríais en la cola del paro tomando por culo. ¿Cómo has sido tan imbécil de pensar que esto<br />
iba a salir bien<br />
Santiago no se atrevía siquiera a levantar los ojos del suelo. Se frotaba las palmas de las<br />
manos nerviosamente. Parecía abandonado a su suerte y sin ánimo para hablar. Era consciente<br />
de que su futuro estaba en manos de Luís, y le faltaban fuerzas incluso para disculparse. Su<br />
formación espartana le hizo no derrumbarse completamente pese al absoluto fracaso de la<br />
misión. Pensaba que había sido mandado al matadero por su director con el único propósito de<br />
colmar sus deseos de venganza y sus celos incombustibles sobre cualquiera que prosperara en la<br />
empresa.<br />
Herrera era un hombre joven. Hacía dos años que había terminado la diplomatura en<br />
Económicas y, tras un proceso de selección, encontró acomodo en Credimundo. Estaba instruido<br />
en su cometido y, a su poca edad, unía la vehemencia de sus actos. Entendía su actividad<br />
profesional como un ejercicio de intransigencia ciega que le hacía sentirse inquisidor y justiciero,<br />
adoptando una postura de fuerza dentro de su trabajo. La empresa había contribuido<br />
notablemente a dotarlo con esos poderes cuasi omnímodos. Dadas las circunstancias del<br />
mercado de trabajo, no eran muchos los universitarios que, recientemente terminados sus<br />
estudios, podían adoptar posturas autoritarias frente a compañeros de mayor edad o formación.<br />
Ahora, en cambio, se sentía débil y con los ojos, impetraba suplica a Luís.<br />
Éste, mirándolo a la cara, ya había pasado de la indignación a la conmiseración. “La vida es<br />
dura para todos, -pensó-. Este tío está instruido para joder. No sabe el significado de la palabra<br />
piedad. Merece irse a la puta calle. Por otro lado, si aprende algo de esto, es posible que se de<br />
cuenta de que en la vida hay que transigir y no creerse irrefutable”<br />
Luís no quería eternizar el problema y con ánimo de zanjar el asunto preguntó:<br />
- Imagino que no tienes autorización por escrito para esta auditoria, ¿verdad<br />
- Creí que me la darían a posteriori<br />
31