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Los imperios perdidos Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

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- Cuando te pares y disfrutes con lo que ves, cuando no te observes, esa sensación<br />

desaparecerá. No importa lo que pase a tu alrededor. ¡Desaparecerá!<br />

Luís se levantó y comenzó a andar sin rumbo por el salón. En ese momento, entró Aurora que<br />

volvía del trabajo. Sintió alivio. La saludó con efusividad e insistió en invitarlas a almorzar en un<br />

restaurante. Isabel se sintió animada al comprobar la ilusión de Aurora. Mientras se arreglaban,<br />

Luís fue a la cocina a tomar una cerveza para aplacar la sed. Le dolía la garganta y sudaba<br />

profusamente.<br />

En la habitación del cuarto de plancha, Luís advirtió sobre una vieja vitrina una serie de fotos<br />

colocadas simétricamente. Aparecían equipos en los que había militado su padre. En una de ellas,<br />

aparecía de pie, con un niño que no conocía. El niño estaba arrodillado con un balón entre las<br />

manos. Era de esas fotos antiguas en blanco y negro, que después habían sido coloreadas en<br />

estudio. <strong>Los</strong> figurantes posaban con unas tonalidades rosáceas en la piel. Si a ello se mezclaba<br />

además un cielo de color amatista, la imagen era casi irreal. En la parte inferior, se leía la<br />

siguiente dedicatoria “A Isabel, por una mañana maravillosa. David. Sevilla 11.3.1952” Luís no<br />

podía apartar la vista de ella. Le llamaba la atención, pese al retoque fotográfico, el gesto de<br />

serenidad y paz que transmitía su padre. “Debe ser el hijo de un directivo del Sevilla, -pensó-.<br />

Nunca había visto esta foto. Está perfectamente conservada.”<br />

- Ese niño es Salva, el hijo del masajista del Jerez. Papá era el ídolo de ese chico. –Dijo<br />

Aurora al entrar en la habitación-. Me lo dijo mamá. En esa foto ya habían fijado la fecha de la<br />

boda.<br />

- ¿Qué le pasa a mamá La noto como si estuviera ausente. Sigue aferrada a los fantasmas<br />

del pasado, como si no importara el presente.<br />

- ¡Mamá se nos muere, Luís! –Dijo Aurora conmovida-. Tiene un proceso cancerígeno en los<br />

ganglios. No nos va a durar mucho.<br />

- ¿Cómo es posible –Preguntó Luís, perplejo.<br />

- Hace ya un mes que lo sabe. Sin embargo está fuerte. No se ha desmoronado. Una vez<br />

más, está demostrando ser más mujer que cualquier otra. Además, ahora atraviesa una especie<br />

de proceso místico y cree que está próximo el momento del reencuentro con papá.<br />

- ¡Joder! No me lo esperaba.- Exclamó Luís entre sollozos. Y añadió - ¿Qué tiempo le queda<br />

de vida<br />

- Nadie lo sabe. El proceso que sea, me tocará a mí. Llevo toda la vida con ella y no<br />

cambiaría ni uno solo de los segundos que me tocó vivir a su lado. Me ha enriquecido tanto que,<br />

ahora que se aproxima el final, quiero estar junto a ella y devolverle parte de lo que ella me dio.<br />

- ¡Me haces sentir mal y vacío! Tengo sensación de haber perdido cosas muy bellas de la<br />

vida.<br />

- Nuestra madre es especial. Hay que ser especial para soportar tanto sin doblegarse.<br />

- ¿Debo hablarle algo de esto en la comida<br />

- ¡Ni se te ocurra! Quiere preservarte de las malas emociones. Siempre te ha considerado<br />

frágil. Dice que la figura del padre es fundamental en un hijo varón y que tuviste mala suerte. ¡No<br />

digas nada!<br />

- ¡Vanos al restaurante!, -dijo Luís con los ojos enrojecidos.<br />

La comida transcurrió apacible. Luís intentó, en todo momento, no desviar la conversación<br />

hacia temas escabrosos. Enseñó fotos de los niños y les habló del proyecto del chalet.<br />

Ya por la tarde, las acompañó a la casa. Tuvo intención de no cerrar la visita sin hablar con<br />

franqueza de la nueva situación que estaba por venir. Determinó, no obstante, aceptar la<br />

recomendación de su hermana y reprimió el instinto de preguntar a su madre si podía hacer algo<br />

por ella. Estaba confuso. No sabía si, quien realmente necesitaba consuelo, era él mismo.<br />

Pensaba que era muy pronto para perder a su madre. Pensaba, y le remordía, el poco amparo<br />

que le había dispensado.<br />

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