Los imperios perdidos Juan Carlos GarcÃa-Ojeda Lombardo
Los imperios perdidos Juan Carlos GarcÃa-Ojeda Lombardo
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Toda la actividad comercial y de servicios parecía concentrarse en dos avenidas en ángulo<br />
recto, núcleos de las oficinas bancarias y gabinetes profesionales. El resto de viales hacia el sur,<br />
terminaban en la imponente edificación de la Catedral. Siempre que anduvo por allí, le llamó la<br />
atención la escasa promoción que se hacía del edificio. Nunca vio turistas alrededor de la iglesia.<br />
Le llamó siempre la atención el silencio que se percibía en la Plaza de Santa María, donde solo se<br />
oía el rumor de las conversaciones de los grupos de viejos que se juntaban por las mañanas a su<br />
amparo.<br />
Las cifras de rentabilidad de la oficina de Credimundo en Jaén, ponían de manifiesto la<br />
limitada oferta industrial de la que disponía la ciudad y su provincia. Esos datos mediocres, eran<br />
acallados por la buena gestión que realizaba Javier al frente de la oficina. Por ello, era preciso que<br />
situaciones, como la que justificaba la presencia de Luís en Jaén, no se produjeran. Un golpe de<br />
morosidad en una sucursal frágil, podía poner en peligro su supervivencia.<br />
Tras recoger a Javier, Luís se dispuso a entrevistarse con el director provincial del banco al<br />
objeto de tratar cuanto antes el problema. Se encaminaron por el Paseo de la Estación hacia<br />
arriba, con dirección a la Plaza de las Palmeras. Allí estaba la sede del banco.<br />
Tras una larga espera, por fin pudieron acceder al despacho del delegado, Ángel Santos,<br />
quien les comunicó un cambio de planes. Convenía marchar a Torredonjimeno para estudiar in<br />
situ el problema. Luís y Javier, aceptaron el planteamiento.<br />
Ya en el coche, Javier explicaba con más detalle el problema. Se trataba de la concesión de<br />
un crédito a un cliente del banco para la adecuación de una gravera. El préstamo había resultado<br />
moroso y se adeudaban cuatro amortizaciones. En función de la nula capacidad de reembolso del<br />
prestatario, Vázquez había optado por poner el expediente en manos del letrado local, para que<br />
procediera a la ejecución judicial del crédito. Se daba la circunstancia, de que la operación estaba<br />
avalada por el alcalde de la localidad y, por tanto, la interposición del litigio, colocaba al banco en<br />
una situación delicada en la plaza. El Ayuntamiento, además, canalizaba todas sus operaciones a<br />
través del banco, que era, en definitiva, quien había dado la cara al momento de formalizar el<br />
contrato. Credimundo, como tal, se había limitado a formalizar la operación.<br />
- Es un problema la falta de contacto que tenemos con los clientes. Este sistema crediticio<br />
de intermediación, nos deja fuera de toda la actividad comercial. Somos meros dadores de<br />
préstamos. – Dijo Luís-.<br />
- ¡Es cierto! Hasta que no hay incidencias, no conocemos a la gente a la que prestamos<br />
dinero. – Dijo Javier, al tiempo que Ángel Santos asentía con la cabeza<br />
La carretera que une Jaén con Torredonjimeno era simplemente nefasta. Pese a la escasa<br />
distancia, apenas veinte kilómetros, lo sinuoso de las curvas y el mal estado del firme, hacían casi<br />
insoportable el camino.<br />
- ¿Dónde termina esta carretera – Preguntó Luís aburrido de curvas y badenes<br />
- Enlaza con la general que va a Córdoba y Sevilla. –Respondió Javier-. Termina en un<br />
pueblecito de la provincia de Córdoba que se llama El Carpio. Allí hay una azucarera.<br />
Al pronunciar Javier el nombre del El Carpio, una sacudida recorrió el cuerpo de Luís. El<br />
Carpio era el pueblo en el que murió su padre, en aquel desdichado accidente de tráfico. Nunca<br />
se había interesado por la ubicación del pueblo, ni como acceder a él. Ahora, en medio de aquel<br />
severo verano, asimilaba que estaba recorriendo la misma carretera que su padre transitó por<br />
última vez. Nuevamente, las ideas confusas le asaltaron. Sintió una agotadora dispersión mental.<br />
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