27.01.2015 Views

Los imperios perdidos Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

Los imperios perdidos Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

Los imperios perdidos Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Anuló todas las citas y reuniones que tenía para los días de celebración del curso. Intentó<br />

auto convencerse de la necesidad de no angustiarse prematuramente y dejar pasar los<br />

acontecimientos en espera de épocas mejores. Quiso olvidarse de sus angustias y de la<br />

sensación canalla de que estaba perdiendo una parte de su vida, que nadie le devolvería, entre<br />

contratos, reuniones, amistades hipócritas, comidas sin sentido y morosos. Determinó no mirar<br />

atrás, cuando una larga melena cubría su cabeza y andaba por la calle sintiéndose el rey de las<br />

aceras.<br />

Hubo un tiempo, al cumplir los veinticinco, en el que se preocupó por el paso de los años.<br />

Temió haber equivocado el rumbo de la vida. No asimiló los años que estuvo estudiando. Estaba<br />

convencido que su meta en este mundo, era más primitiva que conocer los detalles de las<br />

magnitudes económicas de las mercantiles. Siempre quiso ser futbolista. Tampoco le hubiera<br />

importado ser el encargado de un faro o pastor e, incluso, guardia rural perdido en una casa entre<br />

la sierra. En los malos momentos, tuvo una cierta sensación de pérdida y estafa. Había estudiado<br />

por inercia, como cualquiera de los alumnos que terminan COU y ni se plantean acceder al<br />

mercado de trabajo.<br />

Cuando cumplió los veinticinco, hizo la primera mirada retrospectiva. Hubo algunas cosas, en<br />

ese análisis, que no le gustaron. Era muy joven para asumir decisiones trascendentes. Era muy<br />

posible que se equivocara. Era viejo para seguir sin preocupaciones. Cuando cumplió los treinta,<br />

parte de esos vacíos se esfumaron. Se disiparon merced a la pérdida de egoísmo. Su matrimonio<br />

con Ana y su estatus de padre, otorgaron un rango menor a esos quebrantos mentales. Se olvidó<br />

de sus impulsos primarios y se adaptó a la nueva situación.<br />

Su trabajo le había supuesto una estabilidad económica suficiente. Quedaban atrás esos<br />

años de exploración interior como único medio de sentirse vivo. Ya no era preciso chequear la<br />

salud mental, para saber si la vida discurría por el buen camino. En su interior, abominaba todo<br />

cuanto rodeaba su trabajo. Pero era incuestionable que había conseguido el equilibrio necesario<br />

para soportar su etiqueta de hombre de empresa.<br />

En el periodo inicial de su trabajo con Credimundo estuvo tentado en varias ocasiones de<br />

dimitir. No se aclimataba a los hábitos impuestos por las direcciones departamentales y no tenía<br />

fuerzas para moldearlos a su gusto desde su insignificante posición. El espaldarazo definitivo, a<br />

nivel personal, lo tuvo cuando fue invitado a la convención anual de la empresa que se celebró en<br />

Suiza. Aquel viaje colmó sus aspiraciones. Siempre se había sentido atraído por aquel país.<br />

Estaba enamorado de las tonalidades de verdes que había visto en fotos. De los pueblos y<br />

fachadas decoradas de las casas. Del agua que nacía y discurría por doquier. Credimundo, que<br />

tan insatisfecho lo tenía, le dio la oportunidad de realizar su sueño: ver un atardecer junto al<br />

nacimiento del Rhin.<br />

Luís voló a Madrid dejando atrás una montaña de papeles sin clasificar en lo alto de la mesa.<br />

Carpetas de morosos sin analizar y llamadas sin contestar. Debía hacer un curso para aprender lo<br />

que había venido haciendo por su cuenta durante algunos meses. La guinda a aquella situación,<br />

la ponía la presencia de Alejandro.<br />

Una vez en Madrid, comprobó que el curso que impartían no era tal. Se trataba de una<br />

sucesión de entradas y salidas de los despachos de los directivos donde se les transmitía una<br />

serie de consignas, frecuentemente interrumpidas por el teléfono, las secretarias y la lectura del<br />

periódico. Era una carrera ciega contra el reloj. Cuestiones ya sabidas, se repetían cansinamente<br />

en un burdo intento de liberar al maestro de responsabilidad, descargando las posibles<br />

consecuencias sobre el discípulo. Este era el auténtico propósito de la visita a Madrid; los<br />

directivos se lavaban las manos de cualquier incidencia negativa que pudiere producirse en el<br />

futuro.<br />

50

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!