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Capítulo 3. Nuestro patrimonio intangible<br />

güino en la que los hombres saltaban como estos simpáticos habitantes<br />

<strong>de</strong> la zona costera marina. Este danzar era el “kewanex”, durante<br />

el cual los onas se pintaban con dibujos que representaban elementos<br />

<strong>de</strong>l cielo y la tierra, <strong>de</strong> los fenómenos naturales, animales y plantas.<br />

Se consumaba también una imitación o pantomima <strong>de</strong> los leones marinos;<br />

se celebraba asimismo una danza fálica y se mostraba, en raras<br />

ocasiones, un pequeño ser, llamado Olum, que oficiaba como un<br />

chamán <strong>de</strong> gran po<strong>de</strong>r curativo; por eso se le llamaba el “recreador<br />

<strong>de</strong> la vida”.<br />

Un núcleo esencial <strong>de</strong>l complejo simbolismo <strong>de</strong>l Hain era la oposición<br />

inicial entre las fuerzas masculinas asociadas con el sol, y las femeninas<br />

enlazadas con la Luna. Las fuerzas <strong>de</strong>l día son cálidas, diáfanas,<br />

expansivas, y se enfrentan con los rayos fríos, pálidos, <strong>de</strong> la noche<br />

lunar. A pesar <strong>de</strong> que en la sociedad ona patriarcal, las potencias solares<br />

masculinas <strong>de</strong>bían prevalecer, era necesaria una reconciliación.<br />

Para ello, lo femenino, afuera <strong>de</strong> su faceta nocturna y gélida, <strong>de</strong>bía<br />

ser aceptada también en su dimensión benéfica, maternal, creadora.<br />

Esto se evi<strong>de</strong>nciaba cuando Xalpen era reconocida como madre <strong>de</strong>l<br />

niño resplan<strong>de</strong>ciente K’ terren y ante la presencia <strong>de</strong> Tamtan, la hija<br />

<strong>de</strong> la luna. Pero esta dualidad <strong>de</strong> frialdad y creación en lo femenino<br />

hablaba <strong>de</strong> ambivalencia, lo que confirmaba el apremio por controlar<br />

el peligro potencial <strong>de</strong> las fuerzas lunares, femeninas.<br />

El Hain era así un rito don<strong>de</strong> las mujeres aceptaban el control masculino<br />

mediante la repetición <strong>de</strong> un rito. El rito <strong>de</strong>l Hain don<strong>de</strong> una<br />

procesión <strong>de</strong> actores-espíritus infundía temor y recreaban una historia<br />

mítica. El dilema ineludible que surge entonces es, si los hombres reunidos<br />

en la choza ceremonial <strong>de</strong>l Hain realmente creían en la autenticidad<br />

<strong>de</strong> la representación <strong>de</strong>l rito o si sólo la consumaban a sabiendas<br />

<strong>de</strong> la falsedad <strong>de</strong> los espíritus (que sólo eran hombres) y con el<br />

único propósito <strong>de</strong> sostener una dominación sobre el sector femenino<br />

<strong>de</strong> la población. El antropólogo Gusin<strong>de</strong> era partidario <strong>de</strong> esta última<br />

opinión. Pero no así para Chapman porque esta autora estima que “la<br />

psicología <strong>de</strong>l teatro se fusionaba con la certidumbre <strong>de</strong> una fe religiosa<br />

en lo sobrenatural, lo profano se fusionaba con lo sagrado”.<br />

Antes <strong>de</strong> su <strong>de</strong>saparición histórica, el Hain era un cuarzo iridiscente<br />

en el que brillaba una po<strong>de</strong>rosa y compleja imaginación. Una refulgente<br />

llama creadora. Hoy, el Hain es un fuego apagado. Pero no<br />

totalmente si su fantasía sobrevive en nuestra mirada asombrada.<br />

El Hain, el mito <strong>de</strong> dios y la luna<br />

Hace mucho, mucho tiempo, Krren, el sol, y Krah, la luna, vivían en<br />

la tierra <strong>de</strong> los Onas. En esa época las mujeres dominaban a los varones,<br />

a quienes trataban como a sirvientes, obligándolos a cumplir con<br />

las tareas más bajas. Entonces eran ellos los encargados <strong>de</strong> cargar los<br />

110<br />

Aunque no la veamos, la cultura siempre está<br />

Patrimonio Intangible <strong>de</strong> la Argentina<br />

MIRADAS DE LA ARGENTINA

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