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Liberarte_Vol_3_No_1_Septiembre_Diciembre_2008

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ebé.‖ Añadió que había tomado pastillas para úlcera con el fin de abortar a su bebé. Después detomarlas, dejó de percibir los movimientos de su bebé dentro de ella. Ahora, estaba preocupadapuesto que no sangraba ni veía indicaciones del aborto.La chica empezó a hacerme preguntas sobre su embarazo y a darme detalles de los cambios quehabía experimentado desde que intentó a abortar para ver si yo podía decirle si su bebé seguíavivo. --―Tengo miedo porque no había mucha sangre. <strong>No</strong> creo que falleció el bebé.‖ Lo único quepude decirle era --―Yo no puedo decirle nada a usted porque yo no soy doctora, pero cuando entreen la oficina del doctor, él le dirá.‖ --―Pero si mi bebe siguiera viviendo, yo no lo querría.‖ Ella teníamiedo de que su bebé todavía estaba vivo, y que, de ser así, que ella le había hecho un dañoirreparable.Quería decirle, ―Hay muchos lugares en que puedes abortar seguramente, por favor, hazlo, nodebes ser forzada a tener este hijo como resulta de una experiencia tan mala como la que viviste.<strong>No</strong> debes tener un recuerdo por el resto de tu vida de una experiencia en la que toda tu dignidad,toda tu fuerza, todo tu derecho de tomar decisiones, toda tus opciones, fueron arrancadas de ti deforma violenta. <strong>No</strong> debes vivir con este peso, no debes mirar a esta criatura en la cara cadamañana cuando te despiertes y darle las buenas noches antes de dormir.‖Pero no pude. Le dije, ―Según la ley, en Ecuador no se puede abortar, y como este hospital espúblico, no se aborta aquí. El doctor puede hablar con usted de otras opciones si no quiere cuidarde su bebé después de que nazca.‖Ella salió de la oficina. Yo no podía respirar. La siguiente chica entró en seguida, y por poco meatraganté con sollozos en mi garganta al preguntarle su dirección. Me torturaba la idea de tener unser humano en mi vientre sin saber si estaba muerto o vivo, vivir con la idea que había intentado amatar a algo dentro de mí, y que además, si naciera vivo, que tendría un hijo que quise matar. <strong>No</strong>me di cuenta hasta después de esta experiencia de la magnitud de lo que me esta joven me habíadicho. Asumí la conducta de una máquina, caminé a mi casa sin ver mis alrededores, entré en micasa agotada y desilusionada, quería llorar pero estaba tan frustrada conmigo misma por no haceralgo para ayudar, por no ser capaz de hacer más de lo que hice, por mi castellano que no meservía en situaciones delicadas, por la carencia de esperanza que experimentaban lasadolescentes en el hospital, que me entregué al abandono. Mi único recurso era repetir ―Lo siento,lo siento mucho‖: mi pobre manejo del castellano fue en parte responsable de mi incapacidad deexpresar una calidad más elevada de compasión.Pensé en mi país, en donde una chica violada puede irse a una agencia especializada comoPlanned Parenthood u otro lugar parecido y pedir un aborto , en donde no es necesario hacer algoilegal y peligroso para quitarse el fruto de una experiencia dolorosa que niega el derecho másíntimo que de una persona. Nunca había pensado mucho en este tema antes, aunque en miexperiencia universitaria en los EEUU había tenido debates largos (y abstractos) sobre el derecho

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