Hace poco la política entró de golpe en la alcoba, la invadió intempestiva, estrepitosamenteponiendo en peligro ciertos derechos ya conquistados por las mujeres, esos que resguardannuestras vidas, el cuidado de nuestros cuerpos y nuestras libertades sexuales. El aborto estuvo enel centro del debate entre la cúpula de la iglesia oficial católica y el movimiento de mujeres.Presidida por Monseñor Arregui, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, miembroactivo del Opus Dei y Arzobispo de Guayaquil, esa cúpula conformada por hombres célibesdefendió ―el derecho a la vida desde la concepción sin excepciones‖, con lo cual se sentenciaba amuerte a miles de mujeres. Esa facción de la iglesia católica, la más conservadora y elitista, seinvolucró de lleno en el proceso electoral; a través de campañas hechas desde el púlpito, enmedios de comunicación social e inclusive en la plaza pública, llamó a sus feligreses a votar por elno, es decir a reprobar la reforma constitucional propuesta por la Asamblea Constituyente deMontecristi, y que fue sometida a escrutinio popular en septiembre de <strong>2008</strong>. Dos lemas usados porlas feministas jóvenes durante el proceso electoral grafican el repudio de las mujeres a laingerencia de la iglesia: ―Saquen sus rosarios de nuestros ovarios‖ y ―En mi cuerpo mando yo.‖Los colectivos de mujeres organizadas en torno a sus derechos lograron, a través de unaconstante presencia y presión en Montecristi, que la nueva Carta Política del Ecuador recogieramuchos planteamientos que constan en la Agenda de las Mujeres, en cuya elaboración trabajaron,horas de horas durante meses, diversas organizaciones populares y no gubernamentales demujeres junto con el Consejo Nacional de las Mujeres (Conamu) y en la cual ―se plasman suspropuestas y visiones en torno a un Estado democrático, laico, incluyente, respetuoso de lasdiversidades y que garantiza la participación ciudadana y femenina de manera igualitaria yparitaria.‖ Así fue como la defensa de la vida de las mujeres y su libre elección sexual, que porcierto ya constan en la Constitución de 1998, han sido ratificadas y ampliadas.Varias cosas estuvieron en juego en esa disputa político-legal, entre ellas un modelo tradicional defamilia, es decir el modelo el patriarcal. Defendido por la iglesia católica oficial y la iglesiaevangélica, este modelo se cimienta en el control de la sexualidad de las mujeres. Consiste enobligarnos a que nuestros cuerpos sirvan únicamente de receptáculos para la reproducción de laespecie y a cualquier costo. En cambio, los tipos de familia que constan en la nueva Constituciónson más cercanos a nuestras prácticas, intereses y necesidades cotidianas; han sido elaborados apartir de nuestras experiencias y de nuestro derecho al placer. Entre otras cosas se reconoce loshogares monoparentales (generalmente encabezados por mujeres).<strong>No</strong> me sumo a las corrientes feministas, principalmente la liberal, que solo le apuestan al poder queejercen los cambios legales y materiales sobre las relaciones de género (aunque mucho ayudan,ciertamente). Adscribo a las corrientes feministas pos-estructuralistas y posmodernas,principalmente aquellas que se preocupan de los aspectos culturales y simbólicos. Tampoco suelovalerme de las cifras estadísticas para sostener mis argumentos; sí las aprovecho paraacompañarlos e ilustrarlos. Las de las últimas elecciones son inquietantes. De las 533.684
personas que votaron por el <strong>No</strong>, el 56,4% fueron mujeres. Asimismo, el porcentaje de mujeres quevotaron por el sí (61,74%) es menor que el de hombres (66,24%) y hubo un porcentaje altísimo devotos por el <strong>No</strong> en el área urbana del municipio de Sanborondón al que pertenecen las lujosasciudadelas donde residen algunas familias guayaquileñas de las elites.Esas cifras no permiten afirmar que todas las personas que votaron por el <strong>No</strong> hayan acogido elllamado de las iglesias católica y evangélica y de los grupos que se autodenominan ―pro-vida‖, perosí suponer que alguna relación existe. También plantear preguntas y, por qué no, asociarlos con eltema central de este artículo: la familia patriarcal. ¿Por qué en una coyuntura política como ladescrita, donde estuvieron en juego poderes que favorecían o perjudicaban a las mujeres, unsignificativo número de mujeres prefirieron respaldar las propuestas más sexistas y tradicionales yno las contenidas en la Agenda de las Mujeres? ¿Para qué mujeres trabajamos las feministas?Fugazmente pasaron por mi retina esas miradas suspicaces de algunas estudiantes jóvenes,cuando en ciertos espacios académicos me reconozco feminista. Recordé también una frase quede tanto en tanto leo en entrevistas hechas a jóvenes artistas e intelectuales ecuatorianas: Yo nosoy feminista, declaración cuyo sentido todavía no logro descifrar.Las experiencias de las mujeresMientras ese bullicio electoral congestionaba nuestras vidas cotidianas, me encontraba puliendoseis narraciones sobre la vida de Quito casa adentro contada por seis mujeres que nacieron enesta ciudad, entre 1913 y 1927, una investigación que me mantuvo ocupada durante 2007. Elegícomo narradoras a quiteñas con fama de buenas cocineras, para que el tema principal de lasconversaciones fuera la cocina. Y elegí este tema porque quería conversar sobre asuntos de losque ellas disfrutan cuando hablan, ya que los conocen y se sienten seguras. En efecto, estuvieronmuy cómodas y contentas mientras me contaban sobre sus inventos culinarios, sus recetas, susaccidentados experimentos.Venciendo el miedo al qué dirán y al ridículo ―que disuelve los prestigios a carcajadas,‖ porquetodas nacieron en el seno de familias conocidas de la capital, dejaron escapar algunos secretos dela vida casa adentro. Aflojando sus pudores, poco a poco, con mucho cuidado fueron abriéndonoslas puertas de un mundo escasamente explorado en los estudios sobre la historia de mujeres en elEcuador, o en las investigaciones hechas desde perspectivas feministas y de género, presumo queporque los estudios de la Mujer, los de género, los feministas, las políticas y la planificación degénero, así como el activismo se han concentrado en el mundo público. Mi intención al haberelegido el espacio privado, las familias conocidas y la vida cotidiana es justamente difractar ―unacierta forma de entender el fenómeno investigado,‖ difractar las formas conocidas y reconocidas deinterpretar las relaciones de género en el Ecuador, escapar de esa suerte de ―populismo‖ en el que
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en la Respuesta dice ―que no sabe
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Finalmente, Sor Juana dice que ella
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Andrew Quitmeyer se pregunta si es
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¿Puede explicar esto?Andrew Quitme
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uena voluntad de los voluntarios. C
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fue atacado por un brujo malvado y
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Liminar. (del lat. liminaris). adj.