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Liberarte_Vol_3_No_1_Septiembre_Diciembre_2008

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uena voluntad de los voluntarios. Casi siempre, durante las dos semanas que pasamos juntos, sepresentaba una inestabilidad dentro de la obra mayor que a veces amenazaba con hacernoszozobrar. Por ejemplo, el segundo día del taller, Alvaro y yo llegamos al lugar de encuentro yhallamos un salón vacío debido a que surgieron problemas de transporte con los participantes.Algunas autoridades escolares decidieron retirar su colaboración del proyecto aduciendo que losestudiantes perdían valiosas horas de instrucción y que no podían prescindir de ellas. El grupo deltaller: que incluía miembros y voluntarios asociados a la Federación de Barrios del <strong>No</strong>roccidente dePichincha, tomó la determinación de no aceptar la decisión y utilizando el poder de un gringogrande (yo) y de una cámara de video, invadimos cada una de las unidades educativas hastaalcanzar la buena voluntad de las autoridades y los permisos necesarios para seguir adelante.A veces, hasta los asuntos más simples se presentaban con dificultades. Durante el cuarto día detrabajo alguien olvidó la llave del candado del aula que la Sede de la Federación nos habíaamablemente cedido. Todos nos dedicamos entonces a hacer de improvisados cerrajeros y abuscar formas de ingresar a nuestro ―sitio de trabajo‖. . . Con el paso del tiempo aprendí a apreciarla volatilidad del clima cultural que me acogía, tenía la ventaja de mantenerme despierto y deobligarme a improvisar y hacer cambios en un proceso de animación que típicamente se presentacomo rígido. Muchas de estas revisiones han sido ahora, integradas permanentemente comomejoras en el manual de implementación del taller.Por supuesto que el proyecto en sí habría sido enteramente superfluo sin los niños. Sus actitudesfueron asombrosas. En un taller convencional, he observado que los niños atraviesan una seriedefinida de fases. Durante los primeros cinco minutos su entusiasmo se eleva con bosquejos desus dibujos animados preferidos. Luego, esta alegría inicial se triza súbitamente una vez que losniños comprenden la cantidad considerable de pensamiento y escritura necesarios para la creaciónhasta de las animaciones más simples. Algunos de los niños se comportan como si prefirieran queles sacara dientes a que yo los guíe por los pasos necesarios de pre-producción y que resultanindispensables antes de llegar a la diversión de disfrazarse o de participar animando sus dibujos enuna computadora. Finalmente, para cuando los niños se encontraban ya lo suficientementemotivados como para lanzarse a realizar más animaciones, el taller terminaba.Los niños que formaron parte del Rincón del Relato, por otro lado, me asombraron con su fortaleza.Desde un inicio, trabajaron tesoneramente y mantuvieron ese entusiasmo y determinación durantela duración de un taller tremendamente exigente. Y considérese que estamos hablando de niñosque además de su tarea escolar deben asumir las dificultades de su inserción al mundo del trabajo.Algunos de ellos debían levantarse con el amanecer para reunir cartones para el reciclaje, pasar eldía temerosos de sus profesores y luego trabajar en las calles vendiendo helados, chicle osoplando fuego en la intersección de una avenida antes de volver a sus hogares a hacerse cargode sus hermanos menores. Pese a ello, al enfrentarse con la tarea formidable de escribir, dibujar,grabar y animar sus propias creaciones, no se quejaron en lo mínimo

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