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Liberarte_Vol_3_No_1_Septiembre_Diciembre_2008

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Me sumergí en la familia quiteña, no para homenajear sus concepciones y prácticas, como suelehacerse en algunas investigaciones históricas sobre la ciudad, sino para rastrear las huellas de lasubjetividad femenina en un espacio tradicional, regido por un modelo patriarcal, como el quepredominó tanto en las familias donde nacieron las narradoras, como en las que ellas formaron.Elegí la familia para poner al descubierto el funcionamiento de las relaciones de género en la vidacotidiana de la ciudad, desde el punto de vista de las mujeres que las experimentaron (nuestrasmadres y abuelas), porque esa institución social es la que organiza la convivencia, la sexualidad yla procreación, es el espacio donde aprendemos a construir nuestros afectos, valores, hábitos,costumbres, actitudes, etc. En la familia convergen nuestra biografía personal y la historia social deun lugar y de una época. Así, reflexionar sobre la experiencia de las mujeres dentro de familias tancercanas a las nuestras, significa reflexionar sobre una porción importante de nuestra experienciapersonal y de nuestra subjetividad.En la familia es donde se llevan a cabo las tareas de cuidado y protección, donde existe unaintimidad compartida, donde se establecen las responsabilidades que otras instituciones sociales,como la escuela, la iglesia y el Estado controlan y sancionan, sostiene la investigadora feministaargentina Elizabeth Jelin. Y agrega que la familia es también un lugar de consumo de los bienes yservicios que produce una sociedad, lo cual requiere que sus miembros inviertan trabajo y tiempoen comprarlos y consumirlos. Buena parte de las actividades domésticas corresponden a esastareas, que en sociedades como la ecuatoriana han estado, hasta hace poco, principalmente acargo de mujeres: las amas de casa y las empleadas domésticas. Dentro de la familia se negocian,disputan o imponen las relaciones entre marido y mujer, entre padre/hijos/hijas; entremadre/hijos/hijas; entre hermanos y hermanas y con el resto de la parentela que suele compartirese espacio.En las narraciones ellas rememoran, a través de costumbres, de anécdotas, de acontecimientos dela vida cotidiana, el lugar que hemos ocupado las mujeres, hasta hace poco, en los espaciospúblicos y privados de la ciudad. Al mismo tiempo ponen al descubierto el terso funcionamiento delpoder patriarcal, de esa autoridad ejercitada por el hombre, jefe del hogar y padre de familia, asícomo el deber de la esposa de atender las necesidades domésticas, sexuales y afectivas de sumarido. La familia patriarcal es el espacio en el cual el padre y jefe de familia ha podido ejercitar supoder sin vigilancia y con poca censura. Los primeros en desafiar la autoridad patriarcal entre laselites latinoamericanas, principalmente en ciudades como Buenos Aires, México, Río de Janeiro,Sao Paulo, Santiago de Chile fueron los hijos, adoptando estilos de vida diferentes, otras opcionesprofesionales, diferentes formas de consumo y de ejercicio de la sexualidad. La autonomía de lashijas y de las esposas es mucho más tardía y reciente; ha sido posible desde que las mujerescomenzaron a trabajar fuera de sus hogares, y desde que las feministas y mujeres organizadas entorno a un movimientos, cuestionamos, en toda América Latina, el trabajo doméstico gratuito; lastareas de crianza gratuitas; la organización social basada en la reproducción; la división entre lo

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