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Liberarte_Vol_3_No_1_Septiembre_Diciembre_2008

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Un pequeño tramo de mi presentación, sin embargo, se rehusaba a desaparecer de la discusióndebidoen su mayor parte, me parece, a que causaba en ellos perplejidad. ―¿Puede explicar esto?‖me preguntaba con insistencia el jefe de la organización, respecto a un corto animado que tratabasobre dos dragones con aliento de fuego que perseguían a un mago malévolo (el mago mostrabaun gran parecido con mi persona). Les conté entonces sobre el origen de estos cortos, hechos enun taller de narrativa multimedia, sin fines de lucro, con niños, con el objetivo de enseñarles agenerar sus propios relatos. Expliqué entonces que mi idea era elaborar talleres similares endistintas partes de la ciudad para después poner los cortos de los niños al aire, entre laprogramación televisiva existente, con el doble propósito de ofrecer un servicio a la comunidad y delograr que los niños desarrollen su aprecio por el trabajo de sus pares. Esto nos llevó a una largadeliberación china entre los concurrentes que duró hasta que el traductor dijo, ―nos gusta mucho laidea pero, qué quiere decir ―sin fines de lucro‖‖?--―Significa que no producimos utilidades directamente de los talleres‖.--―<strong>No</strong> entendemos‖.--―Pues que los talleres se realizan de manera gratuita miǎnfèi” .-- “ Eso no tiene sentido” .Era de esperarse que el grupo no encontrara sentido en esa parte de la propuesta, se tratabadespués de todo, de un negocio y el objetivo de todo negocio es generar dinero. <strong>No</strong> importa cuánnoble la propuesta, la realidad final se mantenía igual: tendríamos que encontrar una manera degenerar fondos. Yo estaba satisfecho trabajando con el estudio, aunque desilusionado porque losúnicos que se beneficiarían directamente de estos talleres serían los hijos del privilegio, puesto quetendrían que producir las sumas importantes de dinero que el estudio exigía.Esto me llevó a rememorar mi experiencia en el Ecuador y el hecho de que, de alguna forma,pudimos eludir las restricciones del provecho, la ganancia y empezar a ayudar directamente aaquellas personas que más lo necesitan. Llegué a Quito en mayo del <strong>2008</strong> con equipo deproducción y con muchas ganas de ponerlo a trabajar. Ya que había estado produciendo talleresde producción animada en los EEUU por un par de años se me había ocurrido que sería posibleque alguien se interesara en producir una versión en miniatura de mis talleres con algunos niñosecuatorianos. Hacia el final del primer día, sin embargo, me encontré atónito debido a laconvocatoria que mi contacto en Ecuador, Alvaro, había logrado. Mientras que en los EEUU, parainiciar una sesión, yo debía exprimir a la comunidad durante mucho tiempo para lograr voluntariose interesados, me encontré con un grupo estupendo de catorce estudiantes y un número casi igualde voluntarios, todos, ansiosos de iniciar la experiencia. Nunca antes había tenido el lujo de unasesión con un número tan grande de voluntarios fervorosos.Esto no es para decir que las cosas funcionaron más fácilmente en el Ecuador. La pobreza de mimanejo del castellano facilitaba la constante aparición de inconvenientes, incluso al margen de la

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