narrativa, trata sobre la progresiva corrupción moral de sus protagonistas. En el caso de ―Ataúd decartón‖, la corrupción toca de cerca tanto a observados como a observador, en oposición a los dosprimeros cuentos de su colección Cabeza de Gallo, ―cabeza de gallo‖ y ―primeras palabras‖ endonde la corrupción toca a los protagonistas en el momento en que reciben la mirada del Otro (ungallo enterrado, en espera de ser sacrificado, una figura quemada de Cristo, una niña abandonadapor su padre a cambio de unas monedas). DA reparte la culpa del infanticidio por medio del recurso(tecnológico) de una comunicación fallida: primero un ―número equivocado‖, hacia el final, elequívoco de la mirada, entretanto, las ―letras equivocadas‖ que constituyen el relato en su totalidad.La equivocación es entonces la clave, una vocación por la equidad, un error equitativo puesto que―Ataúd de cartón‖ no hace referencia exclusiva a la precaria envoltura que aloja el cadáverdescartado en el relato, también marca el lugar de la literatura, el libro.El texto de DA opera así como un juego de manos, la transferencia culposa de un objeto del quelos participantes abominan. El cuerpo del niño, entregado a un hombre que luego dispone de élcomo basura: un significante—el deshecho humano de una sociedad—que hiere mor(t)almente (¿)a quien lo tiene, primero su madre, luego su padre, finalmente, al/la lector/a.Al igual que los textos de Hemingway y Saer, DA no interfiere ( o se abstiene en la medida de loposible) en la tarea de evaluar los actos de sus personajes. Hacia el final del relato, dosenterradores, trabajadores del cementerio, comparten con el protagonista y el hombre de la caja,una ronda de aguardiente. Precisamente en el momento posterior a la confesión parcial del hombrede la caja, uno de los enterradores irrumpe, dice: ―--Se perdió mi carreta—gritó uno de los viejos,interviniendo y echándonos los brazos encima, por sobre los hombros‖. Páginas antes, mientras elnarrador sigue al hombre de la caja entre escombros y basura, hace este comentario: ―Sobre todo,quedaron profundamente grabados en mi animo dos detalles de aquel cuadro perturbador. En unade esas nauseabundas pilas de corrupción, vi una vieja carretilla clavada de punta, con los brazosal aire, y a su lado, clavada asimismo, una pala de albañil, cuyo cabo veíase adornado de cintascomo el brazo de una guitarra).‖La puesta de las manos del enterrador en los hombros del narrador y del hombre de la caja vinculaa los tres personajes, la figura es precisamente la de la carretilla atrapada en la inmundicia. Lostres hombres hacen de sepultureros: el uno de oficio, el otro de su hijo, el último de su propiadignidad. Una vez asegurada la destrucción mutua de los personajes, el relato prosigue a extenderla culpa hacia el mundo externo: ―<strong>Vol</strong>vió a reír y escupió otra vez hacia un lado. Pero como ya erael amanecer, el escupitajo cayó sobre el nuevo día‖.―Ataúd de cartón‖ no concentra ni disuelve la culpa y la corrupción moral que provoca el infanticidio,ubica la sordidez plenamente en la realidad de la pobreza y, lejos de abandonar la temática en lanitidez de la explicación económica, transfiere la responsabilidad y la culpa hacia el voyerista
lector, convertido simbólicamente en el portador incómodo, en la forma del libro que transporta, deun cadáver insepulto y en tránsito perpetuo hacia el basural de su conciencia.En todo esto, el género de este relato incomoda, se trata de prosa, ciertamente, pero de un tipo y deuna dimensión extrañamente poética (si por poesía entendemos un lenguaje que llama la atenciónsobre sí mismo). Los diálogos de DA parecen más simulaciones discursivas que verdaderos actosde comunicación, sus descripciones y metáforas más direcciones escénicas de montaje queelementos vitales al argumento. Casi es posible pensar en todo el relato como un gran preludio alenunciado sentencioso de la última oración del texto, un cuento que existe en relación ancilar conla poesía y a la vez una poesía en deuda atroz con la realidad.¿Cómo enseñar esta literatura? La pregunta demanda y requiere de la aflicción, de la participaciónincómoda y dolorosa en una realidad desconocida voluntaria y personalmente por la mayoría. Y esmás, la pregunta exige una respuesta pública a esa demanda. ¿Cuál es el costo (académico,personal, institucional) de buscar esa respuesta, de importar esa pregunta al interior de un salón declases? ¿Y cuál el costo de no hacerlo? La literatura del aborto y del infanticidio, de la violencia yde la corrupción, la narrativa que aborda la complejidad moral y humana de una decisión imposible,y que requiere la flexibilidad de admitir ambigüedades contradicciones y falencias, de no sobrevivirel tránsito hacia el diálogo educativo se convierte, con facilidad, en su contrario, en el aborto de laliteratura.Sangre en las manos de Laura Pérez de Oleas ZambranoSangre en las manos es, sin duda, el documento más importante que existe en la literaturaecuatoriana sobre la temática del aborto. La obra, que se publica en 1951? Y que resultacontemporánea de la de DA, ofrece un recuento novelado de eventos ocurridos en Quito casi 15años antes cuando la policía capturó y recluyó en el penal García Moreno a Carmela Granja, unapartera conocida que realizaba abortos clandestinos en Quito y que fue condenada por la muertede una joven quiteña de posición acomodada. El suceso provocó revuelo y escándalo en Quitocomparable a los eventos escandalosos cubiertos por González Suárez, casi medio siglo antes, ensu Historia General de la República.La obra de Pérez de Oleas Zambrano opera al interior de un extraordinario registro discursivo, supropia condición novelesca es puesta en duda debido al mecanismo de enmarcación que laenvuelve. La obra consta de un prólogo, una oblación, un proemio, ocho ―escenografías‖ y un CoroAdmonitivo. Adicionalmente, cada segmento está precedido por un epígrafe alternante, primero delmoralista francés Le Rochefoucauld y después del existencialista francés Jean Paul Sartre.Así, la obra se emparenta directamente con la tradición dramática clásica y en particular, lo quepodríamos llamar en el Ecuador, el teatro cubista.
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