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Liberarte_Vol_3_No_1_Septiembre_Diciembre_2008

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narrativa, trata sobre la progresiva corrupción moral de sus protagonistas. En el caso de ―Ataúd decartón‖, la corrupción toca de cerca tanto a observados como a observador, en oposición a los dosprimeros cuentos de su colección Cabeza de Gallo, ―cabeza de gallo‖ y ―primeras palabras‖ endonde la corrupción toca a los protagonistas en el momento en que reciben la mirada del Otro (ungallo enterrado, en espera de ser sacrificado, una figura quemada de Cristo, una niña abandonadapor su padre a cambio de unas monedas). DA reparte la culpa del infanticidio por medio del recurso(tecnológico) de una comunicación fallida: primero un ―número equivocado‖, hacia el final, elequívoco de la mirada, entretanto, las ―letras equivocadas‖ que constituyen el relato en su totalidad.La equivocación es entonces la clave, una vocación por la equidad, un error equitativo puesto que―Ataúd de cartón‖ no hace referencia exclusiva a la precaria envoltura que aloja el cadáverdescartado en el relato, también marca el lugar de la literatura, el libro.El texto de DA opera así como un juego de manos, la transferencia culposa de un objeto del quelos participantes abominan. El cuerpo del niño, entregado a un hombre que luego dispone de élcomo basura: un significante—el deshecho humano de una sociedad—que hiere mor(t)almente (¿)a quien lo tiene, primero su madre, luego su padre, finalmente, al/la lector/a.Al igual que los textos de Hemingway y Saer, DA no interfiere ( o se abstiene en la medida de loposible) en la tarea de evaluar los actos de sus personajes. Hacia el final del relato, dosenterradores, trabajadores del cementerio, comparten con el protagonista y el hombre de la caja,una ronda de aguardiente. Precisamente en el momento posterior a la confesión parcial del hombrede la caja, uno de los enterradores irrumpe, dice: ―--Se perdió mi carreta—gritó uno de los viejos,interviniendo y echándonos los brazos encima, por sobre los hombros‖. Páginas antes, mientras elnarrador sigue al hombre de la caja entre escombros y basura, hace este comentario: ―Sobre todo,quedaron profundamente grabados en mi animo dos detalles de aquel cuadro perturbador. En unade esas nauseabundas pilas de corrupción, vi una vieja carretilla clavada de punta, con los brazosal aire, y a su lado, clavada asimismo, una pala de albañil, cuyo cabo veíase adornado de cintascomo el brazo de una guitarra).‖La puesta de las manos del enterrador en los hombros del narrador y del hombre de la caja vinculaa los tres personajes, la figura es precisamente la de la carretilla atrapada en la inmundicia. Lostres hombres hacen de sepultureros: el uno de oficio, el otro de su hijo, el último de su propiadignidad. Una vez asegurada la destrucción mutua de los personajes, el relato prosigue a extenderla culpa hacia el mundo externo: ―<strong>Vol</strong>vió a reír y escupió otra vez hacia un lado. Pero como ya erael amanecer, el escupitajo cayó sobre el nuevo día‖.―Ataúd de cartón‖ no concentra ni disuelve la culpa y la corrupción moral que provoca el infanticidio,ubica la sordidez plenamente en la realidad de la pobreza y, lejos de abandonar la temática en lanitidez de la explicación económica, transfiere la responsabilidad y la culpa hacia el voyerista

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