han sido atrapados los estudios de género, no solo en el Ecuador sino en la mayoría de países deAmérica Latina.Elegí la memoria como método para acercarme a las experiencias de esas mujeres, y a sus formasparticulares de sumisión y rebeldía ejercitadas en un lugar particular y en una época: Quito en elsiglo XX. En esas narraciones está recogida parte de la vida privada de un grupo social y de ungénero, material que ayudará a construir los rápidos cambios experimentados por tresgeneraciones de mujeres durante el siglo XX en esta ciudad. Las narraciones ilustran lasdiferencias y continuidades entre las experiencias de sus madres, las suyas y las de sus hijas,nacidas en la segunda mitad del siglo XX. Las narraciones rozan la textura del tiempo, su puedeoler el interior de esas casonas donde transcurrió su infancia, el de los tradicionales platos de lacocina quiteña. También palpar esa rígida separación entre lo público masculino y lo privadofemenino, propio de funcionamiento de las familias quiteñas hasta hace poco, cuando el modelopatriarcal reinaba sin sombras. Fue esa separación, en la que se sustenta dicho modelo, la que lesimpidió trabajar fuera de casa y recibir por ello una remuneración, como les habría gustado. Añoranno haber asistido a la universidad, no haber obtenido una profesión y haberla practicado, tal comosus padres, sus hermanos y sus maridos. Una habría querido ser médica, otra ingeniera, otrapintora; la que más lejos llegó, por haber vivido en el extranjero, se arrepiente de no haberterminado sus estudios universitarios en E.U.<strong>No</strong> estamos hablando de la prehistoria sino una época muy cercana a la nuestra, estamoshablando de la vida nuestras madres y abuelas, la que transcurrió en el Quito del siglo XX bajo unmodelo familiar que las sometió a la dependencia económica, intelectual y amorosa, que les nególa libertad para tomar sus propias decisiones.Lo que silencian esas narraciones es el tema de la sexualidad, terreno en el que ninguna entró;tampoco yo me animé a empujar esa puerta, la de la castidad y del deseo, tema vedado en esageneración de mujeres, porque como apunta Carlos Monsiváis ―¿Cómo decirle a alguien que nosea el confesor los sucesos de la alcoba (que es el estuche del alma)?‖. Dejé que la narracióncobrara su propio ritmo y dirección, que ellas trazaran el sendero sin presiones. Hablaron deacontecimientos de otra época, de los lugares de diversión, ocio y encuentros, de costumbresdesaparecidas, de viajes hacia otros lugares, de sus viajes interiores, de sus pesares ysufrimientos. Hablaron de sus madres y padres, de sus hermanas y hermanos, de sus amigas,vecinos, maridos, hijos, hijas, nietos, nietas y hasta bisnietos.Elegí solo a mujeres porque me interesa iluminar esos rincones propios, esos pequeños reinosdonde ha transcurrido la vida de muchas ecuatorianas hasta hace poco. Las elegí para que narrenlas relaciones de género dentro de la familia cuidando de que sus voces sobresalgan, de que eltejido de esas narraciones no fuera hilado solo con la vida de los otros (marido, hijos, hijas,hermanos, hermanas), para que las hebras no procedieran solo de los demás ni se extendieran
solo hacia ellos y ellas, como suele suceder entre mujeres demasiado acostumbradas a practicar elaltruismo.En las narraciones tramé esas experiencias con la mía buscando comprenderme, descubrir máselementos de mi propia condición, la de mujer, feminista, heterosexual, mestiza quiteña, eintelectual a principios del siglo XXI. Traté de conectarme con mi pasado, con mis raíces buscandohuellas que me conduzcan hacia otras facetas de nuestra misteriosa subjetividad, que de tanto entanto nos trampea. Compartimos lo que nos asemeja, lo que nos acerca por el hecho de habervivido en una misma ciudad, pertenecer a un mismo grupo social y haber sido socializadas bajo unmismo modelo de familia: nuestra condición de madres y abuelas, el amor por las plantas yanimales, por el tejido, el bordado y la costura, el gusto por la buena comida, los viajes, la vida enpareja, los parientes, la gente amiga y conocida.La experiencia es un concepto clave en los estudios de género y feministas, porque es aquello conlo que se construye la subjetividad, aquello que hace de alguien lo que es, dice Merleau Ponty. <strong>No</strong>es que exista, como sostuvieron, en los años setenta del siglo XXI, aquellas feministas queinauguraron la corriente denominada ginocrítica, una continuidad entre la experiencia y el texto,pues de hecho no hay una relación directa entre las palabras y las cosas. Más bien la experiencianarrada por una persona es, de por sí, una interpretación, a la vez que algo que debe serinterpretado. Tampoco es real, como lo hizo la ginocrítica, universalizar la experiencia de lasmujeres, asumir que somos idénticas por el hecho de ser mujeres. Resulta que las mujeres notenemos un pasado común que nos identifique a todas, porque nuestras experiencias estánmoldeadas por la clase social a la que pertenecemos, la generación, la etnia, el lugar, la raza, lareligión, la orientación sexual y algunas cosas más que a veces nos distancian más de lo quenuestro género nos acerca. Es en este territorio diverso donde nos construimos como sujetas.Me he valido del término ―conocidas‖ para ubicar socialmente a las familias de las narradoras. Conello quiero resaltar que sin formar parte de la aristocracia, llamada así porque sus apellidoscorresponden a los de los grandes propietarios de haciendas y plantaciones (sustentan suabolengo en la propiedad de la tierra), comparten sus estilos de vida. Es el consumo dedeterminados bienes materiales y culturales lo que las acerca a las familias de la aristocraciaquiteña blanco-mestiza, que desde principios del siglo XX adoptó una serie de patrones estéticos,culturales y materiales, europeos sobre todo, para distinguirse del resto de la población de laciudad marcando su propio estilo. Y es que el gusto, siguiendo a Bourdieu, no es algo innato,natural, sino una disposición adquirida que permite marcar diferencias mediante una operación dedistinción.Quien protege despoja
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Andrew Quitmeyer se pregunta si es
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¿Puede explicar esto?Andrew Quitme
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uena voluntad de los voluntarios. C
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fue atacado por un brujo malvado y
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Liminar. (del lat. liminaris). adj.