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Liberarte_Vol_3_No_1_Septiembre_Diciembre_2008

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han sido atrapados los estudios de género, no solo en el Ecuador sino en la mayoría de países deAmérica Latina.Elegí la memoria como método para acercarme a las experiencias de esas mujeres, y a sus formasparticulares de sumisión y rebeldía ejercitadas en un lugar particular y en una época: Quito en elsiglo XX. En esas narraciones está recogida parte de la vida privada de un grupo social y de ungénero, material que ayudará a construir los rápidos cambios experimentados por tresgeneraciones de mujeres durante el siglo XX en esta ciudad. Las narraciones ilustran lasdiferencias y continuidades entre las experiencias de sus madres, las suyas y las de sus hijas,nacidas en la segunda mitad del siglo XX. Las narraciones rozan la textura del tiempo, su puedeoler el interior de esas casonas donde transcurrió su infancia, el de los tradicionales platos de lacocina quiteña. También palpar esa rígida separación entre lo público masculino y lo privadofemenino, propio de funcionamiento de las familias quiteñas hasta hace poco, cuando el modelopatriarcal reinaba sin sombras. Fue esa separación, en la que se sustenta dicho modelo, la que lesimpidió trabajar fuera de casa y recibir por ello una remuneración, como les habría gustado. Añoranno haber asistido a la universidad, no haber obtenido una profesión y haberla practicado, tal comosus padres, sus hermanos y sus maridos. Una habría querido ser médica, otra ingeniera, otrapintora; la que más lejos llegó, por haber vivido en el extranjero, se arrepiente de no haberterminado sus estudios universitarios en E.U.<strong>No</strong> estamos hablando de la prehistoria sino una época muy cercana a la nuestra, estamoshablando de la vida nuestras madres y abuelas, la que transcurrió en el Quito del siglo XX bajo unmodelo familiar que las sometió a la dependencia económica, intelectual y amorosa, que les nególa libertad para tomar sus propias decisiones.Lo que silencian esas narraciones es el tema de la sexualidad, terreno en el que ninguna entró;tampoco yo me animé a empujar esa puerta, la de la castidad y del deseo, tema vedado en esageneración de mujeres, porque como apunta Carlos Monsiváis ―¿Cómo decirle a alguien que nosea el confesor los sucesos de la alcoba (que es el estuche del alma)?‖. Dejé que la narracióncobrara su propio ritmo y dirección, que ellas trazaran el sendero sin presiones. Hablaron deacontecimientos de otra época, de los lugares de diversión, ocio y encuentros, de costumbresdesaparecidas, de viajes hacia otros lugares, de sus viajes interiores, de sus pesares ysufrimientos. Hablaron de sus madres y padres, de sus hermanas y hermanos, de sus amigas,vecinos, maridos, hijos, hijas, nietos, nietas y hasta bisnietos.Elegí solo a mujeres porque me interesa iluminar esos rincones propios, esos pequeños reinosdonde ha transcurrido la vida de muchas ecuatorianas hasta hace poco. Las elegí para que narrenlas relaciones de género dentro de la familia cuidando de que sus voces sobresalgan, de que eltejido de esas narraciones no fuera hilado solo con la vida de los otros (marido, hijos, hijas,hermanos, hermanas), para que las hebras no procedieran solo de los demás ni se extendieran

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