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148mentada en los recientes decenios. En el actual talantehistórico desencantado la noción formalistade la belleza intemporal tiene cada vez menos sentido.Han adquirido prominencia modelos de labelleza más oscuros y circunscritos a su tiempo, locual ha inspirado una revaloración de la fotografíadel pasado; y, en una aparente revuelta contralo Bello, las generaciones recientes de fotógrafosprefieren mostrar el desorden, destilar una anécdotacasi siempre inquietante, antes que aislar una«forma simplificada» (expresión de Weston) en últimainstancia tranquilizadora. Pero a pesar de lasmanifiestas pretensiones de una fotografía indiscreta,improvisada, con frecuencia cruda, de revelar laverdad y no la belleza, la fotografía todavía embellece.En efecto, el triunfo más perdurable de la fotografíaha sido su aptitud para descubrir la bellezaen lo humilde, lo inane, lo decrépito. En el peorde los casos, lo real tiene un pathos. Y ese pathoses la belleza. (La belleza de lo pobre, por ejemplo.)La célebre fotografía que Weston hizo en1925 a uno de sus muy queridos hijos, «Torso deNeil», parece bella por las proporciones del modeloy por la composición audaz y la iluminaciónsutil; una belleza que resulta de la maestría y elgusto. Las crudas fotografías iluminadas con undestello que Jacob Riistomó entre 1887 y 1890 parecenbellas por elvigor del tema, los hoscos y difusoshabitantes de edad indeterminada en un barriobajo de Nueva York, y por lo atinado de un encuawww.esnips.com/weblLinotipo

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