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73composición, Arbus sí era refinada. Y sus motivospara fotografiar no eran en absoluto periodísticos.Lo que puede parecer periodístico, y aun sensacionalista,en las fotografías de Arbus, la ubica másbien en la tradición principal del arte surrealista:el gusto por lo grotesco, la profesión de inocenciarespecto de los modelos, la pretensión de que todoslos temas son meros objets trouvés.«Jamás elegiría un tema por lo que significapara mí cuando pienso en eso», escribió Arbus,tenaz exponente del conato surrealista. Cabe presumirque los espectadores no han de juzgar a lagente que ella fotografía. Por supuesto, la juzgamos.Y la propia gama temática de Arbus es en símisma un juicio. Brassaí, que fotografió gente comola que interesaba a Arbus -véasesu «LaMómeBijou», de 1932-, también hizo tiernos paisajesurbanos, retratos de artistas célebres. «Instituciónmental, Nueva Jersey, 1924», de Lewis Hine, podríaser una fotografía tardía de Arbus (salvo quelos dos niños mongoloides que posan en el céspedestán fotografiados de perfil y no de frente); los retratoscallejerosque Walker Evans hizo en 1946 enChicago son material Arbus, así como varias fotografíasde Robert Frank. La diferencia radica en elalcance de otros temas, otras emociones que fotografiaronHine, Brassaí, Evans y Frank. Arbus esauteur en el sentido más restringido, un caso tanespecial en la historia de la fotografía como CiorgioMorandi, que pasó medio siglo haciendo nawww.esnips.com/weblLinotipo

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