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No te preocupes, es sólo una película<br />
Antes hice la pregunta: "Por qué funcionan los cortes?" Sabemos que ellos funcionan.<br />
Pero aun así es más sorprendente cuando uno piensa en la violencia de lo que realmente<br />
está sucediendo: en el momento del corte, hay una instantánea discontinuidad total del<br />
campo visual.<br />
Retomé la pregunta una vez que volvía a la sala de montaje después de algún tiempo en<br />
una sala de mezcla de sonido (donde todos los movimientos son suaves e incrementales)<br />
al espantarme ante la brutalidad del proceso de corte. El "paciente" se fija a la tabla y:<br />
¡Whack! ¡Esto/Aquello! ¡Esto no, eso sí! ¡<strong>En</strong>tra o sale!. Cortamos a la pobre película<br />
con una guillotina en miniatura y pegamos juntos a los pedazos desmembrados como al<br />
monstruo del Dr. Frankenstein. La diferencia (diferencia milagrosa) está en que fuera de<br />
esta carnicería, nuestra creación a veces puede ganar, no sólo una vida, sino también un<br />
alma. Lo que a todos nos deja asombrados, porque el desplazamiento instantáneo<br />
logrado por el corte no es nada parecido a lo que experimentamos en la vida cotidiana.<br />
Estamos acostumbrados a tales saltos, por supuesto, en la música (Beethoven fue el<br />
innovador y maestro de esto) así como en el ámbito de nuestro propio pensamiento: la<br />
manera en que un pensamiento obnubilará a todo lo demás de repente, y, a su vez, es<br />
reemplazado por otro. Pero en las artes dramáticas, (teatro, ballet, ópera), no parece ser<br />
posible una manera de lograr el desplazamiento instantáneo total: después de todo, la<br />
maquinaria de la escena a lo sumo puede moverse rápido. ¿<strong>En</strong>tonces por qué funcionan<br />
los cortes? ¿Tienen alguna base oculta en nuestra propia experiencia?, ¿o son una<br />
invención que satisface la conveniencia de los directores de cine, y las personas,<br />
simplemente, de algún modo, se han acostumbrado a ellos?.<br />
Bien, aunque a "diario" la realidad parece ser continua, existe otro mundo, en el que<br />
además invertimos una tercera parte de nuestras vidas: el "noche-a-noche", la realidad<br />
de los sueños. Las imágenes en los sueños son mucho más fragmentadas y se cortan de<br />
manera mucho más extraña y más abrupta, que las imágenes de la vigilia y la realidad,<br />
de manera que se aproximan, por lo menos, a la acción producida por el corte.<br />
Quizás la explicación sea tan simple como eso: aceptamos al corte porque se parece a la<br />
forma en que las imágenes se yuxtaponen en nuestros sueños. De hecho, la rudeza del<br />
corte puede ser uno de los motivos importantes que producen la similitud entre las<br />
películas y los sueños. <strong>En</strong> la oscuridad del cine, nos decimos, en efecto, "Esto se parece<br />
a la realidad, pero no puede ser la realidad porque es visualmente discontinuo; por<br />
consiguiente, debe ser un sueño."<br />
Junto con estas líneas, es revelador que las palabras con las que un padre acostumbra a<br />
reconfortar a un niño asustado por una pesadilla sean: "No te preocupes, querido, es<br />
sólo un sueño". Los sueños aterradores y las películas tienen un poder similar para<br />
vencer a las defensas, defensas que son, por otra parte, eficaces contra libros, o pinturas,<br />
o músicas igualmente aterradoras. Es difícil imaginar esta frase: "No te preocupes,<br />
querido, es sólo una pintura."<br />
El problema con todo esto es que la comparación entre películas y sueños es interesante,<br />
y probablemente sirva, pero es relativamente árido a la hora de hechos prácticos: