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intuitivamente, sin tener que decirlas, y no me sorprendería que sea parte de nuestra<br />
estrategia para negociar con los demás.<br />
Cuando sugerimos que un actor es malo, no estamos diciendo ciertamente que él es una<br />
mala persona; simplemente estamos diciendo que esta persona no está metida<br />
totalmente en el personaje cuanto él quiere que creamos, y que está nervioso por eso. Se<br />
puede ver esto claramente en las campañas políticas, donde hay a veces una distinción<br />
vívida entre quién alguien es, y quién ellos quieren que los votantes crean que son: algo<br />
siempre estará "mal" en la proporción y momento en que estas personas parpadean.<br />
Eso me devuelve a una de las responsabilidades centrales del editor, que es establecer<br />
un ritmo interesante, coherente en emoción y pensamiento en los instantes más<br />
diminutos y en los más grandes, que le permitan al público creer en ellos y en la<br />
película. Sin saber porqué, una película mal editada molestará al público y éste se dirá<br />
inconscientemente, "hay algo disperso y nervioso en la manera en que la película se<br />
desarrolla, la manera en que se presenta. Por consiguiente, no me voy a brindar a la<br />
película tanto como puedo." <strong>Un</strong>a película buena, bien editada, se parece a una extensión<br />
elaborada de los propios sentimientos del público y sus pensamientos, y el público por<br />
consiguiente, se le brindará.<br />
N del T. Para más sobre Walter Murch, en su rol de editor de sonido, ver "Walter Murch<br />
(entrevista)" por Vincent LoBrutto, en Estudios Cinematográficos, Centro <strong>Un</strong>iversitario<br />
de Estudios Cinematográficos, México, año 2, núm. 5, 1996.