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"Recorte los pedazos malos"<br />
Hace ya muchos años, con mi esposa, Aggie, regresamos a Inglaterra para nuestro<br />
primer aniversario de bodas (ella es inglesa, pero nos casamos en los Estados <strong>Un</strong>idos) y<br />
allí me encontré por primera vez con algunos de sus amigos de la niñez.<br />
¿Qué es lo que hace?" preguntó uno de ellos, y contesté que estaba estudiando edición<br />
de películas. "Oh, edición", dijo él, "eso es donde se recortan los pedazos malos." Por<br />
supuesto, me indigné y (educadamente) le dije: "Es mucho más que eso. Editar es<br />
estructurar, colorear, dinamizar, manipular el tiempo, y otras cosas, etc., etc.". El<br />
pensaba, evidentemente en el cine casero: "Oop, aquí hay un pedazo malo, recórtelo y<br />
pegue el resto." Realmente, veinticinco años después de andar por el camino, he<br />
empezado a respetar su sabiduría inconsciente.<br />
Porque si, en cierto sentido, editar es recortar los pedazos malos, la pregunta<br />
fundamental es, ¿qué hace malo a un pedazo? Cuando usted está grabando un video<br />
casero y la cámara anda vacilante, ése es obviamente un pedazo malo, y está claro que<br />
quiere recortarlo. La meta de una película casera es normalmente bastante simple: un<br />
registro sin reestructurar, de eventos en tiempo continuo. La meta de las películas<br />
narrativas es mucho más complicada, debido a la estructura de tiempo fragmentada y a<br />
la necesidad de mostrar estados interiores, por lo que se vuelve mucho mas complicado<br />
proporcionalmente, el identificar lo que es un "pedazo malo." Además, lo que es malo<br />
para una película, puede ser bueno para otra. De hecho, una manera de enfocar el<br />
proceso de fabricación de una película, es pensar en ello como la búsqueda de los<br />
"pedazos malos" para esa película en particular en la que está trabajando. <strong>En</strong>tonces, el<br />
editor se embarca en una búsqueda para identificar ésos "pedazos malos" y recortarlos,<br />
tal que al hacerlo no rompa la estructura de "los pedazos buenos" que quedan.<br />
Lo que me lleva a los chimpancés.<br />
Hace aproximadamente unos cuarenta años, después del descubrimiento de la estructura<br />
de doble-hélice del ADN, los biólogos esperaban tener el mapa de la arquitectura<br />
genética de cada organismo. Por supuesto, ellos no esperaban que la estructura del ADN<br />
se pareciera al organismo que estaban estudiando (de la manera que un mapa de<br />
Inglaterra es parecido a Inglaterra), sino que cada punto en el organismo, se<br />
correspondiera de algún modo, a un punto equivalente en el ADN.<br />
No es lo que encontraron, sin embargo. Cuando empezaron a comparar estrechamente<br />
los ADN del ser humano y del chimpancé, se sorprendieron al descubrir que son<br />
sorprendentemente similares. Tan parecidos (noventa y nueve por ciento idénticos)<br />
como para que el ADN sea inadecuado para explicar todas las diferencias obvias entre<br />
nosotros y los monos.<br />
¿Pero de dónde salen las diferencias?<br />
Los biólogos se vieron obligados a comprender que debe de haber algo más -aún bajo<br />
mucha discusión- que controla el orden en que los varios pedazos de información<br />
guardados en el ADN son activados y los modos en que esa información se activa<br />
cuando el organismo crece.