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ALEILTON FONSECA376sé. Las gentes somos unos tristes, hasta los montes, fíjese... Distinto de tiemposbuenos, nosotros y nuestro fijo benjamín, Manu aquí vivito y colean<strong>do</strong> –¡Dios lollame para allá!–, ciertos cambios son obras del tiempo. Extraño a Manu, que hoyhabita una fosa flori<strong>da</strong>, que yo siempre cui<strong>do</strong>. El día de los muertos me gusta lavisita, charlo con él, le cuento las nove<strong>da</strong>des. Yo aquí, mientras no me voy conél, a la más segura mora<strong>da</strong>, conservo un deseo. Yo querría saber sobre nuestrohijo, que desapareció por el mun<strong>do</strong>. Vivir es un peligro, pero to<strong>da</strong>vía tengo unatriza de esperanza. ¿Quién conoce el futuro? Quien tiene esperanza la aprovecha.Ño Guimarães y Manu, en sus tamañas parlas, los <strong>do</strong>s combinaban. Pues escuche:Manu le contó una historia, después Ño Guimarães contó la misma, conpalabras otras, unas muy difíciles de saber para uno, pero lin<strong>da</strong>s. Uno contaba,otro añadía, se reían, yo miran<strong>do</strong> nomás, sin ganas de escuchar ladri<strong>do</strong>s de perros,maulli<strong>do</strong>s de gatos, mugi<strong>do</strong>s de vacas, o cantarolas de pajaritos. Una na<strong>da</strong>.Solo prestaba atención a un cuento que saboreaban con café y pita<strong>da</strong>s. Pues.Hubo esa época buena, muchas parlas. Después Ño Guimarães viajó demasia<strong>do</strong>lejos, y nosotros nos quedábamos esperan<strong>do</strong> que pasara otra vez porel interior. Que cayera por acá. Pero no venía. A veces Ño Manuelzão pasabaarrean<strong>do</strong> gana<strong>do</strong>, nosotros in<strong>da</strong>gábamos. Él nos ponía al tanto que Ño Guimarãesestaba ca<strong>da</strong> vez más con lo de la fama, más y más importante, en laciu<strong>da</strong>d grande, sin tiempo de venir a parlar con nosotros. La gran ciu<strong>da</strong>d es así,encanta y cambia a las personas. Dios las proteja. Los hijos de una se van paraallá, nunca más vuelven; unos a veces, solo en las fiestas. Se vuelven otro tipo degente. Muchos viven y se terminan por allá nomás, una se conforma solo con losrecuer<strong>do</strong>s. Los hijos de ellos desconocen el pasa<strong>do</strong>, borran a los parientes de sumemoria, sin que siquiera reste amistad. ¿Usted es de allá? ¿O fue de esos? ¿Quélo trae a usted a nuestros pagos de ese principio de mun<strong>do</strong>?La gran ciu<strong>da</strong>d enre<strong>da</strong> y aprisiona a la persona en sus entrañas. Nuestro hijose fue, desapareció por allá, se hizo polvo en la confusión de tantas piernas. Unlugar que decían de gran riqueza, <strong>do</strong>nde el dinero se ganaba fácil. Una vez fuimosallá, después de <strong>do</strong>s días de viaje en un ómnibus bien grande. Pero, ¡qué viajeincómo<strong>do</strong>! Nos disgustó. Dios me libre de vivir en un lugar de esos. Una genteto<strong>da</strong> apura<strong>da</strong>, preocupa<strong>da</strong>, nadie le <strong>da</strong> los buenos días al prójimo. Después de untiempo por allá, nuestro hijo no mandó más noticias; nos que<strong>da</strong>mos con el corazónen la mano, sin saber su paradero. Desapareció de dirección. Fue entonces, undía lo supimos, por un reca<strong>do</strong> que llegó, man<strong>da</strong><strong>do</strong> aquí a la puerta. Él, un hombrehecho, ya canean<strong>do</strong>, desapareció sin dejar noticias. Por lo menos que yo sepa. Conese aviso de desaparecimiento, tuve un soplo de río en los ojos. ¿Y había remedio?Mi viejo se puso recto, en oración, enderezan<strong>do</strong> la espina torci<strong>da</strong>, en el totaltranquilo de sus postreros entristecimientos. Era lo duro ese saber, to<strong>do</strong>s se <strong>da</strong>bancuenta. Un hijo que perdíamos y, justamente por eso, recibíamos para siempre enel recuer<strong>do</strong>. Esperábamos, zafras y zafras, que volviera. ¿Dónde an<strong>da</strong>ba? ¿Se casó?¿Tuvo hijos? No vino más, hasta que se nos secó la esperanza, en cuanto la noti-

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