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cupa<strong>do</strong>s, le habrán puesto un somnífero en el vaso de leche y estarán ahora alacecho, con la mano en la cacha de los revólveres y rifles, caballos ensilla<strong>do</strong>s yescarban<strong>do</strong> el suelo en la puerta del frente, y husmean<strong>do</strong> el sabor de la venganza,que en ellos sería cruel? Jonas se estremece. Va a arrojar un pedregullo contrala hoja de la ventana, arriesgán<strong>do</strong>se a que lo descubran de una vez y lo bajena tiros, como a un ratero nocturno, cuan<strong>do</strong> se abre una franja de la ventana ysurge, encuadra<strong>da</strong> como en un marco, la cara tensa de Celina. Jonas le hace unaseñal. Ella aumenta la abertura, se sube al antepecho y se deja caer a la grupade Passarinho, que acepta la sobrecarga con un sobresalto. Los brazos de Celinarodean la cintura de Jonas, que es para ella, to<strong>da</strong> apoya<strong>da</strong> en él, una almoha<strong>da</strong>grande y dura: apoya el rostro en su hombro, los senos se comprimen contrasu espal<strong>da</strong> –uno y otro, el caballero y su joven roba<strong>da</strong>, una figura deforme, conextraño <strong>do</strong>rso y cuatro patas, bajo los rayos entenebreci<strong>do</strong>s de una oscura lunanueva–. Jonas acerca suavemente las espuelas a las ija<strong>da</strong>s de Passarinho, y elcaballo, observa<strong>do</strong> por los tres perros que se rascan, buscán<strong>do</strong>se pulgas, y aúnesperan un pe<strong>da</strong>zo de carne, retrocede hacia la sombra más empoza<strong>da</strong> de loscacaotales, una sombra compacta <strong>do</strong>nde apenas se distinguen los troncos carga<strong>do</strong>sde frutos, entre los cuales lo guía su jinete.Jonas siente en la espal<strong>da</strong> los senos tibios de la joven que, apreta<strong>do</strong>s contralas telas, son para él <strong>do</strong>s llamas reprimi<strong>da</strong>s. Tibios, cáli<strong>do</strong>s, calientes. Calientestambién están el rostro, los brazos que ciñen al jinete. Desnu<strong>da</strong>, en el refugio dela cama, en la desinhibición de la intimi<strong>da</strong>d, Celina debía arder deliciosamente,de los pies a la cabeza –y Jonas concentra ahora su deseo en el primer instanteen que estén solos y al abrigo de los Castro Guerra, en el entrevero, que al principiosería ansioso, de sus cuerpos sacudi<strong>do</strong>s por espasmos–.– ¿Estás sin sueño? –pregunta Jonas.– Un poco.– Pero no te duermas. Trata de despabilarte hasta que estemos lejos.– ¿A dónde me vas a llevar?– A pasar la noche en la casa de un amigo. Mañana seguimos la hui<strong>da</strong>.– ¿Ya sabes cuál es el destino?– Por ahora, no. Aún no.– Tengo mie<strong>do</strong> –le susurra Celina.– Ahora, después de lo que hicimos, tener mie<strong>do</strong> es un lujo –le dice él.– Papá y los hermanos ya deben estar atrás de nosotros.– Quizás no. Trajinan to<strong>do</strong> el día y, de noche, después de la cena, se desplomande sueño. Duermen como piedras, como brutos.– Eso es ver<strong>da</strong>d.– Pero de mañana temprano, me buscan, descubren la fuga y sueltan a losperros.– Los de ellos no nos muerden.– Pero nos olfatean y nos amedrentan.HÉLIO PÓLVORA413

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