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Fazer download PDF - Fundação Cultural do Estado da Bahia

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MAYRANT GALLO446de los jóvenes del supermerca<strong>do</strong>, la noche anterior. La chica alcanzó al grupo yles dijo en voz alta “¡está vivo!”, a lo que siguieron risas y chistes. Victor se levantóy tomó la dirección opuesta: tenía mie<strong>do</strong>. Siempre le había <strong>da</strong><strong>do</strong> mie<strong>do</strong> lagente; jamás había si<strong>do</strong> capaz de enfrentarla. Siempre le había pareci<strong>do</strong> peor omás fuerte de lo que era o podía ser en reali<strong>da</strong>d. Ni siquiera ahora era distinto.Se va a morir (“¡Está vivo!”), to<strong>do</strong>s se van morir tarde o temprano, y eso ¿quédiferencia hace? Ninguna. La vi<strong>da</strong> pasa, la muerte llega y el hombre no cambia.Sigue estan<strong>do</strong> lleno de mie<strong>do</strong>, o sien<strong>do</strong> cruel, hipócrita, débil, loco, idiota. “Déjaloen paz”, oyó Victor a sus espal<strong>da</strong>s. Una voz femenina, quizá la de la chica quelo había esta<strong>do</strong> observan<strong>do</strong>, o de otra, más sensible, un alma buena, una infelizentre idiotas. “¿Por qué?”, otra voz, grave, arrogante, aunque trunca<strong>da</strong> por algúnefecto externo, tal vez del alcohol o de cualquier otra cosa: incluso odio gratuito,de puro juego.–¡Vamos! –ordenó alguien.Si se subía a aquellas piedras, posiblemente se salvaría. Y desde allá gritaría,con el valor azuza<strong>do</strong> por la distancia, por la seguri<strong>da</strong>d inviolable. Pero, si hacíaeso, no sería él. Así que no se subió a las piedras ni huyó. Siguió caminan<strong>do</strong>. Soloun hombre enfermo caminan<strong>do</strong>, solo un escritor sin palabras en la noche, soloun lector que prefirió dejar atrás el libro para vivir la vi<strong>da</strong> aquella noche ya sinluna, que el sol, al fon<strong>do</strong>, empezaba a herir.El primer golpe to<strong>da</strong>vía lo sintió con cierto reconocimiento del <strong>do</strong>lor, perodel segun<strong>do</strong> en adelante fueron to<strong>do</strong>s como caricias, manos femeninas en unlecho de sexo. Lo despe<strong>da</strong>zaban, pero eso era bueno. Era la vi<strong>da</strong>. Era sangre.Carne en acción.Al caer, tuvo la impresión de que era el mun<strong>do</strong> el que se desplomaba: no él.

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