de la mente. La tremenda depresión, sequedad, o imbecilidad en queme encontraba era tal, que no podía decir ni una palabra acerca deDios. Me aplastaba de tal manera que a duras penas podía hablar.Sin embargo, en algunos momentos entraba en un contemplar de tubondad, oh mi Dios. Me daba perfecta cuenta de que mis cruces nofaltarían, porque mi suegra había superado lo de mi marido. Además,todavía me encontraba atada por haber tenido un hijo tan pocotiempo antes de la muerte de mi marido, lo cual, evidentemente,pareció ser el efecto de la sabiduría divina; pues si sólo hubieratenido a mi hijo mayor, lo hubiera metido en una escuela; yo mehubiera marchado al convento de los Benedictinos, y así hubierafrustrado todos los designios de Dios sobre mí.Deseaba mostrar la estima que tenía hacia mi maridopreparándole el más espléndido funeral de mi propio bolsillo. Saldétodas las herencias que había dejado. Mi suegra se opuso con durezaa todo lo que yo pudiera hacer para proteger mis propios intereses.No tenía a nadie a quien acudir para recibir consejo o ayuda; pues mihermano no me brindaría ni la más mínima asistencia. Yo eraignorante en lo referente a asuntos de negocios; pero Dios, que estabapor encima de mis talentos naturales, siempre me hizo dar en el clavoen todo aquello que a Él le agradaba, y me revistió de una inteligenciatan perfecta que tuve éxito. No pasé por alto ni un detalle, y mesorprendía de que supiera de estos asuntos sin haber aprendido.Solucioné todos mis papeles y puse en orden mis asuntos sin laayuda de nadie. Mi marido poseía cantidad de escritos que habíansido depositados en su mano. Hice un inventario exacto de ellos, y losenvié por separado a sus respectivos dueños, cosa que hubiera sidomuy difícil para mí sin el socorro divino pues, al haber estadoenfermo mi marido durante largo tiempo, todo estaba en la mayorconfusión. Esto me hizo ganar la reputación de ser una mujerhabilidosa.Había un asunto de suma importancia. Cierto número depersonas, que habían estado lidiando entre sí legalmente durantevarios años, acudieron a mi marido para ajustar sus diferencias.Aunque no era la ocupación propia de un caballero, acudieron a élporque poseía tanto el entendimiento como la prudencia necesarios; ycomo él apreciaba a varios de ellos, accedió. Había veinte casosacumulados uno encima de otro, y en total había veintidós personasinvolucradas que no podían poner fin a sus diferencias, a causa denuevos incidentes que se sucedían. Mi propio marido se ocupó de122
contratar abogados que examinaran sus papeles, pero murió antes deque pudiera hacer ningún trámite. Tras su muerte les mandé buscarpara devolverles sus papeles; pero no los aceptaron, suplicándomeque los revisara e impidiera que se echaran a perder. A mí me parecíaridículo, por no decir imposible, asumir un asunto de tan grandesconsecuencias y que demandaba una discusión tan larga. Noobstante, dependiendo en la fuerza y sabiduría de Dios, accedí. Meencerré a cal y canto por estos asuntos durante unos treinta días, sinsalir nunca, salvo para ir a misa y hacer mis comidas. Cuando por finestuvo preparado el arbitraje, todos lo firmaron sin verlo siquiera.Estaban tan satisfechos, que no se pudieron abstener de hacer eco deéste por todas partes. Era sólo Dios el que hacía esas cosas; pues unavez que se pusieron de acuerdo no supe nada de ellos; y si ahoramismo oyera a alguien hablar de cosas así, a mí me sonaría a Árabe.123
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IExistieron omisiones de importanci
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en su desesperación en los brazos
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IINací el 18 de Abril de 1648. Mis
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ecibir consuelo alguno; algo por de
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cualidades exteriores. Sólo valía
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Mi padre se resistió. Sin duda alg
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hermanas, que sólo me procuraba la
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acrecentando el número de mis iniq
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vez te llevabas y raptabas mi coraz
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las razones del amor y sus definici
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satisficiera un anhelo y ansia que
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VIMás tarde nos vinimos a París,
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pregunta se enunciaba en casa de mi
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sobrellevarla. Al compartir parte d
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mansedumbre. Una contrariedad tan c
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VIIDurante el primer año todavía
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que no hubiera de ver con buenos oj
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a ninguno en mi carruaje, ni siquie
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VIIITras mucho languidecer, finalme
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tomar la responsabilidad de mi guí
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Mi marido y suegra, que hasta enton
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