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Autobiografía (Parte I) - Cristianía

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ienestar”. No obstante, vino conmigo hasta su habitación. Entoncesle rogué me disculpara si alguna vez la había disgustado en algo, quenunca había sido mi intención hacerlo; le rogaba, ante este caballero,que era amigo suyo, que me dijera en qué la había llegado a ofender.Dios permitió que ella declarara la verdad en presencia suya. Dijo que“no era ella persona que pudiera soportar el ser ofendida; que notenía queja alguna contra mí excepto que yo no la amaba, y quedeseaba que se muriera”. Yo le contesté que “estos pensamientosestaban lejos de mi corazón, tan lejos, que me gozaría de que, pormedio de mis mejores cuitas y atenciones, sus días fueranprolongados; que mi afecto era real, pero ella nunca llegaría acreérselo por muchos testimonios que yo pudiera ofrecerle, siempre ycuando siguiera escuchando a los que hablaban en contra mía; quetenía a su lado una doncella, quien, lejos de mostrarme ningúnrespeto, me trataba fatal, hasta el punto de llegar a empujarmecuando ella quería pasar. Lo había hecho en la iglesia, obligándome acederle el paso con la misma violencia que desprecio, varias veces;que también me exasperaba con sus palabras en mi habitación:nunca me había quejado de ello, pues un carácter así algún díapodría darle problemas”. Ella se puso del lado de la muchacha. Sinembargo nos abrazamos y así se quedó todo. Poco después, estadoncella, mientras yo estaba en la campiña, al no tenerme a mí paradar rienda suelta a sus disgustos, se comportó con mi suegra de talmanera, que ésta no lo pudo soportar. La puso de inmediato puertasafuera. Aquí tengo que decir en favor de mi suegra que ella teníatanta virtud como juicio, y salvando ciertos defectos a los que laspersonas que no practican oración son propensas, tenía buenascualidades. Puede que yo le diera tribulaciones sin quererlo, y ella amí sin saberlo. Espero que lo que escribo no sea visto por nadie quepudiera ofenderse con ello, o quienes quizás no estén en condición dever estos asuntos en Dios.Aquel caballero que me había tratado tan mal, por haber rotomis relaciones con él, tenía entre sus penitentes alguien que, porcuestiones que le sobrevinieron a su marido, se vio obligada a salirdel país. Él mismo fue acusado de las mismas cosas de las que taninjusta y abundantemente me había acusado a mí, e incluso de cosasmucho peores, y con mayor excitación y revuelo. Aunque conocía bientodo esto, Dios me concedió el favor de no hacer nunca de su caída eltema de mi conversación. Por el contrario, cuando alguien mehablaba acerca de ello, le compadecía, y decía cuanto podía pararestar importancia a su caso. Y Dios dirigía tan bien mi corazón, que136

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