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Autobiografía (Parte I) - Cristianía

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En medio de mis miserias, Génova se me vino a la mente, y deuna forma un tan peculiar que me causó mucho temor. “¡Qué! – dijeyo –, “¿habré de entrar en un exceso tal de impiedad que, paracompletar mi depravación, voy a abandonar la fe mediante laapostasía? (Los habitantes de Génova eran por lo generalProtestantes Calvinistas) ¿Tendré entonces que dejar esa iglesia, porla que entregaría mil veces mi vida? O, ¿habré de alejarme de aquellafe que desearía fuera sellada aun junto a mi sangre?” Tenía taldesconfianza de mí misma, que no me atrevía a esperar nada, perotenía miles de razones por las que temer. No obstante, la carta quehabía recibido del Padre LaCombe, en la cual me daba detalles de suactual disposición, una carta de alguna manera similar a la mía, tuvoun efecto tal, que restauró la paz y la calma a mi mente.Interiormente me sentía unida a él, como si fuera una persona muyfiel a la gracia de Dios. Después se me apareció en un sueño unamujer bajando del Cielo, para decirme que Dios me requería enGénova.Unos ocho o diez días antes del día de Santa Magdalena, en elaño 1680, se me ocurrió la idea de escribirle al Padre LaCombe, ypedirle que si había recibido mi carta antes de ese día, orara enparticular por mí. Todo se dispuso de tal manera que, totalmente encontra de lo que yo esperaba, recibió mi carta la víspera de SantaMagdalena, y mientras oraba al día siguiente por mí, se le dijo, tresveces seguidas, con mucho poder: “Ambos habitaréis en un único ymismo lugar”. Él se sorprendió mucho, pues antaño nunca habíarecibido palabras interiores. Creo, oh mi Dios, que esto se ha vistoconfirmado, más que en ningún cobijo temporal, principalmente ennuestro sentir interior y experiencia, en las mismas cruciformesdesventuras que nos han acaecido a ambos, y en Ti mismo, que eresnuestra morada.142

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