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Autobiografía (Parte I) - Cristianía

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IXFue esta la oración con la que de repente me vi favorecida de loalto, una oración muy por encima de éxtasis, levitaciones o visiones.Todos estos dones son menos puros, y más sujetos a ilusión o engañopor parte del enemigo.Las visiones se sitúan en los poderes inferiores del alma, y noson capaces de producir verdadera unión. El alma no debe dependerni hacer demasiado hincapié en ellos, ni retrasarse por culpa suya;no son más que favores y dones. Sólo el Dador debe ser nuestroobjeto y nuestra meta.Tales son de los que Pablo dice: «Y no es maravilla, porque elmismo Satanás se transfigura en ángel de luz» (II Cor:11:14); que porlo general corresponde al caso de aquellos que se han encariñado conlas visiones, y les dan un énfasis inusual; por lo tanto éstas son aptaspara transmitirle al alma vanidad, o por lo menos de impedirle quesólo a Dios atienda en humildad.El éxtasis surge de un deleite consciente. Podrían llegar acalificarse como una especie de sensualidad espiritual, donde el almase deja llevar demasiado lejos, por la dulzura que en ellos encuentra,y se va deteriorando imperceptiblemente. El astuto enemigo presentatales elevaciones interiores y arrebatamientos como cebos paraatrapar el alma, para llenarla de vanidad y amor propio, para fijar suestima y atención en los dones de Dios, y para impedirle seguir aJesucristo por la senda de la renuncia y muerte a todas las cosas.En cuanto al discernir de voces interiores, también están sujetasa ilusión; el enemigo las puede moldear y tergiversar. O si éstasprovienen de un ángel bueno (pues Dios nunca habla así) puede quelas malentendamos y malinterpretemos. Se dicen de una maneradivina, pero nosotros las interpretamos de una forma humana ycarnal.Pero la palabra directa de Dios no tiene tono ni articulación. Esmuda, silenciosa, e inefable. Es Jesucristo mismo, la Palabraimprescindible y real que en el centro del alma dispuesta a recibirle,no cesa ni un momento en su palpitante, fructífero y divino obrar.55

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