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Autobiografía (Parte I) - Cristianía

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vez te llevabas y raptabas mi corazón. ¡Ay, que pena tenía ahora porhaberte desagradado! ¡Qué lamentos, qué suspiros, qué sollozos!¿Quién hubiera pensado al verme que mi conversión habría de durartoda mi vida? ¿Por qué no, mi Dios, tomaste por completo estecorazón para Ti, cuando te lo entregué tan plenamente? O, si fueentonces cuando lo tomaste, ¿por qué lo sublevaste de nuevo? Seguroque eras lo suficientemente fuerte como para dominarlo, pero quizásTú, al dejarme a mi aire, expusiste tu misericordia para que laprofundidad de mi iniquidad pudiera servir como trofeo a tu bondad.Me apliqué de inmediato a todas mis obligaciones. Hice unaconfesión general con gran contrición de corazón. Confesé confranqueza y con muchas lágrimas todo lo que sabía. Tanto cambiéque a duras penas me reconocían. Nunca hubiera incurrido de formavoluntaria ni en el más mínimo desliz. No encontraron nada de quéabsolverme cuando me confesaba. Descubrí los más pequeñosdefectos y Dios me hizo el favor de capacitarme para conquistarme amí misma en muchas cosas. Sólo quedaron algunas trazas de pasiónque me dieron algunos problemas para conquistarlas. Pero tan prontocomo daba algún disgusto, por cualquier motivo, incluso a losempleados domésticos, imploraba su perdón con el propósito desubyugar mi ira y orgullo; porque la ira es hija del orgullo. Unapersona de veras humillada no permite que nada le ponga furiosa. Aligual que el orgullo es lo último que se muere en el alma, la pasión eslo último destruido en la conducta externa. Un alma totalmentemuerta a sí misma no encuentra furor alguno dentro de ella.Hay personas que, sobreabundando en gracia y en paz, a lapuerta misma de la senda resignada de la luz y del amor, dicen quehasta allí han llegado. Pero están muy equivocadas al ver así sucondición. Si están dispuestas a examinar de corazón dos cosas,pronto descubrirán esto. Primero, que si su naturaleza es vivaz,encendida e impulsiva (no estoy hablando de temperamentos necios),encontrarán que de vez en cuando cometen deslices en los que laemoción y la angustia juegan su parte. Incluso entonces aquellosdeslices son útiles para humillarles y aniquilarles. (Pero cuando laaniquilación ha sido perfeccionada, toda pasión ha huido, y ya no soncompatibles con este ulterior estado). Se enfrentarán al hecho de quecon frecuencia surge una moción interna a la ira, pero la dulzura dela gracia tira de la soga. Transgredirían fácilmente si dieran pie dealguna manera a estos indicios. Hay personas que se consideran muymansas porque nada les frustra. No es de tales de los que estoy24

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