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Autobiografía (Parte I) - Cristianía

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Cuando quería escribir a la Madre Granger, o saber algo de ella,a menudo sentía una fuerte tendencia a dirigirme a la puerta, paraentonces encontrarme allí a un mensajero con una carta suya. Estees sólo un pequeño ejemplo de este tipo de continuas providencias.Cuando me era posible verla, cosa que sólo era posible en el mejor delos casos, ella era la única persona con la que me sentía libre paraabrir mi corazón, y esto gracias a la ayuda de la providencia, porqueme estaba prohibido por mi confesor y por mi marido. Puse unaconfianza absoluta en la Madre Granger. No le ocultaba nada encuanto a aflicciones o pecados. Ya no practicaba ninguna austeridad,salvo las que ella estaba dispuesta a permitirme. Poco podía entoncescontar de mi estado interior, pues no sabía cómo expresarme, eramuy ignorante en esas cuestiones, y nunca había leído o escuchadonada acerca de ellas.Un día, cuando pensaban que iba a ver a mi padre, me fuicorriendo a ver a la Madre Granger. Se supo, y aquello me costó unacruz. Tal era su cólera contra mí, que hasta parecía mentira. Inclusomantener correspondencia con ella llegaba a ser tremendamentedifícil. Aborrecí profundamente la mentira, y por ello prohibí a loslacayos que dijeran ninguna. Cuando les veían, les preguntaban adonde se dirigían, y si llevaban alguna carta. Mi suegra se colocabaen un estrecho corredor por el que necesariamente tenían que pasaraquellos que fueran a salir. Les preguntaba adónde iban y quéllevaban. Algunas veces que me iba a pie a ver a los Benedictinos,obligaba a llevar calzado de repuesto para que por el barro no sedieran cuenta de que había estado lejos. No me atrevía a ir sola, y losque me atendían tenían órdenes de decir todos los lugares a los queyo iba. Y si llegaban a saber que no cumplían con su deber, erandisciplinados o bien despedidos.Mi marido y mi suegra siempre estaban arremetiendo contraaquella buena mujer, aunque en realidad la apreciaban. Algunasveces yo le dejaba ver mis quejas, y ella respondía: “¿Cómo habrías detú contentarles, cuando yo misma he intentado sin éxito todo cuantoestaba en mi mano durante veinte años?” Porque mi suegra tenía ados hijas bajo su tutela, y siempre tenía algo que decir en relacióncon todo lo que tuviera que ver con ellas.Pero la cruz que más sentía era que pusieran a mi propio hijo encontra mía. Le infundían un desprecio tal hacia mí, que no podíaverle sin sentir un tremendo sufrimiento. Cuando estaba en mi97

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