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Autobiografía (Parte I) - Cristianía

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lamento. “Oh, Padre mío – decía yo –, esto no eres Tú, y nada másaparte de Ti puede dar un placer sólido y consistente”.Un día, sujeta a infidelidad y complacencia, me fui a dar unpaseo a uno de los parques públicos, más por un exceso de vanidadde exhibirme que por disfrutar del lugar. ¡Oh, mi Señor! ¿Cómo mehiciste ser consciente de esta falta? Pero lejos de castigarme porpermitirme tomar parte del juego, lo hiciste en el hecho de tenermetan cerca de Ti que no podía prestar atención a nada más que a mifalta y a tu desagrado. Después de esto fui invitada junto a otrasdamas a una fiesta en Saint Cloud. Con vanidad y poniendo algo demi parte, accedí y fui. El evento fue espléndido; ellas, que eranconsideradas prudentes a los ojos del mundo, lo pudieron disfrutar.Yo estaba llena de amargura. No pude comer de nada, no pudedisfrutar de nada. ¡Oh, qué lágrimas! Durante más de tres meses miAmado retiró su favorable presencia, y no podía ver más que a unDios enfadado.En aquella ocasión, y en otro viaje que hice con mi marido aTouraine, fui como esos animales que van de camino al matadero. Enlos días indicados la gente les adornaba con flores y plantas, y eranllevados a la ciudad a ritmo de charanga antes de matarlos. En elcrepúsculo de su caída, esta débil belleza brilló con un nuevo fulgor,para en breve extinguirse. Poco después me vi afectada por la viruela.Un día, mientras iba de camino a la iglesia acompañada por unlacayo, un hombre pobre me salió al paso. Fui a darle limosna; medio las gracias pero la rehusó, y entonces me empezó a hablar de unaforma maravillosa acerca de Dios y de las cosas divinas. Me mostrótodo lo que había en mi corazón, mi amor hacia Dios, mi caridad, miexcesivo apego a mi belleza, y todos mis defectos; me dijo que no erasuficiente con evitar el Infierno, sino que el Señor requería de mí lapureza más profunda y la perfección más absoluta. Mi corazónasentía a sus reprensiones. Le escuche en silencio y con respeto; suspalabras penetraron a través de mi alma. Cuando llegué a la iglesiame desvanecí. Nunca he vuelto a ver a ese hombre desde entonces.77

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