las razones del amor y sus definiciones? No, por cierto. Amáis porquevuestro corazón está hecho para amar lo que considera gentil yafable. Sabéis a ciencia cierta que no hay nada más precioso que Diosen el universo. ¿No sabéis que Él os ha creado, que ha muerto porvosotros? Mas si estas razones no son suficientes, ¿quién de vosotrosno tiene alguna necesidad, problema, o desgracia? ¿Quién devosotros no sabe cómo expresar su mal, y suplicar socorro? Venid,pues, a esta Fuente de todo bien, sin quejarse a débiles e impotentescriaturas, que no pueden ayudaros; venid a la oración; exponed anteDios vuestros problemas, suplicad Su gracia... y por encima de todo,suplicad que podáis amarle. Nadie se puede eximir a sí mismo deamar, pues nadie puede vivir sin corazón, ni el corazón sin amor.¿Por qué han de entretenerse, buscando razones para amar almismísimo Amor? Amemos sin razonar sobre ello, y nos veremos anosotros mismos llenos de amor antes de que los otros sepan quérazones indujeron a ello. Poned a prueba este amor, y en él seréismás sabios que los más diestros filósofos. En el amor, como en todolo demás, la experiencia instruye mejor que el razonar. Venid pues,bebed de esta fuente de vivas aguas en vez de las rotas cisternas de lacriatura, que lejos de mitigar vuestra sed, sólo tienden aincrementarla de continuo. En cuanto bebierais de esta fuente, ya nobuscaríais de un lado a otro para poder mitigar vuestra sed. Pero si laapartáis, ¡ay!, el enemigo está arriba y tú abajo. Él te dará de suspócimas envenenadas, que pueden tener un aparente gusto dedulzor, pero de seguro te robarán la vida.Yo olvidé la fuente de agua viva cuando abandoné la oración. Mevolví como una viña expuesta al pillaje, con los setos echados abajopara que con toda libertad los viajeros la pudieran saquear ydestrozar. Empecé a buscar en la criatura lo que había encontrado enDios. Él me dejó a mi aire, porque yo le dejé primero. Fue Suvoluntad que permitió que me hundiera en la horrible fosa, parahacerme sentir la necesidad que tenía de acercarme a Él en oración.Tú has dicho que destruirás aquellas almas adúlteras que seaparten de Ti. ¡Ay!, su partida es lo que causa su destrucción, pues,al apartarse de Ti, oh Sol de Justicia, penetran en las regiones deoscuridad y frialdad de la muerte, de las que nunca se levantarían siTú no las volvieras a visitar. Si por medio de tu luz divina noiluminases su oscuridad, y por medio de tu calor vivificador no30
deshicieras sus gélidos corazones, y les restauraras a vida, nunca selevantarían.Caí entonces en el mayor de todos los infortunios. Errante, mealejé más y más de Ti, oh mi Dios, y te retiraste poco a poco de uncorazón que había renegado de Ti. Pero tal es tu bondad, que parecíacomo si me hubieras dejado con pesar; y cuando este corazón estabadeseoso de regresar a Ti de nuevo, ¡con qué rapidez viniste a recibirlo!Esta prueba de tu amor y misericordia, habrá de ser para mí uneterno testimonio de tu bondad y de mi propia ingratitud.A medida que la edad otorgaba mayor fuerza a la naturaleza, mevolví aún más apasionada de lo que nunca había sido. Con frecuenciaera culpable de mentir. Sentía mi corazón corrupto y vano. La chispade gracia divina casi estaba extinta dentro de mí, y caí en un estadode indiferencia y falta de devoción, a pesar de que guardaba lasapariencias. Las pautas de comportamiento que había adquirido en laiglesia me hacían aparentar ser mejor de lo que era. La vanidad, quehabía sido excluida de mi corazón, volvía ahora a ocupar su lugarcorrespondiente. Empecé a pasar gran parte de mi tiempo ante unespejo. Encontré tanto placer en mirarme a mí misma, que pensabaque los demás estaban en su derecho de hacer lo mismo. En vez dehacer uso de este exterior, que Dios me había dado para poderamarle todavía más, sólo se convirtió para mí en los recursos de unavana complacencia. Todo en mi persona me parecía bello, pero nollegaba a ver que ocultaba bajo sí un alma contaminada. Esto me hizotan vana interiormente, que dudo que alguien me haya nuncasuperado en ello. Había una falsa modestia en mi conducta externaque podía engañar al mundo entero.La gran estima que tenía por mí misma me hizo encontrar faltasen todo aquel que era de mi propio sexo. No tenía ojos más que paraver mis propias buenas cualidades y para descubrir los defectos deotros. Escondía de mí misma mis propias faltas, o si advertía alguna,para mí parecía poco en comparación con otras. Las excusaba, eincluso me las pintaba a mí misma como perfecciones. Fuera cualfuera la idea que me hiciera de otros, o de mí misma, era errónea.Hasta tal extremo me gustaba leer, particularmente romances, queme pasaba días y noches enteras enfrascada en ellos. Algunas vecesel día rompía mientras yo seguía leyendo, hasta el punto que duranteun tiempo casi perdí el hábito del sueño. Siempre estaba impacientede llegar al final del libro con la esperanza de encontrar algo que31
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XXVLa primera persona religiosa que
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XXVIUn día, cuando mi marido aún
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XXVIIEn aquel feliz día de Santa M
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XXVIIIMe tuve que desplazar a Parí
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XXIXSi por un lado la Providencia a
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