Las cuerdas con las que el Señor me aferraba fuertemente a sulado, eran infinitamente más recias que aquellas de carne y sangre.Las leyes de mi sagrado matrimonio me obligaron a dejarlo todo, conel propósito de seguir a mi esposo a cualquier lugar desde el que Élme llamara.Aunque a menudo titubeaba, y dudé mucho antes de irme, trasmi marcha nunca dudé que fuera su voluntad; y aunque loshombres, que sólo juzgan las cosas conforme al éxito que aparentantener, han aprovechado la ocasión brindada por mis desgracias ysufrimientos para juzgar mi llamado y para tacharlo de error, ilusión,e imaginación, ha sido esa misma persecución, y la multitud deextrañas cruces que ha traído sobre mí (de las cuales esteencarcelamiento que ahora sufro es una) lo que me ha afianzado en lacerteza de su verdad y validez.Estoy más convencida que nunca de que la resignación con laque he llevado todas las cosas ha sido hecha en una obediencia puraa la voluntad divina.El evangelio da efectiva muestra en este punto de su propiaverdad, pues ha prometido a aquellos que lo dejen todo por amor alSeñor «reciba cien veces más ahora en este tiempo..., conpersecuciones también». ¿Y no he tenido yo infinitamente más de cienveces, en una posesión tan absoluta como la que mi Señor ha tomadode mí; en esa inconmovible firmeza que me ha sido otorgada en mediode mis sufrimientos, manteniendo perfecta quietud en medio de unafuriosa tempestad que me arrecia por todos lados; en un gozoinefable, expansión, y libertad de los que disfruto en la más rotunda yrigurosa cautividad? No quiero que mi prisión haya de terminar antesdel tiempo señalado. Amo mis cadenas. Todo me es por igual, pues notengo una voluntad que sea mía, sino el amor puro y la voluntadperfecta de aquel que me posee. En verdad que mis sentidos no sedeleitan en tales cosas, sino que mi corazón está separado de ellas.Mi perseverancia no es mía, sino de aquel que es mi vida; así quepuedo decir con el apóstol: «y ya no vivo yo, sino que Cristo vive enmí». Es en Él en quien vivo, me muevo, y tengo mi existir.Volviendo al tema, debo decir que no era en sí tan reacia a hacerel viaje con los Nuevos Católicos, como al hecho de unirme a ellos,pues no tenía ningún interés en ello, aunque intentaba encontrarlo.158
En realidad anhelaba contribuir a la conversión de almas errantes, yDios me utilizó para convertir a varias familias antes de mi partida,una de las cuales se componía de once o doce personas. Por otrolado, el Padre LaCombe me había escrito diciéndome que aprovecharaesta oportunidad para poder salir, pero no me dijo si había de unirmea ellos o no. De este modo la Providencia de Dios era la única que loordenaba todo, a la cual me resignaba sin reservas; y esto es lo queimpidió que me uniera a ellos.Un día, al reflexionar humanamente en esta empresa mía, vi quemi fe se tambaleaba, debilitada por un temor de que pudiera ser queestuviera equivocada, un temor ciego que se vio incrementado por lavisita de un párroco, que me dijo que era un plan imprudente y muymal aconsejado. Encontrándome un tanto desanimada, abrí la Biblia,y me vi ante este pasaje de Isaías: «No temas, gusanito de Jacob;vosotros, los poquitos de Israel. Yo soy tu socorro, dice Jehovah, tuRedentor, el Santo de Israel». (Isa.41:14) y cerca de ello: «Porque yo,Jehovah, soy tu Dios que te toma fuertemente de tu mano derecha yte dice: 'No temas; yo te ayudo'».Ya tenía pues el valor suficiente para ir, pero no terminaba deconvencerme de que fuera igual de bueno asentarme con los NuevosCatólicos. No obstante, era necesario ver a la Hermana Garnier, susuperiora en París, con el fin de llegar juntas a un acuerdo. Pero nopodía irme a París, pues ese viaje me hubiera impedido tomar otroque tenía que hacer. Entonces ella, aun muy indispuesta, se decidió avenir y visitarme. ¡De qué forma tan maravillosa, oh mi Dios,encaminaste Tú las cosas a través de tu Providencia, para hacer quetodo se allegara a tu voluntad! Cada día veía nuevos milagros que, obien me sorprendían, o aún más me confirmaban; pues con unabondad paternal cuidaste incluso de las cosas más pequeñas.Cuando estaba ya dispuesta y a punto de partir, cayó enferma. Y Túpermitiste que las cosas salieran así, para poder dar yo cobijo a unapersona que entretanto hizo un viaje para venir a verme, y que si nolo habría descubierto todo. Ocurrió que como esta persona me habíapuesto al tanto del día en que pretendía salir de viaje, viendo yo queese día era excesivamente caluroso y sofocante, pensé que a unapersona a la que cuidaban con tanto esmero en su casa no lepermitirían de ningún modo comenzar su viaje (en realidad este fue elcaso, como después ella misma me dijo), con lo que oré al Señor paraque se complaciera en levantar un aire para moderar el sofocantecalor. No había terminado de orar, cuando repentinamente se levantó159
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IINací el 18 de Abril de 1648. Mis
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Mi padre se resistió. Sin duda alg
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VIIDurante el primer año todavía
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en todo el día. Se volvieron riend
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Mi marido y suegra, que hasta enton
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oído o leído de tal estado como e
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IIIEn aquel entonces recibí un des
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forma tal que se vio obligada a irs
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XVIINos fuimos a vivir a la campiñ
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