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Autobiografía (Parte I) - Cristianía

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iluminación. ¿Quién la conoce entonces, y quién nos puede revelaralgunas de sus incógnitas? La destrucción y la muerte nos aseguranhaber escuchado con sus oídos acerca de su fama y renombre. Espues, muriendo a todas las cosas, y estando verdaderamenteperdidos en cuanto a ellas, siguiendo adelante hacia Dios, yexistiendo sólo en Él, que alcanzamos algún saber de la sabiduríaverdadera. Oh, qué poco se sabe de sus caminos y de sus tratos paracon sus muy electos servidores. A lo poco que descubrimos algo deella, nos sorprendemos de la disimilitud existente entre la verdadrecién descubierta y nuestras previas ideas acerca de ella, yclamamos junto a San Pablo: «¡Oh profundidad de las riquezas de lasabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son susjuicios, e inescrutables sus caminos!» El Señor no juzga las cosas a lamanera de los hombres, que llaman al mal bien y al bien mal, ytienen por justo lo que es abominable a sus ojos, cosas que, según elprofeta, Él considera sucios harapos. Someterá a estricto juicio aestos que se justifican a sí mismos, y como los fariseos, serán másbien objetos de su ira, en vez de objetos de Su amor, o herederos deSus recompensas. ¿No es el propio Cristo quien nos asegura que «sinuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de losFariseos, no entraremos en el reino de los cielos?» ¿Y quién de entrenosotros se acerca siquiera a ellos en justicia?; o, si vivimos en lapráctica de virtudes, aun muy inferiores a las suyas, ¿no somos diezveces más ostentosos? ¿Quién no se agrada en contemplarse a símismo como justo ante sus propios ojos, y ante los ojos de losdemás? O, ¿quién es el que duda que tal justicia basta para agradar aDios? Sin embargo, vemos la indignación de nuestro Señormanifestada contra tales. Aquel que fue el patrón perfecto en ternuray mansedumbre, aquella que fluye de lo profundo del corazón, y noaquella mansedumbre disfrazada que, bajo forma de paloma, escondeen realidad un corazón de halcón. Él se muestra severo únicamentecon estas personas que se justifican, y los deshonró en público. Quéextraña paleta de colores utiliza para representarlos, mientras quesostiene al pobre pecador con misericordia, compasión y amor, ydeclara que sólo por ellos hubo Él de venir, que era el enfermo elnecesitado de médico, y que Él sólo vino a salvar la oveja perdida dela casa de Israel.¡Oh Tú, Manantial de Amor! ¡Pareces en verdad tan celoso de lasalvación de los que has comprado, que prefieres el pecador al justo!El pobre pecador se ve vil y miserable, de alguna forma restringido adetestarse a sí mismo, y viendo que su estado es tan horrible, se echa8

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