me des tu consejo”. Tres días después, habiendo considerado el temay habiendo consultado al Señor en ello, me dijo que creía que debíairme allí; mas que para tener una mayor certeza, sería necesario veral Obispo de Génova. Si a él le parecía bien mi plan, sería una señalde que era del Señor; si no, tendría que olvidarlo. Estuve de acuerdocon su sentir. Entonces se ofreció ir a Annecy, para hablar con elObispo, y para ponerme al corriente de todo. Como era un hombreavanzado en años, estábamos deliberando de qué manera podríahacer un viaje tan largo, cuando llegaron dos viajeros que nos dijeronque el Obispo estaba en París. Esto a mí me pareció unaextraordinaria providencia. Me aconsejó escribir al Padre LaCombe yencomendar el tema a sus oraciones, pues residía en aquel territorio.Más tarde pudo hablar con el obispo en París. Se me presentó laoportunidad de desplazarme allí, y yo también hablé con él.Le dije que mi plan era adentrarme en la región, y emplear allímis fondos para levantar una fundación, con vistas a todos aquellosque estuvieran de verdad dispuestos a servir a Dios, y entregarse a Élsin reservas; y que muchos de los siervos del Señor me habíaanimado a ir hacia allí. Al Obispo le pareció bien el plan. Dijo que losNuevos Católicos se iban a establecer en Gex, cerca de Génova, y queaquello era algo de la providencia. Yo le contesté que no teníavocación hacia Gex, sino hacia Génova. Dijo que desde allí podríadesplazarme sin problemas a esa ciudad.Pensé que esto era un camino que la Providencia había abiertopara hacer este viaje con los mínimos inconvenientes. Como todavíano sabía a ciencia cierta nada de lo que el Señor habría de hacer pormedio de mi mano, no deseaba oponerme en nada. “¿Quién sabe –decía yo – si la voluntad de Dios sólo consiste en que haya decontribuir a este asentamiento?”Me fui a ver a la priora de los Nuevos Católicos de París. Parecíaestar muy contenta, y me aseguró que con gusto estaría de mi lado.Como ella es una gran sierva de Dios, esto me sirvió de confirmación.Cuando podía reflexionar un poco, cosa rara, pensaba que Dios laescogería a ella por su virtud, y a mí por mis bienes terrenales.Cuando inadvertidamente me miraba a mí misma, no podía pensarque Dios haría uso de mí; pero cuando veía las cosas en Dios,entonces percibía que cuanto menos era yo, tanto más encajaba ensus designios. Ya que no veía en mí nada extraordinario, y me veía enel más bajo nivel de perfección, y me imaginaba que designios150
excepcionales requerían un excepcional grado de inspiración, esto mehacía dudar y temer engaño. No era que tenía miedo de algo, conrelación a mi perfección y salvación, pues se habían remitido a Dios;sino que tenía miedo de no hacer su voluntad por ser demasiadoapasionada y precipitada en hacerla. Fui a consultar al Padre ClaudeMartin. En aquel tiempo no me dio una respuesta definitiva,exigiendo tiempo para poder orar sobre ello; diciendo que meescribiría con lo que a él le pareciera ser la voluntad de Dios paraconmigo.Me costó trabajo llegar a hablar con Monseñor Bertot, bien porsu difícil acceso, bien porque sabía hasta qué punto condenaba él lascosas extraordinarias, o fuera del uso normal. Como era mi guíaespiritual, me sometía, en contra de mi propia visión y juicio, a lo queél dijera, echando a un lado mis propias experiencias cuando el deberme pedía creer y obedecer. Pensé, sin embargo, que en una cuestiónde esta importancia debía dirigirme a él, y antes escoger su sentirsobre el tema al de cualquier otro, persuadida de que me diría lavoluntad de Dios de una forma infalible. Fui entonces a él, y me dijoque mi designio era de Dios, y que había tenido un sentir dado porDios durante un tiempo atrás, de que requería algo de mí. Por lotanto volví a casa para ponerlo todo en orden. Amaba mucho a mishijos y me encantaba estar con ellos, pero lo resigné todo a Dios paraseguir su voluntad.Cuando regresé de París, me puse en las manos de Dios,resuelta a no tomar ningún paso, bien fuera hacer que el asuntosaliera adelante o fracasara, o bien que avanzara o retrocediera, sinomoverme sencillamente al compás que Él gustara marcar. Tuvemisteriosos sueños que no presagiaban sino tribulaciones,persecuciones y desgracias. Mi corazón se sometía a lo que quieraque a Dios le agradara disponer. Tuve uno que fue muy elocuente.Mientras estaba atareada en algún deber necesario, vi cerca demí un pequeño animal que aparentaba estar muerto. Me dio laimpresión de que este animal era la envidia de algunas personas, queparecían estar muertas por algún tiempo. Lo levanté, y como vi queintentaba por todos los medios de morderme, y que se estabahaciendo más grande, lo tiré lejos. De inmediato vi que había llenadomis dedos de púas puntiagudas como agujas. Me allegué a alguienque yo conocía para que me las sacara; sin embargo, las metió máshacia dentro, y me dejó así, hasta que un caritativo sacerdote de gran151
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en su desesperación en los brazos
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IINací el 18 de Abril de 1648. Mis
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ecibir consuelo alguno; algo por de
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cualidades exteriores. Sólo valía
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Mi padre se resistió. Sin duda alg
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vez te llevabas y raptabas mi coraz
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VIIDurante el primer año todavía
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VIIITras mucho languidecer, finalme
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oído o leído de tal estado como e
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IIIEn aquel entonces recibí un des
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mi vida ha sido sólo una mezcla de
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