Mi madre era una mujer muy virtuosa. Fue una de las mujeresmás caritativas de su época. No sólo daba de las sobras, sino inclusode las necesidades de la casa. Los necesitados nunca fuerondescuidados. Ni tampoco nunca un desdichado vino a ella sin recibirsocorro. Suplía de medios a los obreros para que continuaran con sutrabajo, y a los comerciantes con género para sus tiendas. Creo queheredé de ella mi caridad y amor para con el pobre. Dios me concedióla bendición de ser su sucesora en aquel santo ejercicio. No habíanadie en la ciudad que no la alabara por esta virtud. En ocasionesdaba hasta el último penique de la casa, aunque tenía una granfamilia que mantener, y sin embargo se mantenía fiel a su fe.Desde siempre, la única preocupación de mi madre haciaconmigo fue tenerme en casa, lo que en verdad es un punto esencialpara una muchacha. Este hábito de permanecer tanto tiempo puertasadentro, vino a ser muy útil tras mi casamiento. Habría resultadomejor en el caso de que me hubiera posibilitado quedarme mástiempo con ella en su propio aposento, bajo una libertad pactada, y sihubiera preguntado más a menudo en qué parte de la casa meencontraba.Después de que mi prima me dejara, Dios me otorgó la gracia deperdonar las ofensas de tal buen talante, que mi confesor estabasorprendido. Él sabía que algunas damiselas, por envidia, medifamaban, y que yo hablaba bien de ellas cuando se presentaba laocasión. Agarré unas fiebres palúdicas que duraron cuatro meses,durante los cuales sufrí mucho. A lo largo de aquel tiempo fuicapacitada para sufrir con mucha resignación y paciencia. Perseveréen este estado de ánimo y forma de vida mientras continuaba con lapráctica de la oración mental.Más tarde nos fuimos a pasar algunos días al campo. Mi padrese trajo con nosotros a uno de sus parientes, un joven caballero dealtas esferas. Tenía muchas ganas de casarse conmigo; pero mipadre, teniendo decidido no darme a ningún familiar cercano por ladificultad de obtener bendiciones religiosas, le rechazó sin alegar porello ninguna razón falsa o frívola. Como este joven caballero era muydevoto, y cada día cumplía el Salve de la Virgen, yo lo recitaba junto aél. Con vistas a disponer del tiempo suficiente para este menester,dejé a un lado la oración, lo cual supuso para mí la principal vía deentrada de males. No obstante, retuve durante algún tiempo parte delespíritu de la piedad, pues me iba a buscar a las pequeñas28
pastorcillas para instruirlas en sus deberes religiosos. Al no seralimentado de oración, este espíritu decayó de forma gradual. Mevolví fría para con Dios. Todos mis antiguos defectos revivieron, a losque sumé una desmesurada vanidad. El amor que empecé a tener pormí misma extinguió lo que quedaba dentro de mí del amor de Dios.No abandoné por completo la oración mental sin pedirle permisoa mi confesor. Le dije que me parecía mejor recitar cada día el Salvede la Virgen que practicar la oración; no tenía tiempo para ambascosas. No veía yo que esto era una estratagema del enemigo paraalejarme de Dios, para enredarme en las trampas que habíapreparado para mí. Disponía de tiempo suficiente para ambas, puesno tenía otra ocupación que aquello que yo misma me imponía. Miconfesor fue blando con el tema. Al no ser un hombre de oración, diosu consentimiento en favor de mi propio perjuicio.Oh Dios mío, si se llegara a conocer el valor de la oración, lagran ventaja obtenida por el alma cuando conversa contigo, y de quéconsecuencia es para su salvación, todo el mundo se aplicaría a ello.Es una fortaleza en la que el enemigo no puede entrar. La puedeatacar, asediar, armar ruido tras sus murallas; pero mientraspermanecemos fieles y mantenemos nuestros puestos, no nos puededañar. Es igualmente un requisito instruir a los niños en que laoración es algo tan necesario como su salvación. ¡Ay!Desgraciadamente se cree que basta con decirles que hay un Cielo yun Infierno; que deben esforzarse en evitar el postrero y obtener elprimero; sin embargo no se les enseña el camino más fácil y corto dellegar a Él. El único camino que lleva al Cielo es la oración, unaoración del corazón de la que todo el mundo es capaz, y no losrazonamientos, que son los frutos del estudio; ni el ejercicio de laimaginación, que al llenar la mente de objetos errantes rara vez laasienta; y en vez de hacer entrar en calor al corazón, por medio delamor hacia Dios, lo dejan frío y lánguido. Dejad que el pobre venga,dejad que el ignorante y carnal vengan; dejad que los niños sin razóno conocimiento vengan, dejad que los corazones torpes y duros queno pueden retener nada vengan a la práctica de la oración, y ellosserán sabios.Y vosotros, grandes, sabios y ricos, ¿no tenéis un corazón capazde amar lo que os es en vuestro propio provecho y odiar lo que os esde destrucción? Amad al bien soberano, odiad todo mal, y seréisverdaderamente sabios. Cuándo amáis a alguien, ¿es porque conocéis29
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XXVIIEn aquel feliz día de Santa M
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XXVIIIMe tuve que desplazar a Parí
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en Génova, y que habría de sacrif
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XXIXSi por un lado la Providencia a
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