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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

instaron a que no compareciera ante la dieta. Decían el<strong>los</strong> que el emperador pedía la presencia <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

príncipes para atraer<strong>los</strong> a una trampa. "¿No era arriesgarlo todo, eso <strong>de</strong> encerrarse <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>los</strong> muros<br />

<strong>de</strong> una ciudad, a merced <strong>de</strong> un po<strong>de</strong>roso enemigo?" Otros en cambio <strong>de</strong>cían: "Si <strong>los</strong> príncipes se <strong>por</strong>tan<br />

con valor, la causa <strong>de</strong> Dios está salvada." "Fiel es Dios y nunca nos abandonará," <strong>de</strong>cía Lutero. (Id., lib.<br />

14, cap. 2.) <strong>El</strong> elector y su comitiva se encaminaron a Augsburgo. Todos conocían el peligro que les<br />

amenazaba, y muchos seguían a<strong>de</strong>lante con triste semblante y corazón turbado. Pero Lutero, que <strong>los</strong><br />

acompañara hasta Coburgo, reanimó su débil fe cantando el himno escrito en el curso <strong>de</strong> aquel viaje:<br />

"Castillo fuerte es nuestro Dios." Muchos lúgubres presentimientos se <strong>de</strong>svanecieron y muchos<br />

corazones apesadumbrados sintieron alivio, al oír las inspiradas estrofas.<br />

Los príncipes reformados habían resuelto redactar una exposición sistemática <strong>de</strong> sus opiniones,<br />

con pruebas <strong>de</strong> las Santas Escrituras, y presentarla a la dieta; y la preparación <strong>de</strong> ella fue encomendada<br />

a Lutero, Melanchton y sus compañeros. Esta confesión fue aceptada <strong>por</strong> <strong>los</strong> protestantes como<br />

expresión genuina <strong>de</strong> su fe, y se reunieron para firmar tan im<strong>por</strong>tante documento. Fue ésta una ocasión<br />

solemne y <strong>de</strong>cisiva. Estaban muy <strong>de</strong>seosos <strong>los</strong> reformadores <strong>de</strong> que su causa no se confundiera con <strong>los</strong><br />

asuntos políticos, y creían que la Reforma no <strong>de</strong>bía ejercer otra influencia que la que proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />

Palabra <strong>de</strong> Dios. Cuando <strong>los</strong> príncipes cristianos se a<strong>de</strong>lantaron a firmar la confesión, Melanchton se<br />

interpuso, diciendo: "A <strong>los</strong> teólogos y a <strong>los</strong> ministros es a quienes correspon<strong>de</strong> proponer estas cosas;<br />

reservemos para otros asuntos la autoridad <strong>de</strong> <strong>los</strong> po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong> esta tierra." "No permita Dios —replicó<br />

Juan <strong>de</strong> Sajonia— que sea yo excluído. Estoy resuelto a cumplir con mi <strong>de</strong>ber, sin preocuparme <strong>de</strong> mi<br />

corona. Deseo confesar al Señor. Mi birrete y mi toga <strong>de</strong> elector no me son tan preciosos como la cruz<br />

<strong>de</strong> Cristo." Habiendo dicho esto, firmó. Otro <strong>de</strong> <strong>los</strong> príncipes, al tomar la pluma para firmar, dijo: "Si la<br />

honra <strong>de</strong> mi Señor Jesucristo lo requiere, estoy listo . . . para sacrificar mis bienes y mi vida." "Preferiría<br />

<strong>de</strong>jar a mis súbditos, mis estados y la tierra <strong>de</strong> mis padres, para irme bordón en mano —prosiguió<br />

diciendo,— antes que recibir otra doctrina que la contenida en esta confesión."—Id., cap. 6.<br />

Tal era la fe y el arrojo <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> Dios. Llegó el momento señalado para comparecer<br />

ante el emperador. Car<strong>los</strong> V, sentado en su trono, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> <strong>los</strong> electores y <strong>los</strong> príncipes, dio audiencia<br />

a <strong>los</strong> reformadores protestantes. Dióse lectura a la confesión <strong>de</strong> fe <strong>de</strong> éstos. Fueron presentadas con toda<br />

claridad las verda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Evangelio ante la augusta asamblea, y señalados <strong>los</strong> errores <strong>de</strong> la iglesia papal.<br />

Con razón fue llamado aquel día "el día más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> la Reforma y uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> más gloriosos en la<br />

historia <strong>de</strong>l cristianismo y <strong>de</strong> la humanidad." —Id., cap. 7. Hacía apenas unos cuantos años que el monje<br />

<strong>de</strong> Wittenberg se presentara solo en Worms ante el concilio nacional; y ahora, en vez <strong>de</strong> él veíanse <strong>los</strong><br />

más nobles y po<strong>de</strong>rosos príncipes <strong>de</strong>l imperio. A Lutero no se le había permitido comparecer en<br />

Augsburgo, pero estaba presente <strong>por</strong> sus palabras y <strong>por</strong> sus oraciones. "Me lleno <strong>de</strong> gozo —escribía,—<br />

<strong>por</strong> haber llegado hasta esta hora en que Cristo ha sido ensalzado públicamente <strong>por</strong> tan ilustres<br />

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