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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

en las cavernas <strong>de</strong> las peñas, <strong>por</strong> la presencia formidable <strong>de</strong> Jehová, y <strong>por</strong> el resplandor <strong>de</strong> su majestad,<br />

cuando se levantare para herir la tierra." (Isaías 13: 6; 2: 1012; 2: 20, 21.) Por un <strong>de</strong>sgarrón <strong>de</strong> las nubes<br />

una estrella arroja rayos <strong>de</strong> luz cuyo brillo queda cuadruplicado <strong>por</strong> el contraste con la obscuridad.<br />

Significa esperanza y júbilo para <strong>los</strong> fieles, pero severidad para <strong>los</strong> transgresores <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> Dios.<br />

Los que todo lo sacrificaron <strong>por</strong> Cristo están entonces seguros, como escondidos en <strong>los</strong> pliegues<br />

<strong>de</strong>l pabellón <strong>de</strong> Dios. Fueron probados, y ante el mundo y <strong>los</strong> <strong>de</strong>spreciadores <strong>de</strong> la verdad <strong>de</strong>mostraron<br />

su fi<strong>de</strong>lidad a Aquel que murió <strong>por</strong> el<strong>los</strong>. Un cambio maravil<strong>los</strong>o se ha realizado en aquel<strong>los</strong> que<br />

conservaron su integridad ante la misma muerte. Han sido librados como <strong>por</strong> ensalmo <strong>de</strong> la sombría y<br />

terrible tiranía <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres vueltos <strong>de</strong>monios. Sus semblantes, poco antes tan pálidos, tan llenos <strong>de</strong><br />

ansiedad y tan macilentos, brillan ahora <strong>de</strong> admiración, fe y amor. Sus voces se elevan en canto triunfal:<br />

"Dios es nuestro refugio y fortaleza; socorro muy bien experimentado en las angustias. Por tanto no<br />

temeremos aunque la tierra sea conmovida, y aunque las montañas se trasla<strong>de</strong>n al centro <strong>de</strong> <strong>los</strong> mares;<br />

aunque bramen y se turben sus aguas, aunque tiemblen las montañas a causa <strong>de</strong> su bravura. (Salmo 46:<br />

1-3, V.M.)<br />

Mientras estas palabras <strong>de</strong> santa confianza se elevan hacia Dios, las nubes se retiran, y el cielo<br />

estrellado brilla con esplendor in<strong>de</strong>scriptible en contraste con el firmamento negro y severo en ambos<br />

lados. La magnificencia <strong>de</strong> la ciudad celestial rebosa <strong>por</strong> las puertas entreabiertas. Entonces aparece en<br />

el cielo una mano que sostiene dos tablas <strong>de</strong> piedra puestas una sobre otra. <strong>El</strong> profeta dice: "Denunciarán<br />

<strong>los</strong> cie<strong>los</strong> su justicia; <strong>por</strong>que Dios es el juez." (Salmo 50: 6.) Esta ley santa, justicia <strong>de</strong> Dios, que entre<br />

truenos y llamas fue proclamada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Sinaí como guía <strong>de</strong> la vida, se revela ahora a <strong>los</strong> hombres como<br />

norma <strong>de</strong>l juicio. La mano abre las tablas en las cuales se ven <strong>los</strong> preceptos <strong>de</strong>l Decálogo inscritos como<br />

con letras <strong>de</strong> fuego. Las palabras son tan distintas que todos pue<strong>de</strong>n leerlas. La memoria se <strong>de</strong>spierta, las<br />

tinieblas <strong>de</strong> la superstición y <strong>de</strong> la herejía <strong>de</strong>saparecen <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> espíritus, y las diez palabras <strong>de</strong> Dios,<br />

breves, inteligibles y llenas <strong>de</strong> autoridad, se presentan a la vista <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> habitantes <strong>de</strong> la tierra.<br />

Es imposible <strong>de</strong>scribir el horror y la <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> que pisotearon <strong>los</strong> santos preceptos<br />

<strong>de</strong> Dios. <strong>El</strong> Señor les había dado su ley con la cual hubieran podido comparar su carácter y ver sus<br />

<strong>de</strong>fectos mientras que había aún o<strong>por</strong>tunidad para arrepentirse y reformarse; pero con el afán <strong>de</strong><br />

asegurarse el favor <strong>de</strong>l mundo, pusieron a un lado <strong>los</strong> preceptos <strong>de</strong> la ley y enseñaron a otros a<br />

transgredir<strong>los</strong>. Se empeñaron en obligar al pueblo <strong>de</strong> Dios a que profanase su sábado. Ahora <strong>los</strong> con<strong>de</strong>na<br />

aquella misma ley que <strong>de</strong>spreciaran. Ya echan <strong>de</strong> ver que no tienen disculpa. <strong>El</strong>igieron a quién querían<br />

servir y adorar. "Entonces vosotros volveréis, y echaréis <strong>de</strong> ver la diferencia que hay entre el justo y el<br />

injusto; entre aquel que sirve a Dios, y aquel que no le sirve." (Malaquías 3: 18, V.M.).<br />

Los enemigos <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>los</strong> ministros hasta el más insignificante entre el<strong>los</strong>,<br />

adquieren un nuevo concepto <strong>de</strong> lo que es la verdad y el <strong>de</strong>ber. Reconocen <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> que el día<br />

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