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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

el Señor Jehová, que no quiero la muerte <strong>de</strong>l impío." (Ezequiel 33: 11.) <strong>El</strong> Señor es "compasivo y<br />

clemente, lento en iras y gran<strong>de</strong> en misericordia y en fi<strong>de</strong>lidad…que perdona la iniquidad, la transgresión<br />

y el pecado." Sin embargo "visita la iniquidad <strong>de</strong> <strong>los</strong> padres sobre <strong>los</strong> hijos, y sobre <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos,<br />

hasta la tercera y hasta la cuarta generación." "¡Jehová es lento en iras y gran<strong>de</strong> en po<strong>de</strong>r, y <strong>de</strong> ningún<br />

modo tendrá <strong>por</strong> inocente al rebel<strong>de</strong>!" (Éxodo 34: 6, 7; Nahum 1: 3, V.M.)<br />

<strong>El</strong> vindicará con terribles manifestaciones la dignidad <strong>de</strong> su ley pisoteada. Pue<strong>de</strong> juzgarse <strong>de</strong> cuán<br />

severa ha <strong>de</strong> ser la retribución que espera a <strong>los</strong> culpables, <strong>por</strong> la repugnancia que tiene el Señor para<br />

hacer justicia. La nación a la que so<strong>por</strong>ta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace tanto tiempo y a la que no <strong>de</strong>struirá hasta que no<br />

haya llenado La medida <strong>de</strong> sus iniquida<strong>de</strong>s, según el cálculo <strong>de</strong> Dios, beberá finalmente <strong>de</strong> la copa <strong>de</strong><br />

su ira sin mezcla <strong>de</strong> misericordia. Cuando Cristo <strong>de</strong>je <strong>de</strong> interce<strong>de</strong>r en el santuario, se <strong>de</strong>rramará sin<br />

mezcla la ira <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong> la que son amenazados <strong>los</strong> que adoran a la bestia y a su imagen y reciben su<br />

marca. (Apocalipsis 14:9, 10.) Las plagas que cayeron sobre Egipto cuando Dios estaba <strong>por</strong> libertar a<br />

Israel fueron <strong>de</strong> índole análoga a <strong>los</strong> juicios más terribles y extensos que caerán sobre el mundo<br />

inmediatamente antes <strong>de</strong> la liberación final <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> Dios. En el Apocalipsis se lee lo siguiente con<br />

referencia a esas mismas plagas tan temibles: Vino una plaga mala y dañosa sobre <strong>los</strong> hombres que<br />

tenían la señal <strong>de</strong> la bestia, y sobre <strong>los</strong> que adoraban su imagen." <strong>El</strong> mar "se convirtió en sangre como<br />

<strong>de</strong> un muerto; y toda alma viviente fue muerta en el mar." También "<strong>los</strong> ríos; y . . ., las fuentes <strong>de</strong> las<br />

aguas, . . . se convirtieron en sangre."<br />

Por terribles que sean estos castigos, la justicia <strong>de</strong> Dios está plenamente vindicada. <strong>El</strong> ángel <strong>de</strong><br />

Dios <strong>de</strong>clara: "Justo eres tú, oh Señor, . . . <strong>por</strong>que has juzgado estas cosas: <strong>por</strong>que el<strong>los</strong> <strong>de</strong>rramaron la<br />

sangre <strong>de</strong> <strong>los</strong> santos y <strong>de</strong> <strong>los</strong> profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen.<br />

(Apocalipsis 16: 2-6.) Al con<strong>de</strong>nar a muerte al pueblo <strong>de</strong> Dios, <strong>los</strong> que lo hicieron son tan culpables <strong>de</strong><br />

su sangre como si la hubiesen <strong>de</strong>rramado con sus propias manos. Del mismo modo Cristo <strong>de</strong>claró que<br />

<strong>los</strong> judíos <strong>de</strong> su tiempo eran culpables <strong>de</strong> toda la sangre <strong>de</strong> <strong>los</strong> santos varones que había sido <strong>de</strong>rramada<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>los</strong> días <strong>de</strong> Abel, pues estaban animados <strong>de</strong>l mismo espíritu y estaban tratando <strong>de</strong> hacer lo mismo<br />

que <strong>los</strong> asesinos <strong>de</strong> <strong>los</strong> profetas.<br />

En la plaga que sigue, se le da po<strong>de</strong>r al sol para quemar a <strong>los</strong> hombres con fuego. Y <strong>los</strong> hombres<br />

se quemaron con el gran<strong>de</strong> calor." (Apocalipsis 14: 8, 9.) Los profetas <strong>de</strong>scriben como sigue el estado<br />

<strong>de</strong> la tierra en tan terrible tiempo: "<strong>El</strong> campo fue <strong>de</strong>struído, enlutóse la tierra; . . . <strong>por</strong>que se perdió la<br />

mies <strong>de</strong>l campo." "Secáronse todos <strong>los</strong> árboles <strong>de</strong>l campo; <strong>por</strong> lo cual se secó el gozo <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

hombres." "<strong>El</strong> grano se pudrió <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> sus terrones, <strong>los</strong> bastimentos fueron asolados." "¡Cuánto<br />

gimieron las bestias! ¡cuán turbados anduvieron <strong>los</strong> hatos <strong>de</strong> <strong>los</strong> bueyes, <strong>por</strong>que no tuvieron pastos! , . .<br />

Se secaron <strong>los</strong> arroyos <strong>de</strong> las aguas, y fuego consumió las pra<strong>de</strong>rías <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto." (Joel 1: 10, 11, 12, 17,<br />

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