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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

18, 20.) "Y <strong>los</strong> cantores <strong>de</strong>l templo aullarán en aquel día, dice el Señor Jehová; muchos serán <strong>los</strong> cuerpos<br />

muertos; en todo lugar echados serán en silencio." (Amós 8: 3.) Estas plagas no serán universales, pues<br />

<strong>de</strong> lo contrario <strong>los</strong> habitantes <strong>de</strong> la tierra serían enteramente <strong>de</strong>struídos. Sin embargo serán <strong>los</strong> azotes<br />

más terribles que hayan sufrido jamás <strong>los</strong> hombres. Todos <strong>los</strong> juicios que cayeron sobre <strong>los</strong> hombres<br />

antes <strong>de</strong>l fin <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong> gracia fueron mitigados con misericordia.<br />

La sangre propiciatoria <strong>de</strong> Cristo impidió que el pecador recibiese el pleno castigo <strong>de</strong> su culpa;<br />

pero en el juicio final la ira <strong>de</strong> Dios se <strong>de</strong>rramará sin mezcla <strong>de</strong> misericordia. En aquel día, multitu<strong>de</strong>s<br />

enteras invocarán la protección <strong>de</strong> la misericordia divina que <strong>por</strong> tanto tiempo <strong>de</strong>spreciaran. "He aquí<br />

vienen días, dice el Señor Jehová, en <strong>los</strong> cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre <strong>de</strong> pan, ni sed <strong>de</strong><br />

agua, sino <strong>de</strong> oír palabra <strong>de</strong> Jehová. E irán errantes <strong>de</strong> mar a mar: <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el norte hasta el oriente<br />

discurrirán buscando palabra <strong>de</strong> Jehová, y no la hallarán." (Amós 8: 11, 1 2.) <strong>El</strong> pueblo <strong>de</strong> Dios no<br />

quedará libre <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cimientos; pero aunque perseguido y acongojado y aunque sufra privaciones y falta<br />

<strong>de</strong> alimento, no será abandonado para perecer. <strong>El</strong> Dios que cuidó <strong>de</strong> <strong>El</strong>ías no abandonará a ninguno <strong>de</strong><br />

sus abnegados hijos. <strong>El</strong> que cuenta <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> <strong>de</strong> sus cabezas, cuidará <strong>de</strong> el<strong>los</strong> y <strong>los</strong> aten<strong>de</strong>rá en tiempos<br />

<strong>de</strong> hambruna. Mientras <strong>los</strong> malvados estén muriéndose <strong>de</strong> hambre y pestilencia, <strong>los</strong> ángeles protegerán<br />

a <strong>los</strong> justos y suplirán sus necesida<strong>de</strong>s. Escrito está <strong>de</strong>l que "camina en justicia" que "se le dará pan y<br />

sus aguas serán ciertas." "Cuando <strong>los</strong> pobres y <strong>los</strong> menesterosos buscan agua y no la hay, y la lengua se<br />

les seca <strong>de</strong> sed, yo, Jehová, les escucharé; yo, el Dios <strong>de</strong> Israel, no <strong>los</strong> abandonará. (Isaías 33: 16; 41:<br />

17, V.M.)<br />

"Mas aunque la higuera no floreciere, y no hubiere fruto en la vid; aunque faltare el producto <strong>de</strong>l<br />

olivo, y <strong>los</strong> campos nada dieren <strong>de</strong> comer; aunque las ovejas fueren <strong>de</strong>struídas <strong>de</strong>l aprisco, y no hubiere<br />

vacas en <strong>los</strong> pesebres; sin embargo" <strong>los</strong> que teman a Jehová se regocijarán en él y se alegrarán en el Dios<br />

<strong>de</strong> su salvación. (Habacuc 3:17, 18, V.M.) "Jehová es tu guardador: Jehová es tu sombra a tu mano<br />

<strong>de</strong>recha. <strong>El</strong> sol no te fatigará <strong>de</strong> día, ni la luna <strong>de</strong> noche. Jehová te guardará <strong>de</strong> todo mal: él guardará tu<br />

alma." "Y él te librará <strong>de</strong>l lazo <strong>de</strong>l cazador: <strong>de</strong> la peste <strong>de</strong>struidora. Con sus plumas te cubrirá, y <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> sus alas estarás seguro: escudo y adarga es su verdad. No tendrás temor <strong>de</strong> espanto nocturno, ni <strong>de</strong><br />

saeta que vuele <strong>de</strong> día; ni <strong>de</strong> pestilencia que an<strong>de</strong> en oscuridad, ni <strong>de</strong> mortandad que en medio <strong>de</strong>l día<br />

<strong>de</strong>struya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra: mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos<br />

mirarás, y verás la recompensa <strong>de</strong> <strong>los</strong> impíos. Porque tú has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al<br />

Altísimo <strong>por</strong> tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada." (Salmos 121: 5-7; 91: 3-<br />

10.)<br />

Sin embargo, <strong>por</strong> lo que ven <strong>los</strong> hombres, parecería que <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Dios tuviesen que sellar<br />

pronto su <strong>de</strong>stino con su sangre, como lo hicieron <strong>los</strong> mártires que <strong>los</strong> precedieron. <strong>El</strong><strong>los</strong> mismos<br />

empiezan a temer que el Señor <strong>los</strong> <strong>de</strong>je perecer en las manos homicidas <strong>de</strong> sus enemigos. Es un tiempo<br />

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