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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Debéis creer en Dios, que habla con sencillez en su Palabra —contestó el reformador,— y más <strong>de</strong><br />

lo que ella os diga no <strong>de</strong>béis creer ni <strong>de</strong> unos ni <strong>de</strong> otros. La Palabra <strong>de</strong> Dios es clara; y si parece haber<br />

obscuridad en algún pasaje, el Espíritu Santo, que nunca se contradice a sí mismo, se explica con más<br />

claridad en otros pasajes, <strong>de</strong> modo que no queda lugar a duda sino para el ignorante. — David Laing,<br />

Works of John Knox, tomo 2, págs. 281, 284. Tales fueron las verda<strong>de</strong>s que el intrépido reformador, con<br />

peligro <strong>de</strong> su vida, dirigió a <strong>los</strong> oídos reales. Con el mismo valor indómito se aferró a su propósito y<br />

siguió orando y combatiendo como fiel soldado <strong>de</strong>l Señor hasta que Escocia quedó libre <strong>de</strong>l papado. En<br />

Inglaterra el establecimiento <strong>de</strong>l protestantismo como religión nacional, hizo menguar la persecución,<br />

pero no la hizo cesar <strong>por</strong> completo. Aunque muchas <strong>de</strong> las doctrinas <strong>de</strong> Roma fueron suprimidas, se<br />

conservaron muchas <strong>de</strong> sus formas <strong>de</strong> culto. La supremacía <strong>de</strong>l papa fue rechazada, pero en su lugar se<br />

puso al monarca como cabeza <strong>de</strong> la iglesia. Mucho distaban aún <strong>los</strong> servicios <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> la pureza<br />

y sencillez <strong>de</strong>l Evangelio. <strong>El</strong> gran principio <strong>de</strong> la libertad religiosa no era aún entendido. Si bien es<br />

verdad que pocas veces apelaron <strong>los</strong> gobernantes protestantes a las horribles cruelda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que se valía<br />

Roma contra <strong>los</strong> herejes, no se reconocía el <strong>de</strong>recho que tiene todo hombre <strong>de</strong> adorar a Dios según <strong>los</strong><br />

dictados <strong>de</strong> su conciencia. Se exigía <strong>de</strong> todos que aceptaran las doctrinas y observaran las formas <strong>de</strong><br />

culto prescritas <strong>por</strong> la iglesia establecida. Aún se siguió persiguiendo a <strong>los</strong> disi<strong>de</strong>ntes <strong>por</strong> centenares <strong>de</strong><br />

años con mayor o menor encarnizamiento.<br />

En el siglo XVII millares <strong>de</strong> pastores fueron <strong>de</strong>puestos <strong>de</strong> sus cargos. Se le prohibió al pueblo so<br />

pena <strong>de</strong> fuertes multas, prisión y <strong>de</strong>stierro, que asistiera a cualesquiera reuniones religiosas que no fueran<br />

las sancionadas <strong>por</strong> la iglesia. Los que no pudieron <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> reunirse para adorar a Dios, tuvieron que<br />

hacerlo en callejones obscuros, en sombrías buhardillas y, en estaciones propicias, en <strong>los</strong> bosques a<br />

medianoche. En la protectora espesura <strong>de</strong> la floresta, como en templo hecho <strong>por</strong> Dios mismo, aquel<strong>los</strong><br />

esparcidos y perseguidos hijos <strong>de</strong>l Señor, se reunían para <strong>de</strong>rramar sus almas en plegarias y alabanzas.<br />

Pero a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> todas estas precauciones muchos sufrieron <strong>por</strong> su fe. Las cárceles rebosaban. Las<br />

familias eran divididas. Muchos fueron <strong>de</strong>sterrados a tierras extrañas.<br />

Sin embargo, Dios estaba con su pueblo y la persecución no podía acallar su testimonio. Muchos<br />

cruzaron el océano y se establecieron en Norteamérica, don<strong>de</strong> echaron <strong>los</strong> cimientos <strong>de</strong> la libertad civil<br />

y religiosa que fueron baluarte y gloria <strong>de</strong> <strong>los</strong> Estados Unidos. Otra vez, como en <strong>los</strong> tiempos apostólicos,<br />

la persecución contribuyó al progreso <strong>de</strong>l Evangelio. En una asquerosa mazmorra atestada <strong>de</strong> reos y<br />

libertinos, Juan Bunyan respiró el verda<strong>de</strong>ro ambiente <strong>de</strong>l cielo y escribió su maravil<strong>los</strong>a alegoría <strong>de</strong>l<br />

viaje <strong>de</strong>l peregrino <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción a la ciudad celestial. Por más <strong>de</strong> doscientos años aquella<br />

voz habló <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> Bedford con po<strong>de</strong>r penetrante a <strong>los</strong> corazones <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres. <strong>El</strong> Viador y<br />

La gracia abundante para el mayor <strong>de</strong> <strong>los</strong> pecadores han guiado a muchos <strong>por</strong> el sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la vida eterna.<br />

Baxter, Flavel, Alleine y otros hombres <strong>de</strong> talento, <strong>de</strong> educación y <strong>de</strong> profunda experiencia cristiana, se<br />

mantuvieron firmes <strong>de</strong>fendiendo valientemente la fe que en otro tiempo fuera entregada a <strong>los</strong> santos. La<br />

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