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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

No lo sé, ni me interesa saberlo. . . . Sea don<strong>de</strong> sea que estalle el rayo, permanezco sin temor; ni una<br />

hoja <strong>de</strong>l árbol cae sin el beneplácito <strong>de</strong> nuestro Padre celestial; ¡cuánto menos nosotros! Es poca cosa<br />

morir <strong>por</strong> el Verbo, pues que este Verbo se hizo carne y murió <strong>por</strong> nosotros; con él resucitaremos, si con<br />

el morimos; y pasando <strong>por</strong> don<strong>de</strong> pasó, llegaremos adon<strong>de</strong> llegó, y moraremos con él durante la<br />

eternidad."—Id., cap. 9. Cuando tuvo conocimiento <strong>de</strong> la bula papal, dijo: "La <strong>de</strong>sprecio y la ataco como<br />

impía y mentirosa. . . . <strong>El</strong> mismo Cristo es quien está con<strong>de</strong>nado en ella. . . . Me regocijo <strong>de</strong> tener que<br />

sobrellevar algunos males <strong>por</strong> la más justa <strong>de</strong> las causas. Me siento ya más libre en mi corazón; pues sé<br />

finalmente que el papa es el Anticristo, y que su silla es la <strong>de</strong> Satanás." —Ibid.<br />

Sin embargo el <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> Roma no quedó sin efecto. La cárcel, el tormento y la espada eran<br />

armas po<strong>de</strong>rosas para imponer la obediencia. Los débiles y <strong>los</strong> supersticiosos temblaron ante el <strong>de</strong>creto<br />

<strong>de</strong>l papa, y si bien era general la simpatía hacia Lutero, muchos consi<strong>de</strong>raron que la vida era <strong>de</strong>masiado<br />

cara para arriesgarla en la causa <strong>de</strong> la Reforma. Todo parecía indicar que la obra <strong>de</strong>l reformador iba a<br />

terminar. Pero Lutero se mantuvo intrépido. Roma había lanzado sus anatemas contra él, y el mundo<br />

pensaba que moriría o se daría <strong>por</strong> vencido. Pero con irresistible fuerza Lutero <strong>de</strong>volvió a Roma la<br />

sentencia <strong>de</strong> con<strong>de</strong>nación, y <strong>de</strong>claró públicamente que había resuelto separarse <strong>de</strong> ella para siempre. En<br />

presencia <strong>de</strong> gran número <strong>de</strong> estudiantes, doctores y personas <strong>de</strong> todas las clases <strong>de</strong> la sociedad, quemó<br />

Lutero la bula <strong>de</strong>l papa con las leyes canónicas, las <strong>de</strong>cretales y otros escritos que daban apoyo al po<strong>de</strong>r<br />

papal. "Al quemar mis libros —dijo él,— mis enemigos han podido causar mengua a la verdad en el<br />

ánimo <strong>de</strong> la plebe y <strong>de</strong>struir sus almas; <strong>por</strong> esto yo también he <strong>de</strong>struído sus libros. Ha principiado una<br />

lucha reñida; hasta aquí no he hecho sino chancear con el papa; principié esta obra en nombre <strong>de</strong> Dios,<br />

y ella se acabará sin mí y <strong>por</strong> su po<strong>de</strong>r." —Id., cap. 10.<br />

A <strong>los</strong> escarnios <strong>de</strong> sus enemigos que le <strong>de</strong>safiaban <strong>por</strong> la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> su causa, contestaba Lutero:<br />

¿Quién pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que no sea Dios el que me ha elegido y llamado; y que el<strong>los</strong> al menospreciarme no<br />

<strong>de</strong>bieran temer que están menospreciando a Dios mismo? Moisés iba solo a la salida <strong>de</strong> Egipto; <strong>El</strong>ías<br />

estaba solo, en <strong>los</strong> días <strong>de</strong>l rey Acab; Isaías solo en Jerusalén; Ezequiel solo en Babilonia. . . . Dios no<br />

escogió jamás <strong>por</strong> profeta, ni al sumo sacerdote, ni a otro personaje distinguido, sino que escogió<br />

generalmente a hombres humil<strong>de</strong>s y menospreciados, y en cierta ocasión a un pastor, Amós. En todo<br />

tiempo <strong>los</strong> santos <strong>de</strong>bieron, con peligro <strong>de</strong> su vida, repren<strong>de</strong>r a <strong>los</strong> gran<strong>de</strong>s, a <strong>los</strong> reyes, a <strong>los</strong> príncipes,<br />

a <strong>los</strong> sacerdotes y a <strong>los</strong> sabios. . . . Yo no digo que soy un profeta, pero digo que <strong>de</strong>ben temer<br />

precisamente <strong>por</strong>que yo soy solo, y <strong>por</strong>que el<strong>los</strong> son muchos. De lo que estoy cierto es <strong>de</strong> que la palabra<br />

<strong>de</strong> Dios está conmigo y no con el<strong>los</strong>." —Ibid.<br />

No fue sino <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sostenido una terrible lucha en su propio corazón, cuando se <strong>de</strong>cidió<br />

finalmente Lutero a separarse <strong>de</strong> la iglesia. En aquella época <strong>de</strong> su vida, escribió lo siguiente: "Cada día<br />

comprendo mejor lo difícil que es para uno <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> <strong>los</strong> escrúpu<strong>los</strong> que le fueron imbuídos en la<br />

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