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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

<strong>de</strong>masiado para ser traído <strong>de</strong>l cielo <strong>por</strong> un solo mensajero, una multitud <strong>de</strong> voces entonan la antífona que<br />

todas las legiones <strong>de</strong> <strong>los</strong> rescatados cantarán un día: "¡Gloria en las alturas a Dios, y sobre la tierra paz;<br />

entre <strong>los</strong> hombres buena voluntad!" (S. Lucas 2: 14, V.M.) ¡Oh! ¡qué lección encierra esta maravil<strong>los</strong>a<br />

historia <strong>de</strong> Belén! ¡Qué reconvención para nuestra incredulidad, nuestro orgullo y amor propio! ¡Cómo<br />

nos amonesta a que tengamos cuidado, no sea que <strong>por</strong> nuestra criminal indiferencia, nosotros también<br />

<strong>de</strong>jemos <strong>de</strong> discernir las señales <strong>de</strong> <strong>los</strong> tiempos, y no conozcamos el día <strong>de</strong> nuestra visitación!<br />

No fue sólo sobre <strong>los</strong> collados <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a, ni entre <strong>los</strong> humil<strong>de</strong>s pastores, don<strong>de</strong> <strong>los</strong> ángeles<br />

encontraron a quienes velaban esperando la venida <strong>de</strong>l Mesías En tierra <strong>de</strong> paganos había también<br />

quienes le esperaban; eran sabios, ricos y nobles filósofos <strong>de</strong>l oriente. Observadores <strong>de</strong> la naturaleza, <strong>los</strong><br />

magos habían visto a Dios en sus obras. Por las Escrituras hebraicas tenían conocimiento <strong>de</strong> la estrella<br />

que <strong>de</strong>bía proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Jacob, y con ardiente <strong>de</strong>seo esperaban la venida <strong>de</strong> Aquel que sería no sólo la<br />

"consolación <strong>de</strong> Israel," sino una "luz para iluminación <strong>de</strong> las naciones" y "salvación hasta <strong>los</strong> fines <strong>de</strong><br />

la tierra." (S. Lucas 2: 25, 32; Hechos 13: 47, V.M.) Buscaban luz, y la luz <strong>de</strong>l trono <strong>de</strong> Dios iluminó su<br />

senda.<br />

Mientras <strong>los</strong> sacerdotes y rabinos <strong>de</strong> Jerusalén, guardianes y expositores titulados <strong>de</strong> la verdad,<br />

quedaban envueltos en tinieblas, la estrella enviada <strong>de</strong>l cielo guió a <strong>los</strong> gentiles <strong>de</strong>l extranjero al lugar<br />

en que el Rey acababa <strong>de</strong> nacer. Es "para la salvación <strong>de</strong> <strong>los</strong> que le esperan" para lo que Cristo aparecerá<br />

"la segunda vez, sin pecado." (Hebreos 9: 28, V.M.) Como las nuevas <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong>l Salvador, el<br />

mensaje <strong>de</strong>l segundo advenimiento no fue confiado a <strong>los</strong> caudil<strong>los</strong> religiosos <strong>de</strong>l pueblo. No habían<br />

conservado éstos la unión con Dios, y habían rehusado la luz divina; <strong>por</strong> consiguiente no se encontraban<br />

entre aquel<strong>los</strong> <strong>de</strong> quienes habla el apóstol Pablo cuando dice: "Vosotros, empero, hermanos, no estáis<br />

en tinieblas, para que aquel día a vosotros os sorprenda como ladrón: <strong>por</strong>que todos vosotros sois hijos<br />

<strong>de</strong> la luz e hijos <strong>de</strong>l día; nosotros no somos <strong>de</strong> la noche, ni <strong>de</strong> las tinieblas." (1 Tesalonicenses 5: 4, 5,<br />

V.M.)<br />

Los centinelas apostados sobre <strong>los</strong> muros <strong>de</strong> Sión <strong>de</strong>berían haber sido <strong>los</strong> primeros en recoger<br />

como al vuelo las buenas nuevas <strong>de</strong>l advenimiento <strong>de</strong>l Salvador, <strong>los</strong> primeros en alzar la voz para<br />

proclamarle cerca y advertir al pueblo que se preparase para su venida. Pero en vez <strong>de</strong> eso, estaban<br />

soñando tranquilamente en paz, mientras el pueblo seguía durmiendo en sus pecados. Jesús vio su iglesia,<br />

semejante a la higuera estéril, cubierta <strong>de</strong> hojas <strong>de</strong> presunción y sin embargo carente <strong>de</strong> rica fruta. Se<br />

observaban con jactancia las formas <strong>de</strong> religión, mientras que faltaba el espíritu <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ra humildad,<br />

arrepentimiento y fe, o sea lo único que podía hacer aceptable el servicio ofrecido a Dios. En lugar <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> frutos <strong>de</strong>l Espíritu, lo que se notaba era orgullo, formalismo, vanagloria, egoísmo y opresión. Era<br />

aquélla una iglesia apóstata que cerraba <strong>los</strong> ojos a las señales <strong>de</strong> <strong>los</strong> tiempos. Dios no la había<br />

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