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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Capítulo 7: En la Encrucijada <strong>de</strong> <strong>los</strong> Caminos<br />

EL MAS distinguido <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> que fueron llamados a guiar a la iglesia <strong>de</strong> las tinieblas <strong>de</strong>l<br />

papado a la luz <strong>de</strong> una fe más pura, fue Martín Lutero. Ce<strong>los</strong>o, ardiente y abnegado, sin más temor que<br />

el temor <strong>de</strong> Dios y sin reconocer otro fundamento <strong>de</strong> la fe religiosa que el <strong>de</strong> las Santas Escrituras, fue<br />

Lutero el hombre <strong>de</strong> su época. Por su medio realizó Dios una gran obra para reformar a la iglesia e<br />

iluminar al mundo. A semejanza <strong>de</strong> <strong>los</strong> primeros heraldos <strong>de</strong>l Evangelio, Lutero surgió <strong>de</strong>l seno <strong>de</strong> la<br />

pobreza. Sus primeros años transcurrieron en el humil<strong>de</strong> hogar <strong>de</strong> un al<strong>de</strong>ano <strong>de</strong> Alemania, que con su<br />

oficio <strong>de</strong> minero ganara <strong>los</strong> medios necesarios para educar al niño. Quería que ese hijo fuese abogado,<br />

pero Dios se había propuesto hacer <strong>de</strong> él un constructor <strong>de</strong>l gran templo que venía levantándose<br />

lentamente en el transcurso <strong>de</strong> <strong>los</strong> sig<strong>los</strong>. Las contrarieda<strong>de</strong>s, las privaciones y una disciplina severa<br />

constituyeron la escuela don<strong>de</strong> la Infinita Sabiduría preparara a Lutero para la gran misión que iba a<br />

<strong>de</strong>sempeñar.<br />

<strong>El</strong> padre <strong>de</strong> Lutero era hombre <strong>de</strong> robusta y activa inteligencia y <strong>de</strong> gran fuerza <strong>de</strong> carácter,<br />

honrado, resuelto y franco. Era fiel a las convicciones que le señalaban su <strong>de</strong>ber, sin cuidarse <strong>de</strong> las<br />

consecuencias. Su propio sentido común le hacía mirar con <strong>de</strong>sconfianza el sistema monástico. Le<br />

disgustó mucho ver que Lutero, sin su consentimiento, entrara en un monasterio, y pasaron dos años<br />

antes que el padre se reconciliara con el hijo, y aun así no cambió <strong>de</strong> opinión. Los padres <strong>de</strong> Lutero<br />

velaban con gran esmero <strong>por</strong> la educación y el gobierno <strong>de</strong> sus hijos. Procuraban instruir<strong>los</strong> en el<br />

conocimiento <strong>de</strong> Dios y en la práctica <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s cristianas. Muchas veces oía el hijo las oraciones<br />

que su padre dirigía al Cielo para pedir que Martín tuviera siempre presente el nombre <strong>de</strong>l Señor y<br />

contribuyese un día a propagar la verdad. Los padres no <strong>de</strong>sperdiciaban <strong>los</strong> medios que su trabajo podía<br />

pro<strong>por</strong>cionarles, para <strong>de</strong>dicarse a la cultura moral e intelectual. Hacían esfuerzos sinceros y<br />

perseverantes para preparar a sus hijos para una vida piadosa y útil.<br />

Siendo siempre firmes y fieles en sus propósitos y obrando a impulsos <strong>de</strong> su sólido carácter, eran<br />

a veces <strong>de</strong>masiado severos; pero el reformador mismo, si bien reconoció que se habían equivocado en<br />

algunos respectos, no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> encontrar en su disciplina más cosas dignas <strong>de</strong> aprobación que <strong>de</strong> censura.<br />

En la escuela a la cual le enviaran en su tierna edad, Lutero fue tratado con aspereza y hasta con dureza.<br />

Tanta era la pobreza <strong>de</strong> sus padres que al salir <strong>de</strong> su casa para la escuela <strong>de</strong> un pueblo cercano, se vio<br />

obligado <strong>por</strong> algún tiempo a ganar su sustento cantando <strong>de</strong> puerta en puerta y pa<strong>de</strong>ciendo hambre con<br />

mucha frecuencia. Las i<strong>de</strong>as religiosas lóbregas y supersticiosas que prevalecían en su tiempo le llenaban<br />

<strong>de</strong> pavor. A veces se iba a acostar con el corazón angustiado, pensando con temor en el sombrío <strong>por</strong>venir,<br />

y viendo en Dios a un juez inexorable y un cruel tirano más bien que un bondadoso Padre celestial.<br />

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