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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

para <strong>los</strong> oprimidos, y siguió creciendo y prosperando hasta que su principio fundamental —la libertad<br />

civil y religiosa— llegó a ser la piedra angular <strong>de</strong> la república americana <strong>de</strong> <strong>los</strong> Estados Unidos.<br />

En el antiguo documento que nuestros antepasados expidieron como su carta <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos —la<br />

Declaración <strong>de</strong> In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia— <strong>de</strong>claraban lo siguiente: Sostenemos como evi<strong>de</strong>ntes estas verda<strong>de</strong>s, a<br />

saber, que todos <strong>los</strong> hombres han sido creados iguales, que han sido investidos <strong>por</strong> su Creador con ciertos<br />

<strong>de</strong>rechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda <strong>de</strong> la felicidad. Y la<br />

Constitución garantiza en <strong>los</strong> términos más explícitos, la inviolabilidad <strong>de</strong> la conciencia: "No se exigirá<br />

examen alguno religioso como calificación para obtener un puesto público <strong>de</strong> confianza en <strong>los</strong> Estados<br />

Unidos." "<strong>El</strong> Congreso no dictará leyes para establecer una religión ni para estorbar el libre ejercicio <strong>de</strong><br />

ella." "Los que formularon la Constitución reconocieron el principio eterno <strong>de</strong> que la relación <strong>de</strong>l hombre<br />

con Dios se halla <strong>por</strong> sobre toda legislación humana y que <strong>los</strong> <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> la conciencia son inalienables.<br />

No se necesitaba argumentar para establecer esta verdad; pues la sentimos en nuestro mismo corazón.<br />

Fue este sentimiento el que, <strong>de</strong>safiando leyes humanas, sostuvo a tantos mártires en tormentos y llamas.<br />

Reconocían que su <strong>de</strong>ber para con Dios era superior a <strong>los</strong> <strong>de</strong>cretos <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres y que nadie podía<br />

ejercer autoridad sobre sus conciencias. Es un principio innato que nada pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>sarraigar." —<br />

Congressional Documents (E.U.A.), serie No. 200, documento No. 271.<br />

Cuando circuló <strong>por</strong> <strong>los</strong> países <strong>de</strong> Europa la noticia <strong>de</strong> que había una tierra don<strong>de</strong> cada hombre<br />

podía disfrutar <strong>de</strong>l producto <strong>de</strong> su trabajo y obe<strong>de</strong>cer a las convicciones <strong>de</strong> su conciencia, millares se<br />

apresuraron a venir al Nuevo Mundo. Las colonias se multiplicaron con rapi<strong>de</strong>z. "Por una ley especial,<br />

Massachusetts ofreció bienvenida y ayuda, a costa <strong>de</strong>l pueblo, a todos <strong>los</strong> cristianos <strong>de</strong> cualquiera<br />

nacionalidad que pudieran huir al través <strong>de</strong>l Atlántico 'para escapar <strong>de</strong> las guerras, <strong>de</strong>l hambre y <strong>de</strong> la<br />

opresión <strong>de</strong> sus perseguidores.' De esa manera <strong>los</strong> fugitivos y oprimidos eran, <strong>por</strong> la ley, consi<strong>de</strong>rados<br />

como huéspe<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la comunidad." —Martyn, tomo 5, pág. 417. A <strong>los</strong> veinte años <strong>de</strong> haberse efectuado<br />

el primer <strong>de</strong>sembarco en Plymouth, había ya establecidos en Nueva Inglaterra otros tantos miles <strong>de</strong><br />

peregrinos. Con el fin <strong>de</strong> asegurar lo que buscaban, "se contentaban con ganar apenas su subsistencia y<br />

se acomodaban a una vida <strong>de</strong> frugalidad y <strong>de</strong> trabajo. No pedían <strong>de</strong> aquel suelo sino la justa retribución<br />

<strong>de</strong> su propio trabajo.<br />

Ninguna visión <strong>de</strong> oro venía a engañarles en su camino.... Se conformaban con el progreso lento<br />

pero firme <strong>de</strong> su estado social. So<strong>por</strong>taban pacientemente las privaciones <strong>de</strong> la vida rústica, y regaron<br />

con sus lágrimas y con el sudor <strong>de</strong> su frente el árbol <strong>de</strong> la libertad, hasta verlo echar profundas raíces en<br />

la tierra." La Biblia era consi<strong>de</strong>rada como la base <strong>de</strong> la fe, la fuente <strong>de</strong> la sabiduría y la carta magna <strong>de</strong><br />

la libertad. Sus principios se enseñaban cuidadosamente en <strong>los</strong> hogares, en las escuelas y en las iglesias,<br />

y sus frutos se hicieron manifiestos, en lo que se ganó en inteligencia, en pureza y en templanza. Podíase<br />

vivir <strong>por</strong> años entre <strong>los</strong> puritanos "sin ver un borracho, ni oír una blasfemia ni encontrar un mendigo."<br />

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