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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

expiación en el lugar santísimo, para purificar el santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba<br />

su ofrenda a la puerta <strong>de</strong>l tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza <strong>de</strong> la víctima, confesaba sus<br />

pecados, transfiriéndo<strong>los</strong> así figurativamente <strong>de</strong> sí mismo a la víctima inocente. Luego se mataba el<br />

animal. "Sin <strong>de</strong>rramamiento <strong>de</strong> sangre," dice el apóstol, no hay remisión <strong>de</strong> pecados. "La vida <strong>de</strong> la carne<br />

en la sangre está." (Levítico 17: 11.) La ley <strong>de</strong> Dios quebrantada exigía la vida <strong>de</strong>l transgresor. La sangre,<br />

que representaba la vida comprometida <strong>de</strong>l pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el<br />

sacerdote al lugar santo y la salpicaba ante el velo, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l cual estaba el arca que contenía la ley que<br />

el pecador había transgredido. Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, <strong>por</strong><br />

intermedio <strong>de</strong> la sangre, al santuario. En ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el<br />

sacerdote <strong>de</strong>bía entonces comer la carne, como Moisés lo había mandado a <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Aarón, diciendo:<br />

"Dióla él a vosotros para llevar la iniquidad <strong>de</strong> la congregación." (Levítico 10: 17.) Ambas ceremonias<br />

simbolizaban <strong>por</strong> igual la transferencia <strong>de</strong>l pecado <strong>de</strong>l penitente al santuario.<br />

Tal era la obra que se llevaba a cabo día tras día durante todo el año. Los pecados <strong>de</strong> Israel eran<br />

transferidos así al santuario, y se hacía necesario un servicio especial para eliminar<strong>los</strong>. Dios mandó que<br />

se hiciera una expiación <strong>por</strong> cada uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>partamentos sagrados. "Así hará expiación <strong>por</strong> el<br />

Santuario, a causa <strong>de</strong> las inmundicias <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Israel y <strong>de</strong> sus transgresiones, con motivo <strong>de</strong> todos<br />

sus pecados. Y <strong>de</strong>l mismo modo hará con el Tabernáculo <strong>de</strong> Reunión, que resi<strong>de</strong> con el<strong>los</strong>, en medio <strong>de</strong><br />

sus inmundicias." Debía hacerse también una expiación <strong>por</strong> el altar: "Lo purificará y lo santificará, a<br />

causa <strong>de</strong> las inmundicias <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Israel." (Levítico 16: 16, 19, V.M.) Una vez al año, en el gran<br />

día <strong>de</strong> las expiaciones, el sacerdote entraba en el lugar santísimo para purificar el santuario. <strong>El</strong> servicio<br />

que se realizaba allí completaba la serie anual <strong>de</strong> <strong>los</strong> servicios. En el día <strong>de</strong> las expiaciones se llevaban<br />

dos machos cabríos a la entrada <strong>de</strong>l tabernáculo y se echaban suertes sobre el<strong>los</strong>, "la una suerte para<br />

Jehová y la otra para Azazel." (Vers. 8.) <strong>El</strong> macho cabrío sobre el cual caía la suerte para Jehová <strong>de</strong>bía<br />

ser inmolado como ofrenda <strong>por</strong> el pecado <strong>de</strong>l pueblo. Y el sacerdote <strong>de</strong>bía llevar velo a<strong>de</strong>ntro la sangre<br />

<strong>de</strong> aquél y rociarla sobre el propiciatorio y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él. También había que rociar con ella el altar <strong>de</strong>l<br />

incienso, que se encontraba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l velo.<br />

"Y pondrá Aarón entrambas manos sobre la cabeza <strong>de</strong>l macho cabrío vivo, y confesará sobre él<br />

todas las iniquida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Israel, y todas sus transgresiones, a causa <strong>de</strong> todos sus pecados,<br />

cargándo<strong>los</strong> así sobre la cabeza <strong>de</strong>l macho cabrío, y le enviará al <strong>de</strong>sierto <strong>por</strong> mano <strong>de</strong> un hombre idóneo.<br />

Y el macho cabrío llevará sobre sí las iniquida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> el<strong>los</strong> a tierra inhabitada." (Levítico 16: 21, 22,<br />

V.M.) <strong>El</strong> macho cabrío emisario no volvía al real <strong>de</strong> Israel, y el hombre que lo había llevado afuera <strong>de</strong>bía<br />

lavarse y lavar sus vestidos con agua antes <strong>de</strong> volver al campamento. Toda la ceremonia estaba <strong>de</strong>stinada<br />

a inculcar a <strong>los</strong> israelitas una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la santidad <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> su odio al pecado; y a<strong>de</strong>más hacerles ver<br />

que no podían ponerse en contacto con el pecado sin contaminarse. Se requería <strong>de</strong> todos que afligiesen<br />

sus almas mientras se celebraba el servicio <strong>de</strong> expiación. Toda ocupación <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jarse a un lado, y toda<br />

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