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El Conflicto de los Siglos por Elena de White

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

quien quiera obe<strong>de</strong>cer a todos <strong>los</strong> preceptos divinos tendrá que arrostrar censuras y castigos como un<br />

malhechor.<br />

En vista <strong>de</strong> esto, ¿cuál es el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong>l mensajero <strong>de</strong> la verdad? ¿Llegará tal vez a la conclusión <strong>de</strong><br />

que no se <strong>de</strong>be predicar la verdad, puesto que a menudo no produce otro efecto que el <strong>de</strong> empujar a <strong>los</strong><br />

hombres a burlar o resistir sus exigencias? No; el hecho <strong>de</strong> que el testimonio <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios<br />

<strong>de</strong>spierte oposición no le da motivo para callarlo, como no se lo dio a <strong>los</strong> reformadores anteriores. La<br />

confesión <strong>de</strong> fe que hicieron <strong>los</strong> santos y <strong>los</strong> mártires fue registrada para beneficio <strong>de</strong> las generaciones<br />

veni<strong>de</strong>ras. Los ejemp<strong>los</strong> vivos <strong>de</strong> santidad y <strong>de</strong> perseverante integridad llegaron hasta nosotros para<br />

inspirar valor a <strong>los</strong> que son llamados ahora a actuar como testigos <strong>de</strong> Dios. Recibieron gracia y verdad,<br />

no para sí so<strong>los</strong>, sino para que, <strong>por</strong> intermedio <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, el conocimiento <strong>de</strong> Dios iluminase la tierra. ¿Ha<br />

dado Dios luz a sus siervos en esta generación? En tal caso <strong>de</strong>ben <strong>de</strong>jarla brillar para el mundo.<br />

Antiguamente el Señor <strong>de</strong>claró a uno que hablaba en su nombre: "La casa <strong>de</strong> Israel empero no querrá<br />

escucharte a ti, <strong>por</strong>que no quieren escucharme a mí." Sin embargo, dijo: "Les hablarás mis palabras, ora<br />

que oigan, ora que <strong>de</strong>jen <strong>de</strong> oír." (Ezequiel 3: 7; 2: 7, V.M.)<br />

Al siervo <strong>de</strong> Dios en nuestros días se dirige la or<strong>de</strong>n: "¡<strong>El</strong>eva tu voz como trompeta! ¡<strong>de</strong>clara a mi<br />

pueblo su transgresión, a la casa <strong>de</strong> Jacob sus pecados!" En la medida <strong>de</strong> sus o<strong>por</strong>tunida<strong>de</strong>s, pesa sobre<br />

todo aquel que recibió la verdad la misma solemne y terrible responsabilidad que pesara sobre el profeta<br />

a quien el Señor dijo: "Hijo <strong>de</strong>l hombre, yo te he puesto <strong>por</strong> atalaya a la casa <strong>de</strong> Israel; <strong>por</strong> tanto, oirás<br />

<strong>de</strong> mi boca la palabra, y les amonestarás <strong>de</strong> mi parte. Cuando yo digo al inicuo: ¡Oh hombre inicuo,<br />

ciertamente morirás! si tú no hablas para amonestar al inicuo <strong>de</strong> su camino, él, siendo inicuo, en su<br />

iniquidad morirá; mas su sangre yo la <strong>de</strong>mandaré <strong>de</strong> tu mano. Pero cuando tú hubieres amonestado al<br />

inicuo <strong>de</strong> su camino, para que se vuelva <strong>de</strong> él, si no se volviere <strong>de</strong> su camino, <strong>por</strong> su culpa morirá; mas<br />

tú has librado a tu alma." (Ezequiel 33: 7-9, V.M.)<br />

<strong>El</strong> gran obstáculo que se opone a la aceptación y a la proclamación <strong>de</strong> la verdad, es la circunstancia<br />

<strong>de</strong> que ella acarrea inconvenientes y oprobio. Este es el único argumento contra la verdad que sus<br />

<strong>de</strong>fensores no han podido nunca refutar. Pero esto no arredra a <strong>los</strong> verda<strong>de</strong>ros siervos <strong>de</strong> Cristo. <strong>El</strong><strong>los</strong><br />

no esperan hasta que la verdad se haga popular. Convencidos como lo están <strong>de</strong> su <strong>de</strong>ber, aceptan<br />

resueltamente la cruz, confiados con el apóstol Pablo en que "lo momentáneo y leve <strong>de</strong> nuestra<br />

tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno peso <strong>de</strong> gloria," "teniendo —como antaño Moisés—<br />

<strong>por</strong> mayores riquezas el vituperio <strong>de</strong> Cristo que <strong>los</strong> tesoros <strong>de</strong> <strong>los</strong> Egipcios." ( 2 Corintios 4: 17; Hebreos<br />

11: 26.) Cualquiera que sea su profesión <strong>de</strong> fe, sólo <strong>los</strong> que son esclavos <strong>de</strong>l mundo en sus corazones<br />

obran <strong>por</strong> política más bien que <strong>por</strong> principio en asuntos religiosos. Debemos escoger lo justo <strong>por</strong>que es<br />

justo, y <strong>de</strong>jar a Dios las consecuencias. <strong>El</strong> mundo <strong>de</strong>be sus gran<strong>de</strong>s reformas a <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> principios,<br />

fe y arrojo. Esos son <strong>los</strong> hombres capaces <strong>de</strong> llevar a<strong>de</strong>lante la obra <strong>de</strong> reforma para nuestra época. Así<br />

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