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Sabemos <strong>el</strong> grado de nuestras r<strong>el</strong>aciones porque hemos sido informados de <strong>el</strong>las,<br />
debido a que les asignamos nombres porque c<strong>el</strong>ebramos matrimonios formales y porque<br />
mantenemos registros escritos y buenas memorias. Muchos antropólogos sociales se<br />
preocupan por averiguar los «parentescos» en las sociedades que <strong>el</strong>los estudian. Esto no<br />
significa que se interesen por la r<strong>el</strong>ación <strong>gen</strong>ética sino por las ideas subjetivas y<br />
culturales d<strong>el</strong> parentesco. Las costumbres humanas y los rituales tribales subrayan, a<br />
menudo, <strong>el</strong> parentesco. La adoración de los antepasados se encuentra ampliamente<br />
difundida y las obligaciones y lealtades familiares dominan una gran parte de la vida. Las<br />
guerras entre las familias y entre los clanes tienen una fácil interpretación en términos de<br />
la teoría <strong>gen</strong>ética de Hamilton. Los tabúes r<strong>el</strong>ativos a los incestos testifican <strong>el</strong> alto grado<br />
de conciencia de parentesco que posee <strong>el</strong> hombre, aun cuando la ventaja <strong>gen</strong>ética de un<br />
tabú que condene <strong>el</strong> incesto nada tiene que ver con <strong>el</strong> altruismo; concierne,<br />
probablemente, a los efectos dañinos de los <strong>gen</strong>es recesivos que aparecen con la<br />
reproducción que se realiza en estas condiciones (por alguna razón, a muchos<br />
antropólogos no les agrada dicha explicación). 36<br />
Un libro reciente, Kin recognition in animals, resume <strong>el</strong> estado actual de los<br />
conocimientos. El capítulo sobre los seres humanos, de Pam<strong>el</strong>a W<strong>el</strong>ls, muestra que la<br />
afirmación que sigue («sabemos <strong>el</strong> grado de nuestras r<strong>el</strong>aciones porque hemos sido<br />
informados de <strong>el</strong>las») debe completarse con: ahí está, al menos, la evidencia circunstancial<br />
de que somos capaces de utilizar diversas claves no verbales, incluido <strong>el</strong> olor de la<br />
transpiración de nuestros familiares. En mi opinión, todo <strong>el</strong> tema se resume en la cita con<br />
que comienza esta autora: «A los buenos camaradas puedes conocer por su altruista forma<br />
de oler», E.E. Cummings.<br />
Los familiares pueden necesitar reconocerse entre sí por razones distintas al<br />
altruismo. También pueden querer establecer un equilibrio entre reproducción exterior y<br />
reproducción interior, como veremos en la próxima nota.<br />
36 Un <strong>gen</strong> letal es aqu<strong>el</strong> que mata a su poseedor. Un <strong>gen</strong> letal recesivo, como<br />
cualquier <strong>gen</strong> recesivo, no surte efecto a no ser en dosis doble. Los <strong>gen</strong>es recesivos letales<br />
se adquieren en <strong>el</strong> acervo génico, porque la mayoría de las personas que los poseen tienen<br />
sólo una copia y por tanto nunca acusan sus efectos. Los <strong>gen</strong>es letales son raros porque, si<br />
alguna vez se vu<strong>el</strong>ven comunes, encuentran copias de sí mismos y matan a sus portadores.<br />
Podría haber, sin embargo, montones de tipos diferentes de <strong>gen</strong>es letales, por lo que<br />
podemos seguir quedando perplejos al respecto. Las estimaciones acerca d<strong>el</strong> número de<br />
<strong>el</strong>los que hay agazapados en <strong>el</strong> acervo génico humano varía. Algunos libros calculan unos<br />
dos <strong>gen</strong>es letales por persona, por término medio. Si un hombre al azar se une a una mujer<br />
al azar, lo más probable es que los <strong>gen</strong>es letales de uno y otro no se encuentren y que sus<br />
hijos no los acusen. Pero si un hermano se une con una hermana, o un padre con una hija,<br />
las cosas son tremendamente distintas. Por raros que puedan ser los <strong>gen</strong>es recesivos letales<br />
en la población en <strong>gen</strong>eral, y por raros que puedan ser los <strong>gen</strong>es letales recesivos de mi<br />
hermana en la población <strong>gen</strong>eral, existe una probabilidad extraordinariamente alta de que<br />
los suyos y los míos sean los mismos. Si se hacen las sumas, resulta que, por cada <strong>gen</strong> letal<br />
recesivo que yo poseo, si me uno a mi hermana, uno de cada ocho de nuestros<br />
descendientes nacerá muerto o morirá muy joven. Diremos de paso que morir en la<br />
adolescencia es aun más «letal», <strong>gen</strong>éticamente hablando, que morir al nacer: un feto que<br />
nace muerto no ocupa tanto tiempo vital y energía de los padres. Pero se mire como se<br />
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