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(Richard Dawkins) el gen egoista

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in<strong>gen</strong>iosa simplicidad característica. 24 Tenía un estanque para peces que contenía dos<br />

peces espinosos machos. Ambos machos habían construido nidos en los extremos<br />

opuestos d<strong>el</strong> tanque y cada uno de <strong>el</strong>los «defendía» <strong>el</strong> territorio que rodeaba su propio<br />

nido. Tinber<strong>gen</strong> puso cada uno de los dos machos en grandes tubos de vidrio, sostuvo los<br />

dos tubos cerca uno de otro y observó que los dos machos intentaban atacarse a través d<strong>el</strong><br />

vidrio. Ahora viene <strong>el</strong> resultado interesante. Cuando acercó los dos tubos a las<br />

proximidades d<strong>el</strong> nido d<strong>el</strong> pez A, <strong>el</strong> macho A asumió una posición de ataque y <strong>el</strong> macho<br />

B intentó retirarse. Pero cuando situó ambos tubos dentro d<strong>el</strong> territorio de B, los pap<strong>el</strong>es<br />

se cambiaron. Moviendo simplemente los tubos de un extremo d<strong>el</strong> tanque al otro,<br />

Tinber<strong>gen</strong> fue capaz de determinar qué macho debía atacar y cuál retroceder. Ambos<br />

machos, evidentemente, representaban la simple estrategia convencional de: «si eres<br />

residente, ataca; si eres intruso, retírate».<br />

Los biólogos a menudo se preguntan cuáles son las «ventajas» d<strong>el</strong> comportamiento<br />

territorial. Se han planteado numerosas hipótesis, algunas de las cuales serán<br />

mencionadas más ad<strong>el</strong>ante en <strong>el</strong> presente libro. Podemos apreciar, desde ya, que la sola<br />

interrogante puede ser superflua. La «defensa» territorial puede ser, simplemente, una<br />

EEE que surge debido a la asimetría en cuanto al tiempo de llegada que a menudo<br />

caracteriza las r<strong>el</strong>aciones entre dos individuos y un pedazo de tierra.<br />

Es de presumir que <strong>el</strong> tipo más importante de asimetría no arbitraria radique en <strong>el</strong><br />

tamaño y en la habilidad de lucha. El gran tamaño no constituye siempre y de manera<br />

inevitable, la cualidad primordial para ganar las contiendas, pero probablemente sea un<br />

requisito importante. Si <strong>el</strong> contendiente de mayor tamaño gana siempre y si cada<br />

individuo sabe con entera seguridad si es más grande o más pequeño que su adversario,<br />

sólo una estrategia tendrá sentido: «Si tu adversario te supera en tamaño, huye; provoca<br />

p<strong>el</strong>eas con <strong>gen</strong>te más pequeña que tú». Las cosas se complican más si la importancia<br />

atribuida al tamaño es menos cierta. Si <strong>el</strong> tamaño grande confiere sólo una pequeña<br />

24 Una demostración aún más clara que la de Tinber<strong>gen</strong> d<strong>el</strong> fenómeno de que «los<br />

residentes siempre ganan» procede de la investigación de N.B. Davies sobre las mariposas<br />

moteadas. La obra de Tinber<strong>gen</strong> fue realizada antes de inventarse la teoría de la EEE; mi<br />

interpretación de la EEE en la primera edición de este libro se realizó con percepción<br />

retrospectiva. Davies concibió su estudio de la mariposa a la luz de la teoría de la EEE.<br />

Observó que algunas mariposas macho de Wytham Wood, cerca de Oxford, defendían zonas<br />

de luz solar. Las hembras eran atraídas a las zonas de sol, con lo que éstas se convertían en<br />

un recurso valioso, algo por lo que valía la pena luchar. Como había más machos que zonas<br />

de sol, las mariposas restantes esperaban su oportunidad en una plataforma de hojas.<br />

Capturando machos y liberándolos uno detrás de otro, Davies mostró que cualquiera de los<br />

dos ejemplares que llegaba primero a una zona de sol era considerado por ambos como su<br />

«dueño». El segundo macho que llegaba a continuación a dicha zona de sol era considerado<br />

como «intruso». El intruso, sin excepción, admitía siempre su derrota, dejando <strong>el</strong> control al<br />

dueño. En un último coup de grace d<strong>el</strong> experimento, Davies consiguió «engañar» a ambas<br />

mariposas, induciéndolas a «pensar» que una era dueña y la otra la intrusa. Sólo en estas<br />

condiciones se producía una lucha realmente seria y prolongada. Dicho sea de paso, en<br />

todos estos casos en los que, por razones de simplicidad, he hablado como si hubiese un<br />

par de mariposas, en realidad había, por supuesto, una muestra estadística de parejas.<br />

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