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in<strong>gen</strong>iosa simplicidad característica. 24 Tenía un estanque para peces que contenía dos<br />
peces espinosos machos. Ambos machos habían construido nidos en los extremos<br />
opuestos d<strong>el</strong> tanque y cada uno de <strong>el</strong>los «defendía» <strong>el</strong> territorio que rodeaba su propio<br />
nido. Tinber<strong>gen</strong> puso cada uno de los dos machos en grandes tubos de vidrio, sostuvo los<br />
dos tubos cerca uno de otro y observó que los dos machos intentaban atacarse a través d<strong>el</strong><br />
vidrio. Ahora viene <strong>el</strong> resultado interesante. Cuando acercó los dos tubos a las<br />
proximidades d<strong>el</strong> nido d<strong>el</strong> pez A, <strong>el</strong> macho A asumió una posición de ataque y <strong>el</strong> macho<br />
B intentó retirarse. Pero cuando situó ambos tubos dentro d<strong>el</strong> territorio de B, los pap<strong>el</strong>es<br />
se cambiaron. Moviendo simplemente los tubos de un extremo d<strong>el</strong> tanque al otro,<br />
Tinber<strong>gen</strong> fue capaz de determinar qué macho debía atacar y cuál retroceder. Ambos<br />
machos, evidentemente, representaban la simple estrategia convencional de: «si eres<br />
residente, ataca; si eres intruso, retírate».<br />
Los biólogos a menudo se preguntan cuáles son las «ventajas» d<strong>el</strong> comportamiento<br />
territorial. Se han planteado numerosas hipótesis, algunas de las cuales serán<br />
mencionadas más ad<strong>el</strong>ante en <strong>el</strong> presente libro. Podemos apreciar, desde ya, que la sola<br />
interrogante puede ser superflua. La «defensa» territorial puede ser, simplemente, una<br />
EEE que surge debido a la asimetría en cuanto al tiempo de llegada que a menudo<br />
caracteriza las r<strong>el</strong>aciones entre dos individuos y un pedazo de tierra.<br />
Es de presumir que <strong>el</strong> tipo más importante de asimetría no arbitraria radique en <strong>el</strong><br />
tamaño y en la habilidad de lucha. El gran tamaño no constituye siempre y de manera<br />
inevitable, la cualidad primordial para ganar las contiendas, pero probablemente sea un<br />
requisito importante. Si <strong>el</strong> contendiente de mayor tamaño gana siempre y si cada<br />
individuo sabe con entera seguridad si es más grande o más pequeño que su adversario,<br />
sólo una estrategia tendrá sentido: «Si tu adversario te supera en tamaño, huye; provoca<br />
p<strong>el</strong>eas con <strong>gen</strong>te más pequeña que tú». Las cosas se complican más si la importancia<br />
atribuida al tamaño es menos cierta. Si <strong>el</strong> tamaño grande confiere sólo una pequeña<br />
24 Una demostración aún más clara que la de Tinber<strong>gen</strong> d<strong>el</strong> fenómeno de que «los<br />
residentes siempre ganan» procede de la investigación de N.B. Davies sobre las mariposas<br />
moteadas. La obra de Tinber<strong>gen</strong> fue realizada antes de inventarse la teoría de la EEE; mi<br />
interpretación de la EEE en la primera edición de este libro se realizó con percepción<br />
retrospectiva. Davies concibió su estudio de la mariposa a la luz de la teoría de la EEE.<br />
Observó que algunas mariposas macho de Wytham Wood, cerca de Oxford, defendían zonas<br />
de luz solar. Las hembras eran atraídas a las zonas de sol, con lo que éstas se convertían en<br />
un recurso valioso, algo por lo que valía la pena luchar. Como había más machos que zonas<br />
de sol, las mariposas restantes esperaban su oportunidad en una plataforma de hojas.<br />
Capturando machos y liberándolos uno detrás de otro, Davies mostró que cualquiera de los<br />
dos ejemplares que llegaba primero a una zona de sol era considerado por ambos como su<br />
«dueño». El segundo macho que llegaba a continuación a dicha zona de sol era considerado<br />
como «intruso». El intruso, sin excepción, admitía siempre su derrota, dejando <strong>el</strong> control al<br />
dueño. En un último coup de grace d<strong>el</strong> experimento, Davies consiguió «engañar» a ambas<br />
mariposas, induciéndolas a «pensar» que una era dueña y la otra la intrusa. Sólo en estas<br />
condiciones se producía una lucha realmente seria y prolongada. Dicho sea de paso, en<br />
todos estos casos en los que, por razones de simplicidad, he hablado como si hubiese un<br />
par de mariposas, en realidad había, por supuesto, una muestra estadística de parejas.<br />
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